EN LAS GARRAS DE LA BESTIA
EN LAS GARRAS DE LA BESTIA
Por: Ría Luxuria
Prólogo: Esto es solo un sueño

«Bastardo» pensó con la cólera bullendo en su torrente sanguíneo.

Él sabía que corría peligro en ese instante, pero era todo un logro hilar dos pensamientos coherentes; su cuerpo ardía de deseo, hormigueaba con la necesidad, y toda su fuerza se iba en contener esas emociones viscerales que lo estaban consumiendo.

―Debo salir de aquí ―se dijo a sí mismo en un minuto de claridad que se desvaneció tan rápido como una exhalación.

Su vista era torturada, sentía como si estuviesen clavando agujas ardientes en sus ojos; la música sonaba con tal el fragor que creyó que se le iban a reventar los tímpanos; el más leve roce se replicaba en cada poro de su piel, desencadenando una corriente de placer doloroso.

En lo único que podía pensar era en atacar, morder y… aparearse. Bullía con una exasperante necesidad de encontrar a una hembra.

«Concéntrate.»

El estimulante que dejaron en su bebida estaba especialmente diseñado para hombres como él, para exacerbar sus más básicos instintos y despertar a la bestia que se encontraba bajo su piel.

«Un espacio privado» pensó durante el segundo en que sintió que su visión se oscurecía, perder su sentido de la visión humana era una clara señal de que se hallaba al límite, pronto sus ojos pasarían a ser los de un depredador. «Uno de los cubículos VIP del tercer piso» recordó «es el mejor lugar».

Sus pies se movieron con dificultad, dentro de su ser se libraba una guerra en el sentido más literal de la palabra, una parte de él deseaba soltar todas las inhibiciones y lanzarse como un depredador salvaje a cazar en ese mar de personas que bailaban al son de la música sensual; la otra, procuraba contenerlo con todas sus fuerzas.

―¡¡Encontraré al bastardo que hizo esto y lo mataré!! ―musitó entre dientes.

La excitación se mezclaba con el dolor; podía sentir la increíble y casi incontenible necesidad de estar con una mujer, al mismo tiempo que cada músculo de su cuerpo se expandía y contraía preparándose para cambiar, haciendo que el corazón le latíiera con fuerza, de forma tan estruendosa. 

Logró alcanzar el tercer piso, pero sus rodillas cedieron a su peso; muy rápido iba desapareciendo el placer y solo quedaba atrás el dolor. Se tomó la cabeza con fuerza mientras se doblaba sobre su estómago, conteniendo así el gruñido animalesco que pugnaba por salir.

«Solo un poco más» rogó a los cielos. Nada más necesitaba llegar a uno de los cubículos privados y encerrarse allí. «Un par de metros, solo dos metros hasta la puerta…»

Cerró la puerta tras de sí, desplomándose en el suelo, solo para enrollarse en posición fetal a los pocos segundos, justo en la entrada. Si empezaba a transformarse allí, no habría problemas, nada más tendría que concentrarse en surfear las olas de adrenalina para volver a la normalidad sin perder la cordura. 

No perdería el control, no asesinaría a nadie…

En especial no arruinaría su imagen, ni la de su familia.

―¿Estás bien, guapo?

Era la voz más dulce que había escuchado, abrió los ojos de inmediato, se incorporó con rapidez y se alejó la más que pudo hasta el extremo más lejano de la habitación.

«No había nadie aquí, lo comprobé cuando entré» pensó con preocupación.

Aspiró el aroma del cuerpo femenino, una fragancia suave que sintió como una brisa primaveral. La mujer frente a él vestía con un disfraz de ninfa, una túnica de oscura seda transparente que dejaba ver las curvas de su cuerpo, sus partes más delicadas estaban disimuladas bajo el bordado de perlas del atuendo.

Una larga cabellera roja caía alrededor de sus hombros, en hermosas y cuidadas ondas; sus pies estaban descalzos pero en torno a ellos y subiendo alrededor de las pantorrillas se anudaban largas cintas de color dorado que contrastaban contra la tela negra de la falda que estaba hecha jirones. Ese mismo estilo corría por sus manos, muñecas y brazos, confiriéndole un aspecto algo salvaje.

«Una ninfa oscura… una bruja salvaje de la noche...»

Ella se acuclilló frente a él, su sonrisa era diáfana y la mirada denotaba un profundo entusiasmo.

―¡Waaoo! Tus ojos brillan ―remarcó la joven mujer―. Son sensacionales.

«Más hermosos son los tuyos» respondió en su cabeza.

―¡Gracias! Aunque el color marrón es muy común ―respondió ella.

No tuvo tiempo de preguntarse qué estaba pasando; el therion volvió a la carga con mayor fuerza, aullaba, gruñía y se desesperaba. Pudo sentir su deseo y necesidad, esa mujer frente a él era todo lo que estaba esperando, incluso antes de nacer. Estaban destinados a estar juntos, su sola presencia hizo que respirar fuese más fácil. Incluso aclaró un poco sus pensamientos, permitiéndoles racionalizar la situación.

Apretó los puños con fuerza, haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban y lanzó una advertencia.

―Vete ―ordenó con voz clara y profunda―. Es peligroso… ―explicó, convirtiendo su tono en un susurro ronco estrangulado―. No quiero hacerte daño… si no te vas, yo…

―¿Tú? ―inquirió ella con curiosidad.

―Podría lanzarme sobre ti… ya no puedo contenerme más… márchate… ―Se sostuvo la cabeza con una mano mientras lanzaba esas afirmaciones. Todo dolía demasiado, incluso el leve roce del aire acondicionado hacía escocer su piel.

―Entonces no te contengas ―ofreció la mujer, estirando su mano para acariciar el mechón de cabello que caía sobre el dorso de la mano masculina―, podemos hacer lo que tú quieras… ―invitó con una voz dulce y divertida.

―Podría lastimarte… ―negó con fiereza, sin embargo, el therion gruñía de frustración, la bestia rasgaba con sus zarpas la poca cordura que le quedaba, en ese instante luchaba contra él para estar con aquella mujer―. Incluso matarte…

―No lo harás ―aseguró ella, él levantó la vista confundido y la observó, era como si un halo dorado surgiera alrededor de su cuerpo, su sola presencia apaciguaba a la bestia, y eso conseguía que se aliviara el dolor.

El therion aulló, era el sonido que cada uno de ellos esperaba…

Su corazón se detuvo exactamente un latido.

«Ama…» susurró la bestia dentro de su cabeza.

―Bashert ―musitó él, con una voz cargada de anhelo.

―Incluso si llegaras a hacerme algo ―dijo la mujer pelirroja inclinándose hacia a él― nada pasará. ―Lo besó en los labios, él solo soltó un gemido lleno de alivio, el dolor desapareció como si una suave ola hubiese lavado todo su cuerpo con agua tibia. Sus labios eran aterciopelados, su aliento embriagador similar una copa del vino más dulce, y su lengua escondía promesas ardientes una vez que se enroscó alrededor de la suya. La mujer se separó solo un poco llevándose con ella la voluntad de vivir, necesitaba más, deseaba mucho más… Con la boca aún encima de él, musitó―. Porque esto es solo un sueño…

«Solo un sueño…» repitió él en su cabeza.

―Sí, solo un sueño…

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