Capítulo 2

PRESENTE

JULIAN CARSON

Tenso la mandíbula, el olor a humo de cigarrillo y a Vodka, hace que mis sentidos se adormezcan, no lo suficiente como para no saber qué es lo que estoy haciendo, la zorra que está de rodillas frente a mí, hace sus mejores intentos para meterse a la boca todo mi miembro, no puede y suelto una carcajada, cansado de ella. Chasqueo los dedos pidiendo un nuevo trago, la música se encuentra a niveles que solo pudren mi mal genio. 

A mi alrededor están siete socios de la empresa familiar Carson, como mi apellido, el venir de una familia tan poderosa me da ciertas ventajas, una de ellas es esta, manipular a las personas para conseguir que se firmen los tratos que nos hará crecer más como empresa petrolera. 

—Apártate —pido a la zorra y esta se marcha con las mejillas teñidas de rojo, por lo avergonzada que está.  

Me subo el cierre de los pantalones, con el gesto camino hacia el balcón, admirando a las perras que bailan sobre una tarima de cristal, están drogadas, todas ellas, nadie las obliga, lo hacen por placer. 

—Disculpe, señor —me dice uno de los meseros más longevos del lugar. 

Volteo a mirarlo de soslayo, sabe que odio que me interrumpan, en especial cuando estoy en la zona VIP. 

—Abajo están dos hombres policías que preguntan por usted —me susurra al oído, la discreción es algo que valoro. 

No le temo a la policía, mi familia la tiene en el bolsillo desde hace mucho tiempo, pero eso no quita el que de vez en cuando quieran jodernos los negocios. 

—Gracias, puedes irte —demando. 

Este se marcha y miro a los hombres que cogen, besan y manosean a las chicas que encantadas con que les den droga, se dejan hacer, no los interrumpo, doy órdenes de que la casa invita a esos idiotas, tomo mi gabardina, la noche es fría, la policía no tiene prohibida la entrada, no obstante, son chicos inteligentes a no adentrarse al territorio de los Carson. 

Para cuando salgo, ellos están en la otra acera, hablando, saco un cigarrillo y vuelvo a fumar, meto una mano dentro del bolsillo de mi gabardina y con arrogancia me dirijo a ellos. 

—¿Qué hace un par de hombres de la justicia en un territorio tan peligroso? 

Los hombres me miran, luego lo hacen entre ellos de hito en hito. 

—¿Y bien? No tengo tiempo. 

Uno de ellos le indica al otro con un ligero movimiento de cabeza, y este se aclara la garganta. 

—Siento traerle malas noticias, pero es necesario que nos acompañe para que pueda reconocer el cuerpo de su hermano Andrew Carson, tuvo un accidente de auto y…

Dejo de escuchar sus palabras en cuanto reconozco, entre todo el balbuceo, el nombre de mi hermano gemelo. La sangre se me pudre al pensar en que ya no respira, ya no está en este puto mundo. 

—¿Me escucha, señor Carson? 

Asiento. 

—Vamos. 

Es todo lo que digo, subo a mi auto, apretando el volante con fuerza, piso el acelerador, no los sigo, me sé el camino de sobra, en el trayecto intento llamarle a mi padre para darle la noticia, el que esté tan lejos de nosotros solo me enfurece más, luego hago el intento por llamarle a Marian, nuestra hermana, tampoco, esa hija de perra es lista y siempre tiene metidas las narices en los negocios de nuestro padre. 

Legando a la comisaría, al lado, yace el enorme y siniestro edificio que consideran morgue, donde seguro está mi hermano, los policías murmuran algo entre sí, uno de ellos empuja al otro y sus juegos me están cansando. 

—¿Ahora qué sucede? —me toco el puente de la nariz. 

—Solo queríamos advertirle que es necesario que esté preparado, el cuerpo de su hermano… —traga grueso—. Bueno, en el accidente el carro explotó, por lo que su cuerpo… está casi todo calcinado y… 

Le lanzo una mirada llena de amenazas, camino y enseguida uno de lo forenses que ya me estaba esperando, se me acerca, me explica las cosas sobre el accidente, dicen que encontraron rastros de botellas de alcohol, cosa que me pareció extraña, Andrew no era de los que gozara de un buen gusto cuando de beber se trataba, entramos a la sala fría, el olor a podrido hace que se me cierre la garganta, me dicen que el rostro quedó irreconocible y al verlo, lo creo. 

El médico tiene que ponerse un pañuelo que cubre su nariz por el hedor, yo no, desde niño estoy acostumbrado a esta m****a, al tiempo que los presentes balbucean cosas que no me interesan, puesto que mi cabeza comienza a maquinar, detallo cada cosa que quedó del cuerpo, la misma complexión, el mismo tatuaje de cuervo en la pantorrilla derecha, todo, llegando a la conclusión de que sí, es él.

Un dolor en el pecho me hace tambalear, la rabia me consume, Andrew no es de los que tiene enemigos, no es como yo, tampoco creo que sea algo planeado por una de las empresas con las que competimos, no, esto es obra de la mafia. 

—Quiere que… 

—Llamaré a alguien, hagan lo propio, mi hermana es quien se encargará de todo, a partir de aquí —dejo claro moviendo el cuello con estrés. 

—Como diga. 

Salgo del lugar, me duele una m****a, la muerte de mi hermano, éramos cercanos, mucho, aunque últimamente no debido al trabajo de la empresa, era menor que yo por dos minutos, aunque siempre parecía que las cosas eran al revés, debido a que era de los pensaba antes de actuar. Entro al auto y sigo llamando a mi padre, obteniendo la misma respuesta desde que se largó a Italia. La mafia italiana es respetada, y con los únicos con quienes tenemos problemas es con los Yakuza, la mafia japonesa que es un dolor en el culo.

Tienen una empresa inmobiliaria aquí, por lo que mis sospechas se hacen enormes al llegar a la casa que era de Andrew, veo los vidrios rotos, la puerta principal forzada y abierta, la policía no se mete en nuestros asuntos y no tiene vecinos hasta varios kilómetros a la redonda, era un ser solitario, aunque eso no le quitaba lo hijo de p**a que era.

Al entrar, todo está en desorden, todo, es como si hubieran buscado algo, saco mi arma, no soy de los que se va a medias tintas, mucho menos cuando se trata de cuidarse las espaldas, me dirijo a la oficina, la cual está peor de lo que imaginaba. 

—Joder. 

Hay retratos por el suelo, papeles, el sofá y todo destrozados, tienen varios navajazos como si pensaran que mi hermano era tan idiota como para esconder algo ahí, entre ellos veo una foto que llama mi atención, la levanto, en él está Andrew abrazando a una chica rubia de ojos azules, no es fea, de hecho es hermosa, pero no es el tipo de mujer con el que los Carson solemos involucrarnos. 

Nuestras mujeres son eso, mujeres con experiencia, de cuero, sin nada de inocencia, y esta chica es todo lo contrario, no la conozco y ya huelo el dulce aroma de la inocencia, la tiene abrazada por detrás de la cintura, intento hacer memoria por si en algún momento la vi en una de nuestras viejas reuniones, donde siempre me presentaba a sus amigas con derechos, nada, es una completa desconocida. 

Dejo la foto de lado, tenso el cuerpo y palpo con mis manos las paredes hasta que encuentro un espacio hueco, toco y de un golpe rompo ese pedazo, Andrew era fanático de los escondites secretos, algo que le salía bien, meto la mano, encuentro un sobre con mi nombre escrito. 

—Chico listo —musito para mí. 

Lo rompo y en el encuentro lo que me parece un drive, una foto de la misma chica rubia y un celular que estaba ligado a su correo, donde le llegaban mensajes y llamadas importantes, se llevaron su ordenador, grave error si piensan encontrar algo, jamás somos descuidados, subo las escaleras y me dirijo a una de las habitaciones que usaba yo cuando venía de visita, debajo de la cama sigue mi ordenador, lo enciendo y conecto la memoria, 

De manera inmediata me arroja los datos, fotos y pruebas encontrando un Déficit bestial por parte de la empresa Royal; manejada por los Yakuza, comienzo a leer los documentos y mis dudas son respondidas. 

—Hijos de p**a.

Cierro el ordenador, mi vena carótida resalta, venganza es en lo único que pienso y en el modo en el que lo lamentarán al haberse metido con nosotros, veo el móvil que descansa en mi mano y lo enciendo, en cuanto la pantalla es iluminada, un nombre aparece varias veces. 

—Emma. 

Con que así se llama la rubia, ha enviado muchos mensajes, no los leo, no me incumbe, también ha marcado, veo un último mensaje de voz y la curiosidad me llama, le doy play y me pongo el aparato cerca de la oreja. 

“Soy yo de nuevo, sabes, por un momento creí que eras diferente, al final resultaste ser como todos los patanes, me dejas sin una explicación clara, así que si has tomado esta decisión, la acepto, solo no quiero que me vuelvas a buscar nunca, no quiero saber nada de ti, y si en algún momento nos volvemos a encontrar, serás para siempre un desconocido para mí, abortaré a este bebé porque no quiero tener nada de ti, mucho menos un recordatorio constante del hombre que ha jugado con mi corazón, Adiós y buena suerte” 

—Pero qué m****a.

Vuelvo a escuchar una y otra vez el mismo mensaje, tratando de encajar las piezas, hasta que me doy cuenta de que mi hermano iba en serio con esa chica, ella es su pequeño secreto, o al menos lo era, dudo que ahora siga metida en las sombras, los Yakuza ya debieron darse cuenta de eso. Nadie tiene a sus putas enmarcadas como trofeo. 

Mi mente da vueltas, Andrew no era de los que se comprometía con nadie, siempre ha sido un infiel en potencia, de los dos, es el más sereno, pero… Miro de nuevo la foto de la chica, sigo sin poder creer que él se haya enamorado de alguien así. Al final, vuelvo a hacerle una llamada a mi padre, esta vez, contesta. 

—Andrew está muerto —es lo primero que sale de mi boca sin dejar de mirar la foto de la rubia. 

Quien sonríe y ahora está esperando un hijo de mi hermano. 

—Lo sé, Marian me lo dijo hace dos horas. 

Un nuevo silencio se apodera entre los dos, igual que lo recuerdo, distante, frío, hostil, su favorita sigue siendo hasta la fecha; Marian. 

—Los Yakuza…

—No metas las narices donde no te llaman —espeta con dureza y cuelga. 

Me callo lo de su posible nieto, la chica se escuchaba afligida y estoy seguro de que tiene que ver con que Andrew la haya dejado para protegerla. 

Vuelvo a marcar esta vez un número diferente, sigo siendo un poco quisquilloso con mi familia, no tengo que esperar mucho, solo dos malditos timbres para que Eduardo, mi mejor amigo, responda. 

—Espero que sea bueno, estaba a punto de follar a una…

—Los Yakuza mataron a Andrew —interrumpo sin darle la oportunidad de hablar. 

—Mierda. 

—Eso es lo de menos, al parecer mi hermano tenía escondida una relación con una chica.

—¿De la mafia? 

—No, no lo creo, al parecer es una chica común y corriente, no tiene nada de especial, de cualquier manera, parece que está embarazada, mi hermano debió pedirle que abortara, espero que no lo haya hecho. 

—En pocas palabras me has llamado porque… 

Miro una vez más la foto de la rubia y tenso la mandíbula con tanta fuerza. 

—Tenemos que encontrar a Emma, así me cueste la vida, mi sobrino, mi sangre, él tiene que estar donde le corresponde. 

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