Era medianoche cuando Kallen y Dannon se dirigieron al estudio. El Alfa se había puesto sus prendas nuevamente y la híbrida tenía puesta una túnica igual a la anterior. Dannon no le colocó de vuelta los grilletes en los tobillos, pero traía los de las muñecas. Kallen tomó la lira entre sus manos y

El guardia se inclinó hacia Emilse y la tomó de los brazos. —¡¿Qué haces?! ¡Suéltame! —vociferó ella. —Estoy seguro de que te has aburrido bastante encerrada aquí, divirtámonos un poco —la presionó contra su cuerpo. —¡Basta, detente! —gritó y consiguió darle un puñetazo en la cara. Para el guard

—Sí, me lo imagino. Los dos suspiraron profundamente, pues ambos conocían al Alfa a la perfección y sabían lo difícil que era lidiar con él. Luego, Izan miró al hombre en la camilla y le dedicó unas palabras. —Lo hiciste bien, Adrián. Lo soportaste bien —alentó—. Que sepas que tu hija y tú son lo

—¡Izan, Izan! —su voz retumbó en toda la mansión, haciendo que el Beta bajara de la cama de un salto y fuese corriendo a donde se encontraba el Alfa. Apenas traía unos pantalones cortos de dormir y no había espabilado, pues salió de sus sábanas sin tomarse el tiempo de despertar apropiadamente. Ni s

Dannon siguió los vestigios de su propio olor y, de esa forma, dio con el paradero de Kallen.Ella tembló por debajo de la sombra de Dannon debido a que el pavor corría por sus venas, pero su corazón se sintió regocijado desde el minuto en que apareció. —Alfa… —pronunció con un nudo en la garganta