CAPÍTULO 2

―Por favor, sigue mi dedo ―pidió el médico frente a David. Hizo lo que este le ordenó sin inconvenientes―. Pues, no veo ningún problema ―anunció con voz calmada―. Y tras el examen físico, no hay evidencia de ningún trauma que pueda ser el causante de su amnesia.

―¿Entonces cuál es el diagnóstico, doctor Swan? ―preguntó Jade, mirando con atención al hombre recostado sobre la camilla, con una vía conectada a su brazo.

―Pues, viendo la situación de manera detallada, solo puedo especular que el señor Hansen padece de un caso de amnesia global transitoria ―respondió el neurólogo―. Nunca había visto un caso como este, donde el lapso de pérdida de la memoria fuese tan extenso, pero como has notado, doctora Wang, él sabe quién es, ha retenido los recuerdos relacionados a la identidad de las personas que conocía hace seis o siete años atrás.

»Viendo los resultados de la resonancia magnética y tomando en cuenta los síntomas que dice que presentó al despertar, es el diagnóstico más probable.

―¿Cuál es la causa, doctor? ―inquirió David. Llevaban toda la mañana en eso, estaba agotado, y lo único que deseaba era dormir, dormir largo y tendido, con el deseo de despertarse en una realidad más amable, una donde estuviese Ángela con él.

«Ángela… ¿qué nos pasó?»

―Es difícil determinar las causas de este trastorno, señor Hansen ―respondió el doctor, mirándolo con cordialidad―. Puede ser desde una actividad física extenuante hasta estrés. Incluso la ingesta excesiva de alcohol, pero según los exámenes de sangre, su nivel de alcohol en la sangre no era tan alto como para considerarlo peligroso. ―Revisó de nuevo la tableta que tenía sobre la mesilla junto a la camilla―. El único síntoma que mencionó fue un dolor de cabeza muy fuerte al despertar, tanto que hasta la claridad solar le hacía doler, según esta explicación, pudo haber presentado una migraña.

―¿Y cuánto tiempo puede durar este episodio de amnesia transitoria general o lo que sea? ―indagó con impaciencia. Empezaba a fastidiarle la manera en que Jade lo miraba.

―Esa es la buena noticia ―expresó el doctor Swan con un tono apacible en su voz―. Estos episodios son transitorios, como lo dice el nombre, y no suelen durar más que un par de horas o cuando mucho un día.

»Claro que, tomando en cuenta el lapso de tiempo que olvidó, señor Hansen, es posible que su mente no regrese de inmediato, al menos no completa, puede que tarde un par de días en recuperar todos sus recuerdos.

»Como pudo notar, usted recuerda cosas aunque aún no lo sabe, el mejor ejemplo es lo que sucedió con sus llaves. Usted sabía que esas eran las llaves de su casa, solo que la casa que recordaba no era la misma.

»Lo único que le recomiendo es repetir la resonancia en un par de días, para ver si aparecen signos que nos puedan dar luz sobre las causas.

»Del resto, solo queda esperar y tener un poco de paciencia.

»Le daré una receta para unos analgésicos en caso de que el dolor de cabeza regrese, y haré un informe para su jefe, le recomiendo que se tome un par de días, solo para estar seguros, y si presenta algún otro síntoma, vuelva de nuevo.

―Muchas gracias, doctor Swan ―dijo David, asintiendo por puro reflejo.

―No te preocupes por el reporte para su jefe, doc ―intervino la otra doctora―, este paciente es el jefe, así que no tiene que reportarle nada a nadie.

―Entonces haré el informe para su médico de cabecera ―aclaró el hombre, encogiéndose de hombros―. Deberías ayudarle a ponerse en contacto con su familia, para que vengan por él.

―Sí, eso hare ―aseguró Jade―. Gracias por tu ayuda.

―Hasta luego, señor Hansen ―se despidió el doctor, sonriéndole―. No se preocupe, mañana todo va a estar mucho mejor.

David asintió con una sonrisa triste en el rostro, él en serio dudaba de que las cosas fuesen a mejorar. Soltó un largo suspiró que solo denotó lo agotado que se sentía. Cerró los ojos y se dejó caer sobre la camilla de hospital, procurando bloquear los sonidos de la sala de emergencia que inundaban el lugar.

«Seis años, he perdido más de seis años de mi vida» pensó, sintiendo un nudo en la garganta. «Anoche estaba bebiendo con mis compañeros de trabajo, pensando en cómo reconciliarme con mi novia, y hoy estoy en una cama de hospital, enterándome que me casé con una mujer que no es Ángela.»

―¿Cómo te sientes? ―preguntó Jade. David detectó la nota de desprecio, oculta en su voz.

―Como la m****a ―respondió con sinceridad―. Asustado, ansioso, triste.

Jade suspiró, era desagradable verlo, en especial por el conflicto que le causaba en ese momento. Como médico, simpatizaba con su situación, no recordaba nada de lo sucedido, tenía esposa, un hijo, una vida que no guardaba relación con los sueños que tuvo años atrás; sin embargo, como mujer, continuaba resintiéndolo por todo lo sucedido entre Ángela y él.

Al estar tendido en la cama, con ese aspecto de completa derrota, traía de vuelta los recuerdos de su amiga, encerrada en su diminuto departamento a seis cuadras del hospital, echada en la cama, sumida en la depresión.

―Lamento lo que te está sucediendo ―dijo al fin, con total honestidad. Ella era médico y él era un paciente―. Lo mejor será que llames a Laura para que te venga a buscar. Necesitas reposo y un espacio tranquilo pa…

―¿Por qué llamaría a esa mujer? ―inquirió él, abriendo los ojos de repente, frunciendo el ceño en señal de desagrado.

La doctora Wang abrió los ojos con sorpresa; negó en silencio y tomó asiento en la silla que minutos antes había ocupado el neurólogo.

―Pensé que habías hecho la asociación, David ―respondió ella con suavidad, guardó silencio por unos segundos, soltó un suspiro corto, porque le desagradaba tener que darle esa noticia. La persona que tenía en frente era el amigo de hacía siete años atrás, al que no detestaba, con el que vio los partidos de básquet por televisión mientras comían palomitas y tomaban cervezas cuando sus estudios se lo permitían―. Tu esposa es Laura, Laura Miller. ―La cara de horror de David fue todo un choque―. Se casaron hace unos cinco o seis años, no estoy segura, y tienen un hijo de más o menos la misma edad.

―Eso no es cierto. ―Negó él con su cabeza, sus ojos empezaron a nublarse por las lágrimas acumuladas―. No tiene sentido, Jade, ¿Laura? ¿La Laura que acosó a Ángela en la escuela y que nos estuvo atormentando durante todo este tiempo? ¿Esa Laura?

Jade asintió en silencio, era un triste espectáculo ver el shock en la cara del que una vez fue su amigo.

―Sí, David, esa Laura ―reafirmó con voz apagada―. Esto me cae como la m****a, pero supongo que alguien debe decírtelo, y me vas a disculpar, pero aunque ella sea tu esposa es una arpía desvergonzada y cínica que… ―Se detuvo de inmediato, no era el momento para dar rienda suelta a su descontento y boca―. David ―empezó de nuevo―. Hace unos seis años y medio, más o menos, tú le fuiste infiel a Ángela con Laura.

»Ustedes comenzaron una aventura de oficina, que terminó contigo abandonando a Angie, con la excusa de que ninguno de los dos estaba dispuesto a sacrificar sus sueños profesionales por su relación. Le aseguraste que, en perspectiva, era mejor para ti estar con Laura un tiempo y escalar más rápido en la jerarquía empresarial.

»Unos dos o tres meses después de que rompieras oficialmente con ella, te casaste con Laura y poco después, anunciaban el embarazo.

»Angie y yo lo supimos la noche antes de nuestra graduación.

―Esto es un pesadilla ―musitó David, mirando el techo. Una solitaria lágrima corrió por su sien derecha, le costaba respirar, sentía una opresión significativa en el pecho y un peso desmesurado en el centro del abdomen, como si su estómago estuviese lleno de rocas.

―Lo sé, puede que no me creas, pero de verdad lamento ser yo la que te cuente todo esto ―le aseguró ella, con sinceridad.

Se quedaron en silencio largo rato, Jade sabía que David estaba intentando reunir fuerzas para tomar una decisión.

Él tenía dos hermanas con las que no hablaba, los traumas de su infancia solo hicieron más amplia la brecha que los separaba; abandonado por su madre y con un profundo desprecio por su papá, las únicas personas a las que había considerado familia probablemente ya no estaban a su lado por todo lo sucedido.

Ángela, Jade, Alex… las personas más cercanas a su corazón. Su novia, su amiga, y su mejor amigo, casi hermano.

―¿Qué voy a hacer, Jade? ―preguntó, con un quiebre en su voz; ya no pudo contenerlo más, la desesperación le ganó la partida y se rompió por completo.

―Esperar un poco ―respondió ella con compasión―. En un par de horas, cuando muy tarde mañana, todo volverá a la normalidad… Te despertarás y volverás a ser tú de nuevo, con tu esposa, tu hijo, tu grandiosa oficina, tu increíble pent house y tu auto de lujo.

»Todo volverá a la normalidad… ya lo verás.

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