Mateo, sentado en su silla, miró el festín frente a él, tan sorprendido que parecía que sus ojos se saldrían de sus órbitas.—¿Sabías, tía, que es la primera vez que me doy cuenta que mi papi sabe cocinar?—¡Deja de hablar y come! —le reprendió Lisandro, mientras le servía un huevo estrellado.Felicia, mordisqueando su tostada, comentó con picardía: —Yo ya he probado varias veces la comida de mi tío, ¡y es bien sabrosa!Mateo le lanzó una mirada de desdén a Felicia: —¡Cállate y come!Felici
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