Sergey sintió como que un rayo le caía de lleno, se le fueron las palabras, y la mente se le puso en blanco.
El CEO ruso comenzó a buscar con la mirada de dónde agarrarse, o donde sentarse para no caerse.
El CEO Rossi lo vió de cerca perder el color de su blanco rostro. No era santo de su devoción, pero si no lo sostenía iba a azotar como una res
— Ruso, ¿Pero qué es lo que te sucede? ¡Responde, carajo!
— Llevemoslo al sofá, parece que se va a desmayar... — Sugirió el doctor.
Eso fue lo último que escuchó el imponente CEO ruso, perdió el conocimiento y no supo más de él.
— ¡No lo puedo creer, tan grande y tan debilucho! ¡Reacciona, ruso, es solo un bebé más, no es el fin del mundo, eres millonario, tú puedes contratar las niñeras que Isabella necesite! — Ismael le daba palmadas en la mejilla a su cuñado, pero no obtenía respuesta.
Una enfermera que había salido a buscar unos familiares fue corriendo por una tienda de alcohol para ponérselo al hombre desmayado.
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