UNA PISTA QUE LO ACERCA.
Con una expresión fría, Marcos observó a aquella joven que se había tomado el atrevimiento de ingresar a su casa sin haber dado él, o su esposa, el consentimiento. —¿Isabela? —más que un susurro, fue una pregunta hacia su esposo. Creía que él la conocía; no obstante, Marcos no tenía conocimiento de quién era esa mujer. —Sí, Isabela López —aquel apellido resonó en la cabeza de Marcos y Maite. Inmediatamente pensaron en Ángel, pues él tenía ese mismo apellido. —¿Eres hija de Ángel? —No, era ilógico que lo fuera, ya que Ángel contaba con treinta y cinco años de edad, y aquella muchacha, aunque era joven, no lo suficiente para ser la hija de un hombre de esa edad. Maite pensó que Ángel había sido padre a los diecisiete, pero también se preguntaba: ¿qué hacía la hija de Ángel en su casa? —Él es mi tío —aclaró. Marcos, que había permanecido en silencio observando a la joven sin expresión alguna, inquirió: —¿Y qué quieres? ¿Qué haces en mi casa? —su voz iba cargada de frialdad, lo que l
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