PARTE I: EL LADO MALO DEL AMOR...

Me siento en el sofá a observar cómo toca el piano en el salón de casa de Natalia.

¿Hay algo más espectacular que mirarlo desbordar su pasión en la música?

No creo que haya algo mejor que ver este espectáculo en primera fila. Sobre todo si hace desbordar emociones. Porque, sí. Estoy enamorada de él. Del hombre de cabellera negra estilo mohicano, piel ligeramente bronceada y aspecto peligroso que se encuentra sentado tras el piano.

No puedo determinar en qué momento ocurrió. Tampoco es que fuera indiferente a todos estos años, pero de alguna manera, todo lo que creí no era más impurezas, se fue transformando en cariño por este hombre. Y ahora creo que estoy enamorada de él…

Estoy enamorada de mi mejor amigo.

El mismo que esta tocando en el piano alrededor de mi familia. Pero me atemoriza que lo sepa.

¿Y si arruino lo que tenemos? ¿Y qué tal si él no quiere saber nada más de mí?

Todo ello me destrozaría…

Pero más me lastimaría el hecho de verlo con otra mujer.

No es como si desfilara con ellas en casa, puesto que jamás ha traído una a las reuniones familiares que tenemos una vez al mes y de las cuales, él puede asistir a un puñado de ellas debido a su agitada vida de músico. Aún así, me aterra pensar que un día decidirá dar ese paso, No sé cómo reaccionaría; o, en realidad, lo tengo claro. Para comenzar, no volvería a las reuniones mensuales, incluso si me crucifican por fallar. Me mudaría de la ciudad, incluso si significa trasladar mi empleo. Cambiaría de nombre, incluso si eso significa desaparecer del mapa. Es extremista hasta decir basta, pero no puedo sonreír a la chica que llegue de su brazo, sin sentir que me muero por dentro.

Quién dijo eso de: «sí él es feliz con otra, yo también» ¡Mintió descaradamente!

No se me da el amor. Estar enamorada de él, me atermoriza. ¿Está bien que me sienta así? ¿Y sí solo confundí las cosas? Porque también estoy aterrada de que no sea amor… ¿y si solo estoy enamorada del hecho de enamorarme de él? ¿Sería eso un capricho o una obsesión?

Sin embargo, dentro del hecho que dudo de él, de mí misma, de lo que siento y de lo que no, sigue la misma incógnita que me acompaña incluso al dormir; ¿podré curarme de ello algún día?

—¿Todo bien?

Mi cuñada se sienta a mi lado, ofreciéndome una cerveza. Me distrae de mis dilemas y de lo torpe emocionalmente que me siento. Le dedico una sonrisa, acepto el botellín y doy un sorbo. Un poco de valentía líquida, me viene de maravilla.

—Perfecta, ¿cómo va todo en el país de los recién casados?

Necesito desviar mi mente a cosas más sanas ¿Y qué mejor que enfocarlo en Natalia? Ella y mi hermano contrajeron nupcias hace un mes y medio, luego de una relación bastante rápida. No puedo negar que son el uno para el otro, como tampoco el hecho de que mi perfecto y arrogante hermano se ha vuelto una masa maleable y enamorada de esta pelirroja fogosa con quién no tuve un buen comienzo. Ambos se complementan y son totalmente asquerosos cuando están juntos; lleno de arrumacos y besos apasionados.

Ella me ofrece una sonrisa pícara y sus ojos verdes brillan de felicidad.

—Divino y agotador. Carter me da los mejores orgasmos de la vida. ¡Adoro estar casada con él!

—¡Oh, por Dios! ¡Eres repugnante! — hago una mueca exagerada, mientras empujo mi hombro con el suyo.

Ella, además, se ha vuelto una gran amiga.

—En serio — asiente, contenta consigo misma. Le encanta escandalizarme —. Me deja cada noche sudada y temblorosa.

—Listo — me levanto de un salto —. No estoy teniendo esta conversación contigo. ¡Es mi hermano! ¡Es simplemente; iug!

Natalia ríe y toma mi mano para que caiga sentada.

—Eres mala...

—Lo sé, me gusta ser mala… sobre todo en la cama con él — dice lo último susurrado y lanza un guiño.

—¡Natalia! — alego, abochornada y divertida.

Esta chica no tiene filtro. La adoro, es una mujer franca y dulce, pero simplemente, a veces no sé como el correcto de mi hermano es capaz de estar con ella. Son polos opuestos, en todo el sentido estricto. Y el amor obra milagros, creo. No puedo encontrar otra explicación lógica al verlos.

—Ya — ríe y me agarra del brazo para evitar que vuelva a levantarme —. No mencionaré el sexo con él. Lo juro.

Se pasa un dedo haciendo una equis sobre su corazón, en forma de promesa.

—Más te vale. Cambiemos el tema, si no mancharé la alfombra con vómito y será tu culpa.

Miro a mi alrededor, evitando a Luc.

La mayoría está aquí, disfrutando de la noche familiar.

Solo faltan Zoé y Nick, aún así es grato el ambiente. De fondo está encendido el estéreo con canciones aleatorias en volumen moderado y se respira tanta tranquilidad como en una feria circense. Alex, Clark y Carter, se encuentran en la habitación de al lado, jugando en xbox y retándose mutuamente, mientras se ríen fuerte, se insultan y juguetean. Brighid está sentada en el taburete de la isleta, pendiente de su móvil, con el ceño levemente fruncido. Fénix habla con Mason y Alba, animadamente en la barra de la cocina, mientras comen pizza y beben cerveza. Debe ser una conversación interesante, pues todos gesticulan con las manos cuando exponen sus puntos. Kammie y Mihrimah, se encuentran junto a la ventana conversando algo entre susurros, se ven algo más apagadas que el resto y me pregunto qué les ocurre; habitualmente son el alma de las fiestas.

Todos nuestros padres se encuentran en la terraza del segundo piso, lejos del ruido, los gritos animados de los chicos en sus vídeo juegos y las conversaciones extrañas que se puedan formar aquí abajo. En cuanto a Luc…, Luc está en el piano, con su mente puesta en sus notas y, aunque no quiero, le doy un vistazo rápido y veo como escribe algo en la partitura, antes de sostener el lápiz entre sus labios y volver a tocar.

Como me gustaría ser ese lápiz...

—¿Qué tal te ha ido en el trabajo?

—Bien. Ninguna novedad. Las mismas clientas de siempre.

Luc vuelve a detenerse, saca el lápiz de su boca, escribe rápidamente en el papel. Su frente está ligeramente arrugada debido a la concentración.

—Eres tan comunicativa… — suspira con deje dramático.

Me esfuerzo por apartar la mirada.

—En serio. Nada especial ha pasado. No es como si un genio mágico me hubiera concedido tres deseos para arreglar las cosas en mi vida ni nada parecido.

—Ya — entorna los ojos —. Hoy te he visto más distraída de lo normal, sé que algo debe ir mal.

—¿Y crees que es el trabajo?

—¡Lo sabía! Está viendo alguien — se acerca con su cara sonriente, sus ojos brillan anhelantes de información —. ¿De quién se trata? ¿Lo conozco? ¿Qué tan caliente y sexi es? ¡Cuenta, chica, cuenta!

Frunzo el ceño en su dirección.

—No estoy viendo a nadie.

—Eso quiere decir que sí — repite, su sonrisa se ensanchada.

—¿Es qué tengo que jurarlo en sangre?

¿Qué demonios le picó? Mi última relación fue hace un año, más o menos. Y desde entonces, he tenido una sequía sexual total. Ni ligues de una noche, ni pretendientes… me las he apañado sola con mi vibrador. Aunque no pienso decirle eso, ni en un millón de años.

—Sí, debes — levanta la palma de su mano para señalar dónde debo hacer el corte—. Ahora dime de quién se trata, a lo mejor te ayudo a preparar el terreno con tu hermano.

Blanqueo la mirada, entretenida.

Sí, tengo un hermano sobreprotector. Pero no lo culpo, por un corto momento en nuestras vidas jóvenes, solo fuimos nosotros dos contra el mundo. Él me protegió de cosas malas y le debo mucho por ello. Me ayudó cuando estuve en problemas y me sostuvo cada vez que me derrumbaba. E incluso ahora, sigue siendo protector conmigo. Lo amo, pero a veces eso me agobia.

Vuelvo a desviar la mirada y la poso en Luc. El centro de la habitación y, con algo de miedo, admito que incluso se está volviendo el centro de mi atención. Él toca, para, ladea el rostro, saca el lápiz de entre sus labios y escribe. Vuelve a tocar, se pasa la mano por la mejilla, frunce el ceño pensativo, aprieta los labios mientras cambia algunas cosas y otra vez de vuelta a la melodía. Es absorbente verlo. Me deslumbra y me siento abrumada por ello… no es bueno quererlo y a la vez se siente tan bien.

¿Cómo un corazón puede estar tan dividido de anhelos y temores?

—Ah, así que de eso se trata...

—¿Qué?

Señala disimuladamente en dirección a Luc.

—¿Ya te has dado cuenta de lo que sientes por él?

Si no hubiera estado sentada, estaría de culo en el suelo en este momento.

—¿Disculpa?

—Por Luc — rueda los ojos —. Ya sabes, el que se supone es tu amigo pero con el que quieres tener más que amistad…

Abro y cierro la boca, varias veces, sin saber que contestarle.

Natalia me mira con una chispa de humor y altanería.

—Perdí la apuesta el mes pasado — se encoge de hombros. ¿Pero qué diablos…? —. Perdí esperando que te dieras cuenta que tu relación con él había cambiado hace mucho — suspira y sacude la cabeza —. Aunque es bueno que al fin te decidieras — me sonríe, tocando mi brazo —. Estoy completamente de tu lado, así que solo debes decirme como y cuando fue que te diste cuenta y si ya has hablado acerca de con él.

—No puedo creer lo que me has dicho — farfullo, indignada.

¿Qué demonios es eso de una apuesta con mi nombre? Le lanzo una mirada cortante que no surte efecto. Ni se inmuta.

—Que sepas que fue bastante dinero.

—Ustedes realmente son…

¡Oh, Dios! ¿Qué clase de amigos tengo?

—Relájate — se ríe y empuja mi hombro juguetonamente —. Todos están de tu parte.

—¿Es un consuelo?

—Para nada. Solo demuestra que tenemos más fé en ti, que en él.

Reprimo un gruñido. No ayuda nada a mi causa saber que todos mis amigos sabían que estaba enamorada de Luc. Tampoco es como que importe ahora. Nos hemos distanciado desde que llegó de la gira. ¿Será que eso le dio una señal? ¿Estará molesto? No he cortado de raíz la relación, pero me he mantenido a una distancia prudente. ¿Será la locura un efecto colateral del amor?

—Deberías hablar con él — susurra.

Aparto nuevamente la mirada de Luc. ¿Cómo es que siempre termino con los ojos en él?.

—¿Lo crees?

Odio la vacilación en mi voz, pero estoy aterrada.

—Claro — sonríe, dándome ánimos—. Mereces salir de la incertidumbre del corazón. Y él merece saber que lo amas.

—¿Lo merece?

—Tal vez no. Pero tú, sí. Mereces ser libre y él no va a dejarte en libertad tan fácilmente.

—¿Por qué lo dices? — cuestionó, arrugando la frente.

No contesta, solo sonríe. Así que, en cambio, pregunto;

—¿Cuándo?

—¿Por qué no ahora?

Alzo las cejas.

—¿Ahora…, ahora?

—Estás protegida — lanza un guiño, mientras se levanta —. Si hace algo mal, podré golpearle en las pelotas. Si hace algo extremadamente bien… — se encoge de hombros con su media sonrisa sugerente —, me tendrás aquí deteniendo a tu hermano y a tu padre, para que no lo golpeen en su bonito rostro.

—No creo estar lista.

—Lo estás. Solo hazlo — anima, luego rodea el sofá para ir hasta la cocina.

Trago en seco y me enfrento al hombre detrás del piano.

El hecho de que sienta las tripas cómo en una licuadora, ¿es culpa de que quiera revelar la verdad, de que esté a punto de revelarla, o de que me da miedo que la sepa?

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