Capítulo 1

En la actualidad…

Sicilia-Italia.

Bar Esci Se Puoi.

Fabrizio.

¿Cómo debería contar mi historia en estos días? He sido abandonado por las mujeres que han estado conmigo y soy un tipo excepcional que lleva una doble vida. Un mafioso y empresario con clase, solo que el primer título si lo llegas a conocer es porque definitivamente hiciste trato con la gente equivocada.

Durante estos veinte años he trabajado duro para llegar a donde estoy hoy y he luchado por la posición que me ha dado mi abuelo. No puedo decir que soy feliz o que vivo tranquilo. Después de la muerte de mi hermana menor, juré dedicar mi vida a encontrar al hijo de p**a que me la arrebató de mi lado. Recuerdo claramente la promesa que le hice y ya no soy el mismo bambino debilucho que no sabe usar un arma.

—Voy a encontrarlos y mataré a todos los bastardos que nos hicieron esto —le decía, con voz pausada y cansada—. Seré el mejor y el más poderoso mafioso de todo el mundo para poder encontrarlos y hacerlos suplicar por su vida.

Solo me falta encontrarlos…

Y sé claramente que lo haré. Algo que mi madre me inculco fue tener fe y yo tengo fe en mi gente. Lo sé, han pasado veinte años, pero eso no quiere decir que no voy a dar con ellos y hacerlos pagar dejarme vivo.

He vivido fuera de Italia la mayor parte de mi adolescencia, mi madre me envió a Gales a estudiar y supuestamente, a que fuera un deportista reconocido. De hecho, soy bueno en artes marciales y en los negocios.

Sé utilizar el sable perfectamente.

Lo único de todo esto es que nunca pude confiar en nadie y tener amigos.

—¿Hasta cuándo vas a seguir jodiendo tus pensamientos? Te he dicho que ya tenemos todo cubierto y pronto daremos con los asesinos —pregunta el sujeto que me acompaña desde mi juventud.

Él se llama Alessandro De Santis y es mi Sottocapo, nos conocimos en Gales en un partido de rugby. No sabíamos que nuestros padres pertenecían a la misma organización, hasta que les tocó venir a una gala que hicieron en la escuela por los mejores promedios.

La familglia va primero en la Cosa Nostra.  

Alessandro era el típico rebelde que le daban todo, pero no atención. Yo era el desadaptado que había visto morir a su hermana menor y buscaba venganza por todos lados. Así que a los 18 años éramos prácticamente dueños de Gales.

Mi abuelo murió hace algunos años de un infarto y aunque la muerte de mi hermana nos afectó a todos, él se llevó la peor parte. No supe que mi abuelo se había vuelto loco hasta que regresé a Italia y mi padre era quien llevaba la organización. Las cosas en manos de mi padre no funcionaron como deberían, pero hizo lo que pudo.

Era un inexperto… todos éramos inexpertos en ese tiempo.

—No estaba jodiendo mis pensamientos —respondo, viendo como cierra la puerta de su oficina—. Estaba pensando como es que tú dices siempre que somos amigos, pero sinceramente nunca nos hemos sido eso…

—Te conozco y sé que estabas pensando en algo de venganza —se sienta frente a mí—. Pensabas en matar a alguien y sentiste odio por la humanidad —acaricio mi barbilla porque esto estará interesante—, y terminaste por pensar en mí y en lo mucho que me amas —lo miro obvio—. Estás tan agradecido de tenerme en tu miserable vida que temes que venga una mujer y me robe lejos de ti.

—Alessandro… debes estar mal de la cabeza —lo señalo—. Algo te está fallando. No tengo pruebas, pero tampoco dudas —suspiro porque tengo un almuerzo con mi madre—. Si te roban seré muy feliz. Por favor, que te lleve lejos para que respiremos paz y armonía.

—Eres tan cruel… decir que no somos amigos. Mejores amigos por siempre, de hecho. Después de tantos años de amor prohibido —empieza a llorar fingidamente. 

La puerta es abierta sin ser tocada. Alessandro tenía su novela armada y yo miro a la camarera con una sonrisa.

—¿Te quedaste sin manos o algo así? —la chica traga grueso—. Si una puerta esta cerrada es por algo. ¿No ves que tengo una discusión con mi hombre? —mi amigo sonríe, la mujer baja la cabeza avergonzada—. Si vuelve a pasar esto, créeme que las manos que tienes hoy te harán falta en el futuro —me levanto de la silla—. ¿Qué es eso tan urgente que te impidió tocar la puerta?

Levanta la cabeza con cara de miedo.

Ese es el problema de las personas. Cuando hablo o digo algo, se lo toman a pecho, pero me molesta la incompetencia de los trabajadores de este bar.

—Es la hermana del señor De Santis, Don —abro los ojos con sorpresa, Alessandro se levanta de su asiento—. Vine lo más rápido que pude porque ustedes han dicho con anterioridad que la familia siempre es primero —se pone nerviosa, presiono mis labios porque es lenta para hablar—. Se desmayó y la han traído al bar.

—¿Por qué no dices primero lo que es importante? —Alessandro sale de la oficina desesperado—. Me hiciste molestar con tu lentitud —los ojos de la chica se cristalizan—. Me molestan las mujeres lloronas. Está despedida y te lo advierto de buena manera… ni se te ocurra hablar nada de lo que hacemos acá. Te recuerdo que sé quien es tu familia y lo mucho que te ayudamos económicamente.

Le hago señas para que se marche de la oficina y cuando se fue hecha lágrimas, salgo de aquí para buscar a Alessandro y ver cómo está su hermana menor.

Espero que todo esté en orden.

No podemos perder a una hermana más en la organización.

[…]

Hace un mes Alessandra salió de viaje por cosas de la empresa, ella es la encargada de los asuntos de importación y exportación de alimentos. Nosotros tenemos un negocio legal fuera de la mafia y ella, junto a mi madre, son las que hacen las labores que ameriten una cara bonita. Alessandra siempre me ha ayudado a salir adelante con mis problemas. La considero una hermana… ella es muy importante para mí. Mi madre cuando salía de viaje me dejaba con la familia De Santis. Alessandra es una hermosa mujer de 29 años, una italiana de ojos grises y cabello castaño. La mujer perfecta donde la veas y de un carácter que te jodera la existencia.

Pero no entiendo que pudo pasar para que ella se desmayara.

Tenemos personas que se encargan de prácticamente todo. Las mujeres de la organización solo tienen que mostrar su linda cara y hacer acto de presencia en cualquier evento de la sociedad, en nombre de la compañía, para no despertar sospechas.

¿Exceso de trabajo? Tal vez, no lo sé.

Veo a Alessandro junto a su hermana y como de costumbre, los empleados se tensan al verme. Sí, soy un tipo que nadie quiere. La familia De Santis es dueña de este bar, Alessandro lo maneja por tener buenos conocimientos en la sociedad. El negocio de mi familia es manejado por mí, somos la primera empresa de alimentos más grande de Italia.

Los negocios son legales, pero nadie sabe que pertenecemos a la Cosa Nostra.

Quien se entera de quienes somos es porque simplemente pecó.

—¿Dónde está el médico? —pregunta, Alessandro, las personas a su alrededor guardan silencio, sonrío de lado—. No me hagan perder la paciencia. ¡¿Dónde está el jodido doctor?!

—Ya la he atendido, señor —responde un joven en una esquina—. Ella llegó inconsciente y con el pulso acelerado. Al parecer fue drogada, pero recuerde que la señorita De Santis es alérgica y…

—¿Y qué? Para eso estas tú. El único trabajo que tienes es tratar a toda la gente que viene hasta aquí —intervengo mientras me acerco a los hermanos De Santis. 

Alessandra está pálida y parece que está teniendo un placentero descanso. Reviso su pulso y si tiene moretones por alguna clase de forcejeo que tuviera antes de yo volver a hablar.

—Esto parece una casa de acogida para ineptos —suspirando miro al doctor—. En la Cosa Nostra respetamos al personal médico y educadores. Un doctor estudia toda la vida y estoy seguro de que Alessandra puede recibir otro tipo de medicamentos que no sea el que le causa alergias. ¿Acaso eso es motivo para no atenderla y dejarla inconsciente por más tiempo? —pregunto, intentando mantener la calma.

—No es fácil encontrarle la vía y los medicamentos necesarios no están en este bar —responde seco, suelto una carcajada sin gracia—. Yo no le digo a ustedes como deben hacer su trabajo, pero es más que obvio que la señorita De Santis necesita un tratamiento de rehabilitación. Tiene una sobredosis de…

—Que bastardo eres. ¿Ahora mi hermana es una drogadicta? —pregunta Alessandro—. No mereces mi respeto —lo señala—. Lleven a mi hermana a una habitación y traigan a otra persona para que la traten.

El imbécil detiene a mi amigo y lo mira como si estuviera loco.

—¿Qué se supone que está haciendo? Es mi paciente y aquí nadie la va a atender más que yo. No traigan a nadie más, yo puedo ayudarla —insiste el médico.

Veo como Alessandro se suelta del agarre del tipo para irse con su hermana. Suspiro acariciando mi sien.

—¡Ya basta! —el hombre me mira—. El día que te graduaste como médico hiciste un juramento. Debes salvar la vida de la persona sin importar que tan malo o bueno sea —me ve confundido, al ser el Capo di tutti capi, me di cuenta de que tan m****a es el ser humano, pero como médico eso no le debe importar—. Tu deber como doctor es que, si tienes un paciente frente a ti, debes tratarlo. Si ves que no se puede, pide ayuda y entre todos vemos que se hace.

—Eres el menos indicado para hablar de ayuda... hay reglas que se deben cumplir y se debe ir a lo legal y ustedes no...

Me empiezo a reír.

—Yo cumplo las reglas que quiero. Y sí, tienes razón. Soy el hombre menos indicado para cualquier cosa, pero tengo la leve impresión de que se te olvidó quien soy yo. Por alguna razón debes creer que soy un soldato, pero permíteme presentarme. Soy Fabrizio Martilleni, Capo di tutti capi o Don de la Cosa Nostra —el hombre abre los ojos desorbitadamente. 

Es increíble cómo la gente hace que me moleste, suspiro nuevamente y muevo mi cuello de un lado al otro.

—Gracias por prestarnos tus servicios el día de hoy. Ve con el capitán, él te ayudará a encontrar la salida de este lugar —frunce el ceño sin entender—. Bastian se hará cargo de ti, tranquilo que es un buen hombre.

Lo veo marcharse con miedo de este lugar y sonrío porque me parece adorable la situación que se le avecina. Bastian es el capitán de la Cosa Nostra y un excelente mercenario que se sabe camuflar entre las multitudes.

[…]

El médico que me trató cruelmente, fue torturado durante un largo tiempo hasta que logró decir que no diría nada, pero Bastian no hace trabajos a medias, así que bueno… hasta hoy ese doctor vivió. Solo me importa salvar a mi familia y necesito gente eficiente que piense igual que yo. 

Lamentablemente, él, ya no lo era.

Alessandro y yo volteamos a ver a una castaña que empezó a gritar a varios de mis hombres. Hoy debían llegar algunas mujeres que mi amigo secuestró, para que fueran bailarinas. Una mujer de cabellos negros que acompañaba a la chica también comienza a gritar a mis soldados, lo más divertido es que lo están regañando en alemán.

La castaña ve hacia donde estoy yo y nos mira con seriedad, deja hablando solo a mi gente y sale corriendo al vernos.

—¿Qué le hicieron a Alessandra? —pregunta con rabia, señalando la habitación que estaba con la puerta abierta.

—¿Y tú quién eres? —responde con una pregunta Alessandro.

La pelinegra se acerca de la misma manera y alza una ceja al ver la habitación. Alessandra está bien, solo tuvo una baja de azúcar por exceso de estrés.

¿Ellas quienes son? Se supone que deberían ser prostitutas o algo parecido.

Esos ojos…

—Ella nos trajo aquí por asuntos personales —dice la mujer de ojos azules, aguantando las ganas de llorar. 

Odio que lloren, piensan que todo lo pueden solucionar de esa manera. 

—¿Qué asuntos personales puedes tener tú con ella? —ataco, mi amigo me hace señas para que me detenga, ella me ve con confusión y rabia—. ¿De dónde la conoces y como entraste aquí? —parpadea, tragando grueso—. ¿Quieres dinero? Te metiste con la familia equivocada, pero te daré suficiente para que desaparezcas de su vida. Ahora lárgate antes de que te mande con alguno de mis soldados.

Se ríe y suspirando hace puño sus manos. Sus ojos están rojos, pero sin botar una lágrima vuelve a hablarme. 

—Eres un imbécil —me replica muy molesta, su acento alemán se hace más fuerte—. Tengo asuntos con ella que no te conciernen. ¿Quién crees que eres para hablarme así? —alza una ceja, sus ojos azules se empiezan a llenar de rabia—. No tengo que darte explicaciones de nada. Ella es mi querida amiga, grandísimo idiota. Métete tu estúpido dinero por donde no te llega el sol y de aquí nadie me saca. Si te molesta verme no vengas porque de aquí no me voy. 

Me empiezo a reír a carcajadas por su respuesta. La tercera mujer que me habla así… veo a Alessandro que muere por reírse. 

—Hablas muy bien nuestro idioma y no me tienes miedo. No eres tan ignorante como pensé. O tal vez sí, pero el amor por Alessandra te cegó —respondo molesto, volviendo a verla—. No tengo tiempo para perderlo contigo. Tengo una organización que cuidar.

—Olvidé que eres italiano —se burla, la miro obvio—. No eres como Alessandra, se te nota a lo lejos la clase de persona que eres —pasa de largo para ponerse en donde yo estaba—. Es asqueroso conseguir lo que quieres a base de secuestros y dejando sin familia a las personas.

Me conoce muy bien entonces.

Me mira con odio por algunos minutos hasta que Alessandro me dice que nos vayamos de aquí.

¿Quién se cree que es esa pequeña mocosa? Las dos únicas mujeres que me hablan así es Alessandra y mi madre, pero no dejaré que esta recién llegada venga a ponerme la piedra.

Recuerdo quien eras, pero necesito saber que quieres en mi familia porque ahora estás en mi territorio y no te dejaré hacernos daño.

Te haré sufrir si es necesario, pero tú me dirás quién es la persona que asesinó a mi hermana. 

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