Capítulo 5. ¿El Don?

Enzo Marchetti                              

El humano Lennox ingresa a mi oficina con su rostro enrojecido, no dejo de mirarlo y vislumbro en sus ojos un profundo odio hacia mi persona.

         —Signor Marchetti, non può fermarlo. (Señor Marchetti, no pude detenerlo) —la preocupación en el rostro de mi secretaria es bastante notable.

         —No te preocupes, me encargaré del señor, —asiente y se retira cerrando la puerta—¿Qué lo trae por aquí? —pregunto.

         —¡No se haga el estúpido conmigo! —grita.

         Es el humano más estúpido que he visto en toda mi vida, no entiendo cómo se atreve a gritarme sabiendo que lo tengo tomado de los testículos y que con una sola orden puedo hacerlo desaparecer de la faz de la tierra.

         —Señor Lennox, ve en mi rostro algún indicio de que estoy enterado de alguna situación suya, —se queda mirándome.

         —¿Dónde tiene a mi hija? —pregunta.

         —No tengo a su hija, —respondo con seriedad—Usted y yo tenemos un acuerdo, no me acercaría a ella hasta que pasen dos días de su cumpleaños, —le recuerdo.

         —Mia, se encuentra desaparecida desde ayer…

         —Y supuso que yo la había secuestrado, —interrumpo—Le informo que no soy su captor y que cumplo mi palabra, señor Lennox, espero y encuentre a su hija, ya que usted está muy endeudado conmigo, —le digo. 

         —Solo usted puede ayudarme a encontrarla, por favor, ayúdeme, —suplica.

         —¿Qué puede hacer un simple empresario como yo? —Cuestiono—Espero encuentre a su hija señor Lennox y de ese modo cumpla su parte del trato, —me concentro en la pantalla de mi computador y lo último que escucho de su parte es un suspiro, ya luego la puerta de mi oficina cerrándose.

         Después de varias horas de trabajo le doy instrucciones Akor para que compre a la humana y la lleve a mi mansión en Umbría, no quiero dar explicaciones a Kristin de lo que hago, ya que me hago la idea de que estará rellenándome de preguntas de la cuales no tendrá respuesta.

         Hoy debo viajar por negocios y regresaré en dos días, espero la humana se comporte o de lo contrario tendré que volver más pronto de lo que pensé.

Mia Lennox

          No me quedo de otra que dejar que aquel doctor de edad avanzada revisara mi cuerpo, no me dio vergüenza que me viera desnuda, ya que como modelo pase por situaciones similares. El hombre fue muy educado y profesional, no me dirigió mucho la palabra y por su seguridad tampoco hable más de lo necesario, no soy estúpida y sé que si le pido ayuda su vida puede correr peligro.

         Después de que el señor se marchara, me trajeron algo de comer y un cambio de ropa, no imagine que una subasta fuera de este modo, ya que la misma chica que me informo de mi situación me dijo que fui vendida y no me quiso dar más detalle de mi comprador.

         Esa noche me escoltaron hasta un jeep, no había nadie dentro más que el conductor. Las puertas se cerraron con seguro y el auto entro en marcha, ni siquiera se preocuparon en vendar mis ojos para llevarme a ese lugar y entendí el motivo. Todo está oscuro y no veo nada del otro lado del cristal, no entiendo como ese hombre puede conducir en la penumbra.

         Las horas siguen pasando y nada de llegar al sitio de destino, no puedo evitar quedarme dormida, es preocupante, sin embargo, me siento agotada. Cuando recupero la conciencia es de día y estoy en una habitación llena de lujos, salgo de la cama e intento abrir la puerta, la cual está cerrada con llave.

         Suspiro y me deslizo por esta, no saldré nunca de este lugar y el misterio me está consumiendo desde adentro, mis padres deben estar muy preocupados. Ahora mismo me siento tan vulnerable y no contengo mis lágrimas, lloro en silencio hasta que alguien intenta abrir la puerta de la habitación.

         Me alejo y la puerta es abierta por una señora de edad avanzada.

         —Buongiorno, segnorina, (Buenos días, señorita) —la mujer creo que ve la confusión en mi rostro.

         —No entiendo, —mascullo.

         —Ah… buenos días, señorita, —dice con una pequeña sonrisa en sus labios—¿Le gustaría desayunar aquí o en el comedor? —pregunta.

         —Solo quiero ir a casa, —susurro, me mira a penada.

         —Lo siento, traeré el desayuno, —la señora se marcha cerrando de nuevo con llave.

         Estoy aterrada por esta situación, sin embargo, no puedo volverme loca y entrar en un estado de ansiedad, no tengo cigarros cerca para controlarme y lo peor que puedo hacer es darle muchas vueltas a este asunto.

Muchas en esta situación estarían gritando que la dejen salir hasta quedarse afónica, sin embargo, esto es algo que no voy a hacer, camino hacia el ventanal y estoy en un segundo piso con vista a una piscina, es hermosa.

         Por lo que veo me encuentro en una mansión, se nota que los mafiosos se dan buenos lujos con dinero ilícito. La puerta de la habitación se abre e ingresa el sujeto de anoche, se me queda mirando y su mirada no muestra ninguna emoción legible. 

         —Señorita Lennox, le traigo esta ropa para que pueda ducharse y cambiar la que lleva.

         —¿Sabes quién soy? —Cuestiono, no responde—¿Eres mi comprador? —pregunto.

         —No, mi jefe llegará pronto, —se limita a responder, él deja las bolsas en el sofá. —Si requiere alguna otra cosa, le puede decir a Yuky, —lo miro con confusión, ya que me habla como si conociera a esa mujer. —La señora que la saludo hace rato, —murmura antes de abandonar la habitación.

         Tomó las bolsas y encuentro un vestido de Carolina Herrera, zapatillas de Versace y bragas de Victoria´s Secret, por lo visto no solo derrochan dinero en casa, sino que también en ropa de marca, camino hacia la puerta que supongo es el baño dando justo al blanco.

         Encuentro todo lo necesario para ducharme, lavo mi cabello y siento que mil años de estrés sale de mi cuerpo, suspiro mientras seco toda mi piel y luego me visto con aquella ropa de marca que han traído para mí. 

         Cuando salgo del baño el desayuno está en la cama, no me preocupo de tratar de saber si está envenenado o si tiene alguna sustancia para dormirme. Tengo mucha hambre para pensar en eso y el aperitivo está exquisito, como todo, y me lleno hasta más no poder.

         La habitación es enorme y no me contengo para revisar la otra puerta encontrando un closet con ropa de hombre, es como ingresar a una tienda y vislumbro en el centro un estante con algunas joyas ¿Quién en su sano juicio deja al sujeto secuestrado en un aposento como este? Pienso.

         El dueño de tales prendas es un hombre enorme, su ropa es inmensa y costosa, le gusta despilfarrar dinero y también supongo que ama los perfumes de Armani, ya que son los únicos que veo aquí y no se encuentran usados, tal vez los compra para decoración.

         «¿Por qué me dejarían en la habitación de ese hombre?» pienso, no veo ninguna fotografía y reviso los cajones encontrando ropa interior, me siento como una acosadora al revisar sus pertenencias, sin embargo, requiero conocer a mi captor para poder escapar.

         —¿Qué mierd@? —pregunto a la nada mientras vislumbro ese cajón lleno de preservativos de tamaño XL, lo cierro rápido y decido dejar de husmear en las pertenencias ajenas.  

         Después de largas horas allí, estoy muy aburrida, nunca imagine que venir a Italia fuera tan arriesgado y que terminaría secuestrada en una lujosa mansión la cual ni siquiera se me permite recorrer.

         —Señorita, —la señora Yuky ingresa con un carrito relleno de comida, creo que me quieren engordar.

         —Es demasiado, —susurro.

         —Coma lo que requiera y el resto puede dejarlo, no se preocupe, —me dice.

         —No me agrada la idea de desperdiciar comida, ¿sabe cuántos niños pasan hambre en las calles? —cuestiono.

         —La entiendo, y sé que hay muchos niños pasando hambre hoy día, sin embargo, el Don da algunas donaciones a fundaciones para que cientos de pequeños puedan comer, tener un techo en donde dormir y recibir una buena educación, —dice.

         —¿El Don? —cuestiono.

         —El jefe, —aclara, no pregunto más.

         La mujer se retira y yo almuerzo sola en la lujosa habitación, no me queda de otra que tratar de comer lo más que pueda, me importa poco si ese Don dona dinero a fundaciones, no quiero que tanta comida se desperdicie, creo que terminaré enfermando por todo lo que llevo a mi boca.

         Desde camarones, langostas y peces de color rojos se encontraban en el carrito, comí de todos ellos y ahora mi estómago me duele, suspiro y me acuesto en posición fetal esperando que el malestar pase.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo