—Me alegra escuchar eso —le dije mientras le apretaba la mano.—Claro que odio a Camila. Me dan ganas de destrozarle la vida. Antes, cuando no tenía nada, podía arriesgarlo todo, pero ahora no. Ahora te tengo a ti y a los niños. Soy feliz y no vale la pena sacrificar esa felicidad peleando con ella. Lo que más quiero es que los que están a mi lado estén sanos y a salvo. Prefiero que la justicia se encargue de Camila.Mateo apretó mi mano y sonrió.—Tranquila, no voy a actuar por impulso.El problema es que no sabemos quién está detrás de Camila. Nosotros estamos expuestos, pero esa persona está escondida, mirando todo y esperando el momento de atacarnos. Eso es lo que da miedo.Fui por Luki y Embi a la escuela y regresamos a la mansión. Cuando llegó la tarde, la tormenta empeoró. Los copos de nieve, densos, azotaban las ventanas; las ramas se doblaban con el viento. La calle, toda blanca, estaba casi vacía. La poca gente que pasaba caminaba agachada, con las solapas levantadas, luchan
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