A Isabella le tomó tiempo calmarse, ella hipeaba, Había pensado que jamás volvería a pasar por un parto de nuevo, pero ahora le decían que en algunos meses volvería a pasar por el doloroso alumbramiento. — No lo sé Sergey, estoy en shock, todavía no lo asimilo. Serena es tan pequeña, y pensar que tengo que volver a pasar por el mismo camino, volver a engordar como una pelota de playa, no poder moverme como quiera, no poder dormir, y padecer esos terribles dolores al dar a luz, estoy asustada. ¿Me culpas? — No, no, querida, por supuesto que no te culpo, es responsabilidad de los dos, más mía en este caso, yo fuí quien insistió en qué tuviéramos intimidad, siento mucho que estés asustada, y te entiendo, de verdad lo hago. Pero el bebé ya viene, y se merece que lo amemos como a nuestros demás hijos. — ¿De verdad lo quieres? ¿Quieres que tengamos al bebé? — Isabella había llorado porque pensaba que no querría a la criatura, se había agotado tanto en cuidar a la bebé Serena de re
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