Capítulo 3

Entrando al carro veo hacia el retrovisor; en el asiento de atrás hay una muñequita de piel blanca y cabellos rojos –no como los de Regina que son de un tono naranja, los de mi muñeca parecen llamas encendidas atadas con un moño azul marino–, caen suavemente en caireles por sus hombros y para contrarrestar el fuego tiene un par de fríos zafiros como ojos. En cuanto su mirada se percata de la mía una sonrisa se formar en su boca.

—Mami —dice con su voz dulce y tierna.

—Hola, mi amor, ¿cómo te fue en la escuela? —Estiro mi mano hacia atrás para alcanzarla. 

Nikolai entra al auto y enciende el motor.

—Bien, la maestra me puso un sello en mi libro de que sí trabajé —dice emocionada.

Nikolai parece divertido, supongo que no sabe quién le da más ternura, si Misha con su sello o yo, toda una madre orgullosa.

Llegamos a la tienda de autoservicio para hacer las compras; tratamos de que sea una vez al mes pues no solemos salir mucho a lugares públicos sino es necesario. Aunque han pasado un par de años y no hemos tenido problemas no significa que los viejos enemigos de Nikolai no puedan tocar un día a la puerta, por eso nos manejamos con todas las precauciones.

Avanzo con el carrito por los pasillos con mi libro de patología clínica en mano. Más adelante Nikolai lleva a Mishka, ella apunta hacia las golosinas y brincotea a su alrededor pidiéndole de forma encantadora que la consienta; Nikolai la ve con cariño, se hinca y la escucha pacientemente recibiendo sus demandas con atención y encontrándole lógica a sus argumentos.

No puedo evitar sentirme feliz con esa imagen, queriendo guardarla en el fondo de mis recuerdos y jamás olvidarla. Si alguna vez me hubiera preguntado: ¿cuál es la debilidad del demonio ruso? Supongo que una niña de cabellos rojos y ojos azules pidiendo golosinas jamás se me hubiera ocurrido. De pronto Nikolai la toma por la cintura y la levanta para que ella sea quién tome lo que quiere; será el hombre más sanguinario y violento que conozco, pero esa criatura de poco más de un metro de estatura logra doblegarlo con facilidad.

—¿Te convenció? —pregunto sabiendo ya la respuesta.

Nikolai se planta frente a mí con la niña entre sus manos y por un momento se ven con complicidad.

—¿Cómo se dice? —pregunta Nikolai.

—¿Me lo compras por favor, mamita? —Misha me ve con esos ojos llenos de ternura y termino dejando que ponga en el carrito la caja de chocolates.

Nos convenció —dice Nikolai dejando a la pequeña en el suelo y acercándose para darme un beso en la mejilla—. Es tan convincente como su madre.

—¿Ah sí? ¿Lo dices por experiencia? —pregunto sin despegar mis ojos del libro; es la única forma en la que me puedo mantener seria frente a él.

—No hay algo que le pueda negar a su madre.

—¿En serio? —Cierro mi libro y decido perderme en sus ojos.

—Lo que sea por verla feliz. —Acaricia mi cabello.

Nunca me imaginé que tendría a un hombre como él, no solo por el hecho de que es atractivo –nunca pasa desapercibido frente a las mujeres, con su elegancia y esencia de peligro se vuelve irresistible–, sino porque es alguien con un temperamento muy fuerte, parece tan sólido e indestructible, tan inalcanzable, como si la idea de obtener su corazón fuera imposible, pero aun así, aquí está, frente a mí con sus ojos miel, viéndome con ternura, siendo un padre ejemplar y un compañero único. 

De pronto las manos de mi pequeña atraen mi atención, se aferran a mi blusa y tiran suavemente de ella. Cuando bajo la mirada me encuentro con esos enormes y anhelantes ojos azules; algo quiere y siente pena pedirlo.

—¿Podemos ir a los juguetes? —pregunta preocupada por una posible negativa. 

—Vayan —dice Nikolai con una sonrisa.

Le ofrezco la mano a Misha y caminamos por el pasillo dejando solo a Nikolai con la lista de compras, le dedico una última mirada antes de desaparecer de su vista. 

El pasillo de los juguetes pareciera no tener fin. Misha corre y regresa, brinca enfrente de unas cajas y vuelve a emprender la carrera mientras yo aprovecho para meter el dedo en cualquier juguete con algún orificio en su empaque que diga: «Presione aquí», haciendo que se mueva, cante o simplemente se ilumine de colores. 

A mi pequeña le fascinan las muñecas, se planta frente a la sección destinada a ellas, pasa su mirada deseosa en cada una de sus versiones, pero las que más le gustan son las de fantasía, todas las que tengan que ver con seres extraordinarios.

—¡Mira mamá! ¡Es Barbie sirena y su varita mágica! ¡Ahí está su pegaso! —dice emocionada.

¿Qué carajos hace una sirena con un pegaso y una varita mágica? En mis tiempos los juguetes no eran tan ambiciosos o estrafalarios. Tomo la caja, veo a la sirena con su sonrisa amplia y sus ojos brillando; como bien dijo, tiene una varita mágica dentro de sus accesorios. Por el contrario a lo que esperaba se ve linda la muñeca, lamentablemente el pegaso viene por separado, pero eso para Misha no es impedimento, toma la caja con el animal de plástico y me la muestra.

—No podemos llevarnos a los dos, tendrás que decidir —digo intentando mostrarme dura como la mamá que debo de ser, pero mi corazón se resquebraja cuando ella se desilusiona.

—Pero… mamá… —dice con su pequeña vocecita.

—Lo siento, cariño, no podemos comprar ambos, tendrás que esperar a la próxima vez que vengamos, por mientras te puedes llevar uno. ¿Cuál quieres? —Me hinco frente a ella sosteniendo la sirena ante sus ojos. 

Tal vez podría llevarse los dos, Nikolai no objetaría, pero creo que son este tipo de cosas las que hace que un niño se vuelva tolerante a la frustración y no se vuelva un adulto caprichoso, así que quiero creer que estoy haciendo lo correcto. ¿Por qué no hay un maldito manual de cómo ser padres?

—¿Por qué no puedo tener los dos? —Arruga su pequeña frente.

Es lindo ver como empieza a enfrentarse a los dilemas de la vida. 

—Porque no se puede, mi amor… La próxima vez que vengamos, nos llevamos el otro.

—¿Y si ya no está? —Sus ojos de nuevo vuelven a mí preocupados.

¿Cuál es la posibilidad de que el juguete se discontinúe en ese lapso de tiempo? Creo que ya me está entrando el miedo a mí también. Sus manitas se aferran a la caja con angustia. ¡Genial! Su primer ataque de ansiedad, como si no fuera suficiente con los que ya me dan a mí.

—Si no lo encontramos aquí iremos a otra tienda. —Me levanto y suspiro con pesadez—. ¿Por qué no te llevas al pegaso? Ya tienes muchas muñecas en casa.

—Pero ninguna es una sirena —dice con tristeza y los hombros caídos.

—Bueno, entonces… llévate la sirena. 

Tal vez hubiera sido mejor que Nikolai hubiera acompañado a Misha, ¡un momento! ¡Claro que no! Él le hubiera comprado la sirena y el pegaso, incluso más, en eso él es más manipulable que yo. Misha ve con intensidad ambas cajas, pasa su mirada de una a otra, evaluándolas, analizando con aparente frialdad, comprometida con tomar la decisión correcta.

—Está bien, me llevaré al pegaso —decide por fin.

—Creí que querías la sirena.

Toma la caja con la muñeca de mi mano y la coloca en su lugar, después abraza la caja con el pegaso y me sonríe como si todo aquel disgusto se hubiera esfumado por completo y no hubiera espacio para rencores. Tomó la decisión correcta.

—Bien… Será el pegaso —digo orgullosa.

Buscamos a Nikolai pasillo por pasillo; Mishka está ansiosa por compartir la noticia con su padre y tan contenta con su pegaso que no deja de abrazarlo. Me siento orgullosa de que tomara su decisión sin perder los estribos; a veces creo que tiene más madurez que yo. Llegamos al pasillo de las pastas y en el fondo veo el carrito con nuestras cosas, detrás de él, Nikolai está platicando alegremente con una mujer.

Se trata de una rubia despampanante, muy alta –casi tan alta como él–, su cabello le llega al hombro y tiene unos ojos enormes y verdes; de inmediato pienso en esa sirena con su sonrisa y medidas perfectas. Ambos se ríen y ella posa su mano sobre el hombro de Nikolai de forma coqueta, es como si fuera una estocada directa al corazón. ¿Quién es ella, por qué está con él y cómo es que ya tengo ganas de matarla? 

Es como si cada detalle perfecto que encuentro en ella fuera un piquete en las costillas que me impulsa a avanzar más rápido. Sin que me dé cuenta llegamos al carrito, Misha deja a su pegaso encima llamando la atención de su padre que voltea aun con la sonrisa en los labios. «Vamos Samantha, concéntrate, aparenta normalidad, no pongas esa cara de pocos amigos», pienso. No quiero que Nikolai note alguna diferencia, porque no la hay, no estoy celosa, pero ¿quién demonios es ella?, «uff… Respira, vamos, inhala, exhala y sonríe».

—Samantha, te quiero presentar a alguien… —dice Nikolai sin perder la sonrisa.

Supongo que no ha notado mi malestar, tampoco ese tic nervioso que amenaza con apoderarse de mi ojo izquierdo. Volteo con mi sonrisa forzada, mi cabeza rechina como si fuera una puerta con las bisagras oxidadas. La mujer me recibe con sus ojos verdes aceituna, sus labios carnosos se estiran en una sonrisa mostrándome unos dientes perfectos y blancos. Lo primero que se me viene a la mente es mi colmillo chueco, ¡maldita sea! ¿Ahora me estoy comparando? Creo que a esto se le llama: celos enfermizos, ¡Dios! Y aún no sé quién carajos es. 

—…ella es Irina Rudenko, es una amiga de la infancia, prácticamente crecimos juntos… —continúa Nikolai con cierto tono de voz que no me agrada.

¿Detecto anhelo? ¿Nostalgia?

—…Irina, ella es Samantha, mi mujer, la madre de mi más grande tesoro, mi ángel. —De nuevo los ojos de Nikolai viajan a mí con cariño; esa euforia por tener delante a su vieja amiga se apaga y una calidez llega hasta mi corazón distrayéndome de mis celos.

—Samantha… un gusto conocerte… —Irina me ofrece su mano, su voz alberga ese acento ruso.

Estrecho su mano, siento la tibieza de su piel y de pronto quiero limpiarme en el pantalón.

—…me alegra saber que están bien, cuando supe lo sucedido en Hungría… En como terminó ese edificio y que te dieron por muerto… —Suelta mi mano y la posa sobre el hombro de Nikolai recordándome por qué anhelo asesinarla— …ese día lloré horrores, fue algo… indescriptible.

—Necesitaba desaparecer del mapa, tenía que hacer que el mundo creyera mi muerte —explica Nikolai—. Creo que no es el lugar para hablar de esto, ¿no quieres venir a cenar a la casa?

¡¿La invitó a cenar a la casa?! No puedo creer que hace un momento Mishka me enseñara a mantener la calma y ahora yo tengo ganas de tirarme al piso a llorar. ¿Es posible odiar tanto a alguien sin conocerla? Bueno a mí jamás me había pasado, siempre creí que tenías que conocer para poder juzgar, pero… ¿Entonces? ¿Por qué no la soporto?

—¿No sería inapropiado? No quiero cambiar sus planes —dice Irina apenada aunque claramente quiere aceptar.

—Insisto, hace años que no nos vemos, creo que será bueno para ambos platicar largo y tendido en una zona segura —dice Nikolai.

El jugo gástrico comienza a recorrer mi esófago; si vómito, espero que sea encima de ella.

—Mmm… Bien si no hay problema, estaré encantada de cenar en su casa. —Irina finge bien su modestia, sé que está gustosa de entrar en mí casa y comer con mi hombre.

¡Malditos celos!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo