¡Maldita sea! Soy un mar de nervios mientras intento ordenar mis ideas. Debo levantarme, caminar, conversar y decirlo. En ese orden, sin más ni menos. Me obligo a recordar que no debo gritarlo, no debo parecer alterada ni debo sorprenderme si algo no sale como lo espero… porque realmente no debo imaginarme a Luc poniéndose de pie, hincándose la rodilla en el piso, tomando mis manos y prometiéndome un «para siempre». Eso no sería propio de Luc. Tal vez de mi idealizada mente, pero no de él. Luc no es un hombre que se enamora o de una relación duradera, ¿será por eso que estoy hecha un mar de extremidades temblorosas? ¿Qué es más terrorífico; saber que no me ama o intentarlo y arruinarlo para ambos?Mierda. Debo dejar de pensar y actuar de una vez. Dejo el botellín de cerveza sobre la mesita a mi lado e intento levantarme, pero me detengo de sopetón. Él se peina el pelo con los dedos, dejándolo más desordenado. Escribe algo con rapidez, se está mordisqueando la esquina del labio mi
Me reúno con el personal en la sala de empleados para un merecido descanso. Mi apetito anda perdido por algún lugar de la galaxia y, en cambio, solo me queda ansiedad para reemplazar el hambre. Aún así, me obligo a comer un par de galletas de avena y chocolate del tarro comunitario, mientras acompaño a las demás con un café. El trabajo me ha ayudado a sobrellevar los días desde el domingo. Trabajar duro es lo que mejor se me da, me distrae, me cansa y evito pensar en cosas que no debo. Sin embargo, estaría mintiéndome aún más si dijera que mi mente no divaga de vez en cuando.En tres días en los que he eludido a Luc, de todas las maneras posibles, me he convertido en un avestruz. Un cobarde avestruz que esconde la cabeza para no pensar en él. Y el hecho de que casi nos besáramos agrava aún más la situación de engañar a mi cabeza, y corazón, de no querer verlo. Pero, ¡Maldita sea!, quiero saber de él con urgencia y lo quiero a lo de ya. No me importa si solo es para saludarlo, quie
Una voz masculina que conozco más que cualquiera, hace que alce el rostro de la sorpresa. —¿Qué haces aquí? — pregunto levantándome de golpe. —Dije que vendría — declara y le sonríe a mis chicas. Frunzo el ceño y doy un vistazo a mi reloj de pulsera: no han pasado ni veinte minutos desde que me ha escrito. Y ni siquiera aún dan las seis.Lisa y Tita se levantan y casi hacen reverencia al verlo. Ambas están juntas y sonríen tímidamente a la sonrisa encantadora que él les dedica. Sí, es el maldito Luc Cox. ¿Es qué acaso es la primera vez que lo ven?Las miro a ambas y ellas, captando el claro mensaje de advertencia silencioso, se disculpan y salen de la habitación con torpeza, no sin antes dedicarle caídas suaves y nerviosas de pestañas al rockero guapo, sexy y encantador que tengo delante. Sí, es Luc Cox. Sí, su maldita banda está dominando el mundo entero. Sí… ¡Maldita sea, sí, estoy deslumbrada por él!—Si mal no recuerdo, te prohibí venir — le increpo y me acerco a él, quedand
Luc acorta la distancia conmigo y me arrebata el teléfono de las manos, acabando la llamada casi con violencia. —¡Hey! — alego e intento quitárselo, pero es inútil porque aleja el aparato con rapidez—. ¿Pero qué demonios te pasa?—No, Claire ¿qué diablos pasa contigo? — me increpa de mal humor. Su voz dura me hace dar medio paso atrás. Su ceño fruncido podría ser fácilmente el reflejo del mío.—Es mi móvil y si no te diste cuenta, estaba hablando con alguien— tiendo la mano para que me lo devuelva, pero no hace caso. —Escuché su nombre, Claire — gruñe.—¿Y eso qué? —¿En serio quieres que esté tranquilo mientras hablas con ese gilipollas? — masculla y se pasa una mano por el pelo con clara frustración. Lo miro desconcertada.—¿Qué tiene que ver eso ahora? — cuestiono, con las manos en la cintura —. Me estaba llamando a mí, no tiene que ver contigo. Me observa de arriba a abajo con frustración y clara sorpresa, como si estuviera delante de otra persona. Casi puedo ver el fuego en
—Entonces… — susurra Natalia. Mientras lleno mi copa de vino pasando de su mirada preocupada —. ¿Vas a quedarte toda la noche bebiendo? —No, solo hasta que el — señalo mi pecho, en dirección a mi corazón —, esté lo suficientemente adormecido como para no sentir nada y poder irme a casa. —En ese caso la llevas cruda. Te saldrán raíces sentada. De fondo suena un replay de jazz instrumental y el bar al que he venido por años, se mantiene tranquilo. Todo aquí es de estilo industrial, privado y ubicado en un sótano. La barra de madera oscura donde estoy sentada con Natalia casi está desierta y en los reservados y mesas, apenas hay unas cuantas personas. No hay ruidos energéticos ni conversaciones a alto volumen. Aunque, con una botella de vino en el cuerpo, y media más que me estoy embutiendo, no sabría decir si realmente es así. Pero no creo que importe luego de lo que ocurrió en la boutique. Me sentí herida, enojada y muy humillada. Luc se marchó nada más darle la espalda, cerrando de
Sabrina me mira sentada desde el borde de su cama. Su reflejo es claro y pensativo, mientras me observa con los brazos cruzados y su rostro ligeramente ladeado. Me está poniendo de los nervios. Dejó la barra de labial sobre el buró, atuso mi cabello corto, que está justo a pocos centímetros de mis hombros, y me paso la mano por la tela del vestido azul marino ajustado con escote asimétrico. —¿Qué tal? — pregunto, volviéndome sobre mis tacones de infarto. —¿Te digo la verdad o te miento? Blanqueo la mirada y me dirijo al tocador para empacar lo necesario en mi diminuto bolso de mano. —La verdad. Siempre la verdad — respondo, dándome un repaso de nuevo en el espejo y acomodando la corta y delgada gargantilla de oro blanco, con el dije de una solitaria y pequeña estrella. Me gusta mirarla, mucho más porque él me la ha regalado. Es un toque especial que pienso llevar a la fiesta de hoy con orgullo. Es la respuesta a mi propio pequeño secreto. Una señal que llegó hace algunas
Three está a rebosar de personas. Todos entusiasmados bailando en la pista, con la música a alto volumen, o bebiendo por la celebración que se lleva a cabo. Me paseo por la orilla del segundo piso sosteniendo una copa de champán en mi mano y pasando los dedos sobre la barandilla de metal pulido con la otra, mirando atenta la pista de cristal y luces de colores que cortan el rostro de las personas eufóricas que bailan, gritan y ríen. Suspiro, por enésima vez, pesadamente y me detengo a la mitad del piso. Las conversaciones aquí arriba son variadas y energéticas, pero no me apetece unirme a ninguna. Es más, las ansias que he traído se han multiplicado por montones, al igual que las llamadas de Tristán. Miro a mi alrededor y camino a la terraza, donde algunos pequeños grupos de personas disfrutan bajo la noche estrellada de la fiesta. Todo es ánimo, glamour y furor, pero para mí todo se ha resumido a los nervios. No he podido verlo aún, pero sé que está aquí porque he escuchado hablar
Mierda. ¡Reacciona, Claire!Mi cuerpo está paralizado. El horror me consume. Intento mirar a mi alrededor, pero todos se encuentran detrás de nosotros hablando animadamente, nadie está cerca. Quiero gritar, en serio quiero hacerlo, pero nada en mí coopera. —He estado viéndote pasear. Estabas tentándome, nena. Estabas pidiendo esto a gritos, ¿no es así? — él aprieta mi pecho y jadeo.Intento apartarlo, alzo las manos para empujarlo, pero él malentiende mi movimiento y separa la otra mano del barandal para meter su mano bajo el dobladillo de mi vestido y tocarme por encima de las bragas. —Basta — me remueve, inquieta. No lo quiero tocándome. No quiero sus dedos en mí. —¡Basta! — exhalo, con las lágrimas desgarrando mi voz. —¡Quédate quieta, puta de mierda! — exclama en mi oído. Me remuevo entre sus brazos, empujándolo con todas las fuerzas que puedo. Pero es inútil. ¿Es que la gente no se da cuenta de lo que pasa? ¿Nadie ve lo que me está haciendo?Me armo de valor para gritar.