El Ascenso

No puedo creer lo que ha pasado el día de hoy, motivo de mi celebración. 

Flashback:

—¡Ring, ring!

El timbre del teléfono de mi escritorio me sobresalta, haciendo que deje de escribir el correo que frenéticamente estaba redactando.

—Sí, señor Navarro — respondo con voz dulce a mi jefe.

—Necesito que vengas a mi oficina, Olivia.

—De inmediato, señor.

Me levanto de la silla tirando un poco de mi falda gris de tubo, que se me sube un poco cuando me siento, que he combinado con una blusa negra y tacones negros y me dirijo a la oficina principal, acudiendo al llamado de mi jefe. Entro sin tocar, como me ha ordenado hacer cada vez que me solicita por teléfono. Una vez dentro, lo encuentro tomándose un café y mirando por la ventana, distraído. El paisaje es asombroso, porque se percibe todo Madrid en la última hora de la tarde.

—Me llamaba, señor — digo con respeto, a la vez que aguardo frente a su escritorio.

Felipe Navarro ha sido mi jefe por tres años y debo decir que es un amor de persona y un exitoso empresario. Me dio la oportunidad de trabajar en su empresa, Offshore Enterprises, una de las más famosas cadenas hoteleras de toda España, que tiene bajo su cargo más de treinta hoteles de lujo. Él mismo la fundó y construyó su imperio desde abajo, lo que le hace ser una persona muy humilde y sencilla.

Cuando recién me gradué de la universidad en Administración Hotelera, duré más de seis meses buscando empleo, sin suerte. Mis buenas calificaciones y cartas de recomendación no me sumaban mucho ante la gran masa de profesionales que competían en el mercado laboral. Por eso, cuando me ofrecieron un puesto de asistente pasante aquí, no lo dudé ni un instante. Al principio no hacía más que llevar cafés y papeles a los grandes jefes, pero un día en una reunión con los corporativos, se quedaron sin ideas con relación a la apertura de un nuevo hotel en la zona de Andalucía, no me contuve y salí del anonimato, brindando una serie de opciones para la publicidad del nuevo hotel. Eso hizo que el señor Navarro y todos los presentes se fijaran en mí y ahí fue cuando decidió hacer su asistente, a propósito de que la suya iba a ser trasladada a otra ciudad. Desde entonces trabajo directamente con él y he aprendido mucho, cosa que agradezco sobre manera.

—Estoy cansado, Olivia.

Su comentario me sorprende, porque generalmente él es una persona implacable en su trabajo. Es el primero en llegar y el último en irse, lo que hace que trabajar con él sea muy difícil, todo un reto.

—¿Va a marcharse temprano, señor?

Lo miro confundida, ya que apenas son las cuatro de la tarde. Deja escapar una risa sin muchas ganas, dejando la taza de café sobre la mesita frente a él. Tiene ya sesenta y ocho años. Su pelo totalmente blanco y su rostro plagado de arrugas le hacen ver un poco más viejo de lo que es. Tiene los ojos más azules que he visto jamás y es muy delgado. Imagino que en su juventud fue todo un galán, pero ahora no queda ya mucho de eso, más que su imponente tamaño.

Se levanta de su silla, para colocarse enfrente del gran ventanal de su oficina, de espaldas a mí. Sus manos están sumergidas en los bolsillos de su exquisito traje gris hecho a la medida y le escucho pronunciar las palabras que nunca creí que oiría de su boca.

—Voy a retirarme, Olivia. Mañana lo haré público a los miembros de la junta, pero quería que lo supieras antes que los demás, porque te tengo en gran estima.

Se gira para mirarme a la cara y yo me siento extrañamente triste. El señor Navarro ha sido un mentor para mi carrera y un buen amigo. Entre nosotros la relación de jefe-subalterna ha sido muy estrecha y le tengo confianza y mucho respeto.

—¿Por qué, señor? Si usted había dicho que trabajaría hasta que la muerte le visitara. ¿Qué le ha hecho cambiar de opinión?

Estoy verdaderamente intrigada, ya que su abnegación por su empresa es incomparable.

—Porque estoy muriendo, Olivia — abro los ojos alarmada por lo que me dice y él sonríe — Bueno, no tan literal, pero estoy envejeciendo y la vida se me está yendo de las manos, sin que pueda detenerlo. ¿Cuánto tiempo más crees que me quede, diez años, con suerte? No estoy seguro, pero podrían ser diez meses y quiero vivir el tiempo que me queda en paz.

Asiento con la cabeza, sé que tiene razón. En el fondo, me alegro de que haya tomado esa decisión, aunque es algo drástica, pero estoy segura que le hará bien.

—Comprendo, señor. Está usted en lo correcto, espero que pueda disfrutar de todo eso que con tanto esfuerzo ha construido.

Le sonrío con sinceridad y él me devuelve la sonrisa.

—Gracias, querida. Debo decir que he trabajado con muchas personas, pero tú eres especial. Tienes un don para liderar y espero que alcances todo lo que sueñas.

Sus palabras me conmueven y, aprovechando el momento y la confianza que le tengo, decido lanzarme por ello que he querido desde hace meses.

—A propósito de eso, señor, hay algo que me gustaría comentarle.

—Adelante — me i***a a hablar, todavía de pie frente a mí.

Me aferro al respaldo de una de las sillas que están frente a su escritorio. Tomo aire y me lanzo, con miedo al fracaso, pero, de todos modos, no tengo nada que perder.

— Quisiera pedirle la oportunidad de un ascenso, señor, más ahora que se va usted a retirar y ya no le hará falta mi compañía.

Él me sonríe con una sonrisa lobuna y yo lo miro seria, en ascuas, esperando su respuesta.

—¡Ay, Olivia! Hasta que por fin te has atrevido — suelta una carcajada a la vez que toma asiento en su sillón reclinable, frente a su ordenador de mesa.

La camisa que trae es azul claro, lo que hace juego con sus ojos.

 —¿Qué quiere decir, señor? — ahora sí que estoy confundida.

—Pues que, dado tu talento y habilidad, sabía que no te conformarías con el puesto de asistente, pero fui demasiado egoísta como para dejarte ir y esperaba que me lo pidieras tú.

 Mi corazón da un vuelco al oír esas palabras.

—¿Entonces… sí me ascenderá? — pregunto con miedo, sin terminar de creerlo.

—Claro que sí, querida. Trabajarás de la mano con mi reemplazo, no como asistente, si no como co-corporativa.

Se acerca y me estrecha la mano con cariño y yo siento que es el día más feliz de mi vida.

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