Arturo y Mateo se vieron envueltos en una difícil decisión. Ellos sabían perfectamente que acceder a visitar a su padre, significaría que viejos recuerdos del pasado se removieran en su interior. Porque sí, no podían ignorar el hecho de que, a pesar de todo, había sido un padre que les había dado amor y atención en cada oportunidad. Ahora lo veían en una cama de hospital, deteriorándose, y, simplemente, se negaban a hacerse de la vista gorda. Así que por esa razón se encontraban en una habitación aparte, realizándose exámenes para comprobar si sus riñones eran compatibles con los de su padre. El frío gel se extendió primeramente sobre la piel de Mateo, quien sintió un ligero escalofrío ante el contacto. A su lado, se encontraba su hermano Arturo, apretando los labios y observando con ansiedad la pantalla del ecógrafo. El técnico, concentrado en su labor y ajeno a los miedos que embargaban a los dos hermanos, deslizaba el transductor con movimientos lentos y precisos, mostrando e
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