Riendo suavemente, Andrés le secó las lágrimas y le respondió: —Si tienes antojo, yo te los hago. ¿Qué sabor prefieres?Abrazando fuertemente a Andrés, Rebeca continuó llorando: —Ya no quiero comer, solo quiero ir a casa, snif, snif...—Bien, vamos a casa —asintió Andrés mientras ayudaba a Rebeca a subir al carro. Con cuidado, le puso el cinturón de seguridad y le ofreció pañuelos para que se secara las lágrimas.Mientras tanto, Ximena se quedó paralizada observando desde lejos. Esperó a que
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