Bastián Leroy:—No serás uno de esos ricachones con grandes empresas o heredero de una fortuna, como el gran abogado estadounidense Archer Alarcón, pero que de que eres millonario, lo eres —dice mi hermano, sin dejar de fastidiarme.—No habrá dinero para ti esta vez, Breidy —aseguro, aunque sé que luego me terminará convenciendo, como siempre.—Pero, Bastián…—No.—Esta vez es de vida o muerte. Urgentisísimo.—¿Por qué?—He tenido que venir hasta acá, y en taxi, para pedirte ayuda, porque…—¿En taxi? Espera… —dejo de teclear en mi computadora para voltear a verlo con mis ojos achicados, acusándolo antes de tiempo —. ¡¿En taxi?! ¡¿Dónde está tu auto?!—Bueno, puede que haya tenido un pequeño accidente…—Papá te va a matar.—No me digas eso —suplica, con un tono tan desesperado que casi me hace querer reír. Casi.—Te regaló ese auto hace dos meses, por tu cumpleaños número dieciocho —le recuerdo —, y ya lo has accidentado dos veces. Dos choques. Serían dos veces que te he ayudado donde
Leer más