Los días comenzaron a deslizarse con una armonía especial entre la emoción de los preparativos de la boda y la constante búsqueda de inspiración para el nuevo libro de Clara. El ambiente en casa estaba cargado de energía positiva, y aunque el cansancio asomaba de vez en cuando, ambos se sentían envueltos en una felicidad compartida. Cada detalle, desde los colores de la decoración hasta las ideas para sorprender a los invitados, se discutía con entusiasmo. Una tarde cálida, Clara organizaba su libreta en la cocina mientras tarareaba una melodía. Lucas apareció con una caja polvorienta en las manos y una sonrisa traviesa. —¡Mira lo que encontré en el desván! —exclamó, dejando la caja sobre la mesa con cuidado. Clara se acercó curiosa. Al abrirla, encontró un tesoro: fotografías en blanco y negro, cartas dobladas con esmero y algunas pequeñas reliquias familiares. —Son de mis abuelos —dijo Lucas con nostalgia—. Solían contarnos cómo se conocieron en la playa. Me encantaba escuchar su

El lunes siguiente, Clara y Lucas regresaron a su rutina con energías renovadas. El fin de semana en la cabaña les había recordado la importancia de detenerse, respirar y reconectarse. Clara se instaló en su escritorio temprano, con una taza de café en una mano y su cuaderno en la otra. El deseo de escribir la embargaba, pero al intentar plasmar sus ideas en papel, todo parecía disperso.Las frases comenzaban bien, pero se deshacían a mitad del camino. Volvía al inicio. Tachaba. Reescribía. Volvía a dudar. El silencio de la casa no ayudaba. Sentía una presión interna difícil de ignorar.—¿Qué te pasa? —preguntó Lucas al asomarse por la puerta, al notar su ceño fruncido.—Estoy bloqueada. Tenía tantas ideas, pero ahora siento que nada tiene sentido —respondió Clara, soltando el lápiz con frustración.Lucas se acercó, apoyó una mano cálida sobre su espalda y le sonrió con ternura.—Tal vez necesitas alejarte un poco. A veces, descansar es justo lo que tu mente necesita para reordenarse.

El sol brillaba con fuerza aquella mañana, y Clara despertó sintiéndose renovada. La conversación con Lucas la noche anterior le había dejado una sensación de paz, pero también una firme determinación. Estaba lista para avanzar tanto en la planificación de su boda como en la escritura de su novela, sin descuidar ninguna de las dos cosas.Mientras se vestía, su mente ya volaba con ideas. Decidió que necesitaba un lugar inspirador para reunirse con el organizador de eventos, y no dudó en elegir la terraza del café local, ese rincón con vista al mar que tantas veces había alimentado su creatividad.Al llegar, la brisa marina le acarició el rostro, y el aroma del café recién hecho envolvió sus sentidos. Se sentó en su mesa favorita, pidió un espresso y sacó su cuaderno. Mientras el sonido de las olas acompañaba sus pensamientos, comenzó a escribir. Las palabras fluían con una naturalidad que hacía días no sentía, y la historia de amor que nacía entre sus personajes comenzaba a reflejar, c

La mañana siguiente, Clara despertó sintiéndose revitalizada. La conversación del día anterior con Lucas y su nuevo enfoque hacia la escritura la habían dejado con una energía renovada. Mientras se preparaba para el día, decidió que era el momento perfecto para hacer una pequeña sorpresa para Lucas, algo que alegrara su jornada desde temprano.Clara se dirigió a la cocina y comenzó a preparar el desayuno. Quería que fuera algo especial, así que decidió hacer tortitas con frutas frescas y jarabe de arce. Mientras mezclaba los ingredientes, su mente divagaba entre la boda y su novela, pero la emoción de sorprender a Lucas la mantenía enfocada en el presente. Era una forma de devolverle parte de todo el apoyo que él le había dado durante esos días.Cuando terminó de cocinar, colocó las tortitas en un plato y decoró el desayuno con rodajas de plátano, fresas y un poco de ralladura de naranja. El aroma dulce llenó la cocina, y al ver el resultado final, no pudo evitar sonreír satisfecha.—

La mañana siguiente amaneció con un cielo despejado y una brisa suave que entraba por la ventana del dormitorio, acariciando las cortinas. Clara se despertó con una mezcla de emoción y nervios. Hoy era el día en que comenzaría la búsqueda de su vestido de novia. La idea la llenaba de ilusión, pero también traía consigo una ansiedad suave y persistente. Ese vestido no sería una prenda cualquiera: era la manifestación tangible de un sueño que había imaginado desde niña.Después de ducharse y ponerse un vestido cómodo, bajó a la cocina y preparó un desayuno ligero. Mientras comía, sus pensamientos se dividían entre encajes, tul, siluetas en A y cortes princesa. Miró a Lucas, que estaba sentado en el sofá con una taza de café en la mano, revisando algunos correos en su portátil. Se veía tranquilo, ajeno al torbellino de emociones que giraba dentro de ella.—Hoy es el gran día —dijo Clara, intentando sonar relajada mientras recogía su bolso.Lucas levantó la vista y le sonrió.—Estoy segur