Capítulo cinco. La semilla de duda

Los siguientes días, Emma trató de no cruzarse en el camino de Ryan. Ya era bastante malo que en breve estarían viéndose y viviendo juntos todos los días por los próximos seis meses que deseaba aprovechar las horas de libertad que le restaban.

—Voy a echarte de menos, mi princesa, pero sé que tienes que volar por tu cuenta y sé que lo harás bien —dijo Natasha mientras ayudaba a Emma con las maletas.

—Voy a llamarte todos los días, mi cielo, te lo prometo.

—Lo sé, pero no será lo mismo, cariño.

—No me iré para siempre y vendré a penas el trabajo me lo permita —dijo dejando de lado las maletas para abrazar a su madre.

—Quiero irme contigo, como cuando fueron a abrir la sucursal en Florida —Natasha hizo un puchero. Esta era la segunda vez que se separaba de Emma, la única diferencia es que ahora lo hacía por trabajo y no por miedo a que algo malo le sucediera.

—Entonces papá seguía a cargo de todo, solamente fui para hacer acto de presencia y aunque lo niegue, fue Ryan y él quienes hicie
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