Capítulo 6

Después de llevar una hora circulando muy lentamente ir la autopista, el coche de Levy patinó, y a punto estuvo de golpearse con el guardaraíl; afortunadamente, pudo controlarlo y de ese modo volver a la carretera. Aunque todo fue en vano, pues pocos kilómetros mas adelante se encontró con varios vehículos detenidos, que no podían continuar debido a varios accidentes que dificultaban la circulación.

Levy se bajó del coche, y se acercó a la ventanilla del coche que se encontraba justo delante del suyo, era un viejo utilitario de color rojo, carcomido por el sol, que conducía una mujer muy mayor, tanto que a Levy le pareció que no tenía edad para conducir, pero prefirió guardar silencio. La mujer abrió la portezuela del coche, y lo miró con ojillos reprobadores, lo que Levy supuso que se debía a que la había obligado a abrir la puerta, y sentir el frío que se colaba por allí.

- ¿Qué quiere joven?- dijo con una voz aguda que retumbó en los oídos de él.

- Buenos días, señora. Quería preguntarle si tiene un teléfono móvil con batería, pues necesito hacer una llamada, y el mio no tiene batería.

- ¡Joven!- exclamó la anciana con un vigor poco propio de una mujer de su edad.- ¿cómo puede salir a la carretera con un temporal como éste sin cargar su teléfono?

El hecho de que aquella mujer de cabello cano, y mejillas arrugadas lo reprendiera por haberse quedado sin batería en el teléfono, llamó la atención de Levy, e incluso se sonrojó ligeramente.

- Lamentó haberla molestado.

Y cuando ya se estaba dando la vuelta, y trataba de avanzar en dirección a su coche, la mujer le dio unos golpecitos en la espalda, para reclamar su atención.

- Use usted mi teléfono, joven, y la próxima vez sea más previsor, podría meterse en problemas si se queda aislado en una carretera con menos coches.

Levy cogió el teléfono que le tendía, lo abrió con las manos temblorosas por el frío, y pulsó el número fijo de su casa familiar, era el único que se sabía de memoria. Tardaron un poco en responder, y Levy temió que todos estuvieran demasiado ocupados para coger el teléfono.

- Residencia Gordon, buenas tardes, ¿con quién hablo?

Levy reconoció inmediatamente la pomposa voz de la jefa de criadas, y por primera vez en su vida, se alegró de escucharla, pues normalmente oía su voz cuando quería regañarlo por alguna cosa.

- Rosaura, soy Levy, ¿puede decirle a mi madre que se ponga? Necesito hablar con ella.

- La señora está muy ocupada, señorito Levy, no sé si podrá atenderlo en este momento.

- Por favor, Rosaura, dígale que es de vida o muerte, realmente necesito ponerme en contacto con ella.

Rosaura dejó el teléfono sobre la repisa de mármol que Levy conocía a la perfección, y se fue en busca de su madre. Él aguardó unos segundos, hasta que finalmente escuchó al otro lado la voz de la mujer.

- Levy, estoy muy ocupada, ni te imaginas lo que ha sucedido, los del catering dicen que solo pueden mandarnos a tres camareros, porque los demás se han quedado atrapados en no sé que tormenta…

- Mamá.- dijo Levy cortando la incansable retahíla de palabras que salía por la boca de su madre.- escúchame, por favor.

- Dime, hijo, ¿no te sentará mal el traje? Estoy segura de que no te lo has probado, a pesar de que pedí que te lo enviaran hace más de una semana.

Levy se mordió el labio, impaciente, y pensando que ciertamente no se había probado el traje que su madre había envíado a su apartamento.

- Mamá, no te llamo por el traje, te llamo porque estoy atrapado en la autopista y no sé a que hora llegaré.

- Pero ¿qué dices? ¿Qué haces en la autopista?

- Papá me pidió que acudiera a la firma de un contrato, se me hizo tarde y ha comenzado a nevar con mucha fuerza, y por tanto, me está costando más de lo normal llegar a la ciudad.

- Pero, Levy, ¡no puedes hacer ésto! Es tu fiesta de compromiso, ¿qué van a decir los Ruthmore?

Levy no dijo nada, pero pensó que los Ruthmore no dirían nada por su ausencia, eran una familia enriquecida por la patente de un nuevo modelo de limpiadoras industriales, que se habían esforzado en mostrar su nuevo estatus mediante la adquisición de costosas propiedades, y estableciendo relaciones con las familias más poderosas, como la suya. Por tanto, el hecho de que su hija Ronda se casara con un heredero, suponía un avance en su escalada social, y si Levy no se presentaba a la fiesta, no dirían nada, porque preferían un yerno ausente, que uno pobre.

- ¿Me estás escuchando?- gritó su madre al otro lado.

- Mamá, llegaré cuando las condiciones de la carretera sean óptimas, no puedo hacer otra cosa ahora mismo.

Levy fializó la llamada, enfadado porque a su madre le interesara más su presencia en la fiesta que la posibilidad de que sufriera un acciedente en la carretera, y se lo devolvió a la buena mujer que se lo había prestado. Se dio la vuelta para regresar a su propio coche, y mientras caminaba, imbuido por la furia que la conversación le había generado, resbaló, hizo aspavientos para intentar recuperar el equilibrio, y al final, e inevitablemente, acabó tendido sobre el asfalto.

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