Muñeca de la Mafia.
Muñeca de la Mafia.
Por: MissPeregrine
Capítulo 0.1

Capítulo primero.

Kisha estaba vacía, vacía de cualquier emoción.

Después de todo se había encargado de robarle hasta el más pequeño vestigio de inocencia, lamentablemente demasiado brutal como para dejar cicatrices tanto físicas como psicológicas.

Lanzó un suspiro al aire, intentando no pensar en un pasado que no le traía nada más que dolor y miedos que aún latía en su interior.

Observó, entre la bruma del puerto, la pequeña construcción de madera que albergaba a su presa de la noche.

—Me encargaré de los guardias, esperen mi señal para poder entrar.

Sus hombres asintieron con la cabeza antes de verla perderse en medio de la bruma.

....

Al ingresar a la casa, con los guardias ya muertos, Kisha se encontró con una mujer trepada al regazo del viejo Tolstoi. Sin ser vista avanzó hacia ellos, tirando del cabello de la mujer hasta dejarla desparramada frente a ella.

Tomó el arma en su costado, apuntando directo a la cabeza.

Muy en el fondo de su podrido corazón sintió pena por la muchacha que la observaba con el miedo impregnado las retinas a rebosar de lágrimas no derramadas. Lastimosamente en este trabajo no se podía dejar ningún cabo suelto, hacerlo significaba firmar su sentencia de muerte.

Sólo tenía dos opciones, matarla, o cortarle la lengua junto con las manos para que no pudiera comunicarse, en ese caso la prostituta sufriría más, le estaba haciendo un favor.

—Elegiste una mala noche para involucrarte en este mundo.

Sin remordimiento alzó el arma apuntando directo a la cabeza y disparó. El cuerpo sin vida adornó el suelo de madera comenzando a mancharlo con el líquido vital.

Tolstoi pegó un chillido agudo mirándola con miedo, Kisha ni siquiera parpadeo, avanzó hacia el escritorio esquivando el cuerpo semidesnudo, guardó el arma nuevamente en su funda y se sentó.

—Ahora que no tenemos testigos, charlemos querido, Nicolai.— la sonrisa cargada de maldad que se extendió por sus labios carnosos hizo temblar al hombre provocando una satisfacción reconfortante en ella. —Cuéntame, ¿Cómo vas con la búsqueda del cargamento que se perdió en aguas neutras?.

Enciende un Marlboro dando una profunda calada, el aroma del tabaco siendo consumido inundó la oficina.

Nicolai trago con dificultad.

—Señorita Ivanova estoy haciendo lo posible por dar con su paradero.

Kisha sabía que mentía, ese cargamento había sido entregado a los italianos dos días antes de salir del puerto ruso.

Decidió divertirse un poco más, no lo mataría aún. Traspasándolo con sus frías retinas celestes observó con deleite el movimiento casi imperceptible que realizó el viejo con su mano izquierda. Sabía que estaba presionando el pequeño botón bajo el escritorio de roble, con la intención de alertar a los guardaespaldas de su presencia.

—No te molestes, Tolstoi. Tus grandulones italianos no van a poder salvar tu gordo trasero. En este momento deben estar viajando al Hades con una bala incrustada en la frente, cortesía de los hombros que tengo fuera.

Le quitó importancia al hecho con un movimiento desdeñoso de su mano. Disfrutaba ver como el viejo asqueroso comenzaba a sudar gracias al nerviosismo.

—No se de que habla señorita.

La voz salió de entre sus finos labios en un susurro tembloroso, Kisha chasqueó la lengua negando con la cabeza. 

—Odio las mentiras, Nicolai. Y tú precisamente no estás muy familiarizado con ese arte. — apago el Marlboro contra la madera. Se había acabado el juego. Con lentitud extrajo un filoso cuchillo de su costado, comenzó a jugar con él apoyando la punta plateada resplandeciente en la llamada de su dedo sin hacer presión. — ¿Sabes lo que les sucede a los corderos que juegan a ser leonés?.

Lo observó fijamente con frialdad, la atención del vejestorio no estaba puesta en ella, sino en el resplandeciente acero en sus manos.

—Yo...No, no lo sé.

Afloja el nudo de su corbata con manos temblorosas, el sudor bajaba por la frente arrugada perlandola de gotitas. Kisha se paró con lentitud del asiento, avanzando hacia el cuerpo cargado de miedo, cada paso que daba el cuchillo en sus manos dejaba una línea en la impoluta madera, debido a la presión que está ejercía en él. No se detuvo hasta rodear el sillón de cuero donde se encontraba Nicolai quedando a su espalda. El viejo se tenso e intentó pararse, Kisha fue más rápida tomando un puñado de cabello cano en su mano libre y tirando hacia arriba dejando el cuello expuesto, al filo de acero fue colocada en un extremo de la carne blanda.

—Pues pierden la cabeza.

Le susurro al oído, con un ágil movimiento horizontal corto con profundidad la piel. Líquido carmesí le empapo los guantes negros de piel.

Tolstoi dirigió las manos desesperadas a la profunda abertura, intentando parar la hemorragia, fallando. 

Kisha sentía el gorgoteo del viejo ahogándose con su propia sangre, no tuvo que esperar mucho hasta que el cuerpo sin vida dejó de moverse.

Soltó la cabeza con asco y se dispuso a culminar su tarea.

Diez minutos después salió por la puerta de madera, sus hombres las esperaban fuera.

—Pongan esto en una caja, que el bastardo de Lombardi lo reciba como advertencia de que no meta su asqueroso culo donde no lo llaman.

Les tendió la cabeza desmembrada del viejo Tolstoi sin siquiera tener una mueca de asco en su rostro. Maxim la tomó con el rostro pálido, el otro grandulón no contuvo la impresión dejando el contenido de su estómago regado en el piso de madera.

Kisha sonrió.

—Muy buen trabajo muchachos, es todo por hoy, pueden retirarse. Y tú, Tamar, no seas tan nenaza, si quieres permanecer en este mundo deberías tener un mejor estómago.

Le dedicó una mirada helada, la única que tenía, y se dio la vuelta rumbo al coche negro que se encontraba camuflado a la salida del puerto.

***

Freno el coche frente a la mansión de su familia, con un nuevo cigarrillo en mano se adentro en el lujoso recibidor.

Se dirigía con pasó tranquilo hacia la escalera del segundo piso que la llevaría a su habitación, el cigarrillo quedó tendido en la comisura de su labio dejando sus manos libres se dispuso a quitar los guantes ensangrentados, la voz a su espalda corto aquella tarea. 

Resignada, Kisha se dio la vuelta para observar a su madre, la cual la veía con horror.

Se imaginó el porqué, no sólo tenía las manos salpicadas del líquido vital, su rostro pálido estaba tan o más manchado que sus guantes.

—Kisha...

—No empieces, mamá. No estoy de humor. ¿Qué quieres?.

La corto andas de que soltara uno de sus largos discursos. Nikkita no estaba de acuerdo con el trabajo de su hija. Le había dicho una y mil veces lo desagradable que era para ella observar a su hija sumergida en la oscuridad de la mafia rusa.

Kisha no le hacía caso, tres años antes ella pensaba lo mismo, hasta que le arrancaron con crueldad el derecho a tener una familia, hijos. Desde ese momento se había convertido en un ser frío, sanguinario, una máquina de matar sin sentimientos.

—Ven al salón. Hay una sorpresa para ti.

Rodó los ojos siguiendo el esbelto cuerpo de su madre por los pasillos, no apagó el cigarrillo, se aferró a él como el mejor antiansiolitico, cuando llegaron al salón la mirada de su padre se cruzó con la suya.

—Está hecho. Le mandé un regalito de mi parte a Lombardi, espero que no te moleste.

Comentó saludando con un asentimiento de cabeza a los demás miembros en aquella sala. Estaba tan distraída observando a su padre que no divisó el cuerpo en una esquina, tenso por la sorpresa y el horror.

Su padre la observó fijamente, en las retinas el orgullo estaba plasmado, ondeando como una bandera de victoria al viento.

—¿Puedo saber que?.

—Una caja. — sonrió maliciosa. — Con la cabeza del viejo Tolstoi dentro.

Su madre lanzó una exclamación horrorizada, acompañada por las dos mujeres restantes en la sala.

Soraya y Alina Morozova. Mujer de su tío e hijastra de este. Dos arpías a las que no soportaba.

—¡Tú haz rebanado la cabeza de ese hombre!—Nikkita observó su rostro con dolor, dándose cuenta del porqué las manchas carmesíes adornando su piel. —¡¿En qué te has convertido?!, ¡Se que fue duro para ti lo que te hicieron, pero no es excusa para convertirte en un monstruo!.

Kisha apretó la mandíbula, la sala quedó sumergida en un tenso silencio. El trío de Mujeres la observaba horrorizada, los dos hombres frente a ella con una mueca de tristeza en el rostro ante el comentario de Nikkita y aquel tercer miembro masculino oculto en una esquina no podía quitar la incredulidad de su cuerpo.

—Si me has llamado para reprocharme el rumbo de mi vida me retiro a mi habitación. Ni en un millón de años sabrás lo que yo viví, nunca.

Comenzó a girarse, dispuesta a internarse en su habitación y darse una relajante ducha.

—Te han llamado por mi. Nos volvemos a encontrar, muñequita.

Su corazón se saltó un sinfín de latidos antes de comenzar a bombear nuevamente con fuerza.

Kisha clavó los ojos en aquella figura que avanzaba hacia ella con seguridad.

«Esto no puede ser.»

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