Capítulo 3

KAVAN

Hay pocas cosas que se conocen de mí, secretos que han permanecido enterrados en mi pasado y que si alguien tuviera la intención de abrir, traería el caos y la miseria a su vida, no soy un ángel o un alma humanitaria, tampoco creo en el Karma o por consecuencia en la suerte, aquí cada quien obtiene lo que trabaja, por lo que lucha, haciendo trampa o no, eso no le quita el mérito a quien se atrevió a hacer lo que otros por miedo dejaron de lado, ese soy yo, el hijo de p**a que empezó desde abajo y que con esfuerzo está donde está.

Tengo el mundo a mis pies al igual que las mujeres, me sobran, diversión no me falta, las entiendo, con mi 1.95 de estatura, cabello oscuro y ojos azul zafiro, es inevitable no caer ante mis encantos, no rendirme pleitesía.

—Entonces creo que lo mejor va a ser que cerremos el trato, siento que para ambas partes es una buena oportunidad de expandir nuestros horizontes —dice el socio mayoritario de la empresa con la que espero crecer más.

Suelo tener un gran olfato para los negocios. Y este sin duda es el que me llevará más a la cima.

—¿Entonces qué esperamos? —me pongo de pie levantando mi copa, proponiendo un brindis—. Por la unión de esta gran empresa que crecerá fructífera con nosotros de la mano.

Los diez hombres que rodean la mesa rectangular y la mujer pelirroja que es asistente de mi ahora socio, levantan sus respectivos tragos, sonrientes. Mientras bebo es imposible no darme cuenta de la mirada traviesa que me lanza la asistente, discreta, pero altanera, como me gustan para echarme un polvo antes de regresar a mi departamento.

—¿Y cómo se encuentra su novia, señor Griffin? —me cuestiona el contador de la empresa Hollow.

Me tomo mi tiempo para responder, Jolie Boyer era una modelo de fama mundial, no es secreto que fuéramos pareja desde hace años, podría decirse incluso que gracias a mí es que incursionó en el mundo de los reflectores y pasarelas, mi novia oficial aunque no soy leal, empino el codo y dejo que el ron recorra mi garganta como quien quema la piel.

—Se encuentra en una pasarela en Milán —respondo concentrando mi atención en el pedazo de salmón que yace en mi plato.

—Es una mujer hermosa —añade mi socio con una sonrisa llena de lascivia—. Debes sentirte muy afortunado.

—Lo estoy —asiento fingiendo entusiasmo.

—Escuché el otro día en una revista de chismes, que al parecer le has pedido matrimonio —insisten sobre el tema e intento mantener la cordura—. Me parece que el tema surgió debido a que le vieron un anillo muy costoso en el dedo de la mano, y por supuesto ella muy campante lo andaba presumiendo.

Frunzo el ceño esperando a que me confirmen que ella lo negó todo.

—¡Es verdad! —ríe otro—. Incluso le hicieron la pregunta, uno de esos paparazzi y no lo negó.

—Pero tampoco lo confirmó —aclara uno más.

Intentan volver a abrir la boca pero los miro mal y es como consigo que callen, no respondo, no digo nada, solo sé que este tema se tiene que aclarar. A los minutos logran entender mi silencio y deciden cambiar de tema a uno sobre la energía eléctrica. La asistente me sonríe coqueta, analizo sus movimientos y estudio su siguiente paso, sonriendo porque ya sé lo que está a punto de hacer.

—¡Oh, lo siento tanto! —exclama derramando su copa de vino blanco a propósito, aunque claro, nadie lo sabe.

La asistente de buen pecho se pone de pie y todos quedan embelesados con el espectáculo. Sus dos bultos erectos se asoman debido a la tela mojada, y ella me lanza una indirecta con la una breve mirada.

—Si me disculpan —menciona avergonzada.

El rojo carmín que tiñe sus mejillas hace que se me ponga dura, agarra su bolso y se dirige hacia el tocador.

—Como decía… —continúa el contador.

Espero cinco minutos, le doy un largo trago a mi bebida y me pongo de pie.

—Enseguida regreso —sonrío.

Asienten y siguen con su charla cuando observo que una morena sale del cuarto de baño, me sonríe con coquetería y realiza un contoneo vulgar que me hace medio girar a verla, meto ambas manos dentro de mis bolsillos y entro, la asistente se retoca el maquillaje, su reflejo a través del espejo me indica lo que quiere, traga grueso y cierro con pestillo, los cubículos permanecen abiertos, no hay nadie.

—Pensé que…

—Cállate —le ordeno.

Ella se desabrocha la blusa mostrando sus pechos operados, se sube sobre el lavabo de mármol azul y abre las piernas.

—Estoy lista.

Suelto una carcajada.

—¿De verdad? Porque no te veo arrodillada.

Un brillo nace en sus ojos, sin pensarlo mucho hace lo que debe desabrochando mi cinturón, estando a punto de meterse mi miembro a la boca cuando suena mi móvil, no estoy para estas cosas, por lo que decido ignorarlo.

—¿Qué esperas? —inquiero.

La pelirroja sonríe con la clara intención de seguir mis órdenes, abre la boca y acaricio sus labios con el pulgar.

—Eres toda una niña mala ¿cierto? —le susurro—. ¿Cuántos miembros te has follado con estos labios?

—Ninguno que merezca la pena recordar —ronronea.

Con manos hábiles termina de desabotonar mi pantalón, mi pedazo de carne sale por completo de golpe, ansiosa abre la boca dibujando una enorme "O" y se la meto entera.

«Inocente»

Enredo mi mano entre las hebras sueltas y alborotadas del cabello, sujeto con fuerza para que no se aparte, se atraganta y lo disfruto, empujo más, suelta gemidos de zorra, tenso la mandíbula, deslizo mi miembro por su lengua hasta la garganta y ella aprieta sus labios alrededor, muevo la cadera empujando con más fuerza, jodiéndola en serio, sus ojos se llenan de lágrimas, el miedo aparece en sus pupilas cuando no la suelto, entierra sus uñas en mi piel en un intento por soltarse, pero no la dejo, esto le enseñará a no provocar a un hombre de verdad, no soy un crío, mucho menos un pelele becario con el que estas mujeres suelen estar. 

El machismo emerge queriendo demostrarle que soy el hombre que jamás olvidará, que nunca en su jodida vida probará un miembro como el mío y doy empujones en su boca de manera que comienza a querer ahogarse, da arcadas y cerrando los ojos, suelto mi esperma, tiene los ojos inyectados en sangre, pero lame todo. Cuando creo que ya es suficiente me aparto de ella, cerrando mi bragueta, me lavo las manos y me dirijo a la puerta sin dirigirle alguna palabra o mirarla.

—¿No me pedirás mi número? —dice a mis espaldas—. Ni siquiera sabes cómo me llamo…

—¿Llamarte? Tengo pareja, solo fuiste una más, gracias, pero no me interesas —respondo y salgo.

Para cuando me dirijo a la mesa donde el ambiente de mis socios ha aumentado, mi móvil no deja de timbrar y molesto al no reconocer el número parpadeante, respondo de mala gana.

—¿Señor Griffin? —una voz masculina al otro lado de la línea me nombra.

—Él habla.

—Siento molestarlo, el señor León Verne nos ha dado su número como primera referencia, se encuentra detenido en el Suffolk Departament, por ocasionar estragos en el restaurante Bambara Cambridge y por acosar a…

Cuelgo.

«Maldito imbécil»

Entiendo que esté mal por el rompimiento con la p**a con la que salía, pero joder, era eso; un jodido coño fácil, nunca lo quiso ver y aquí las consecuencias, incluso intentó coquetear conmigo en sus narices, siempre tan ciego, siempre tan enamorado.

—Señores, me disculpo con ustedes —les hablo y todos voltean a verme—. Me ha surgido un asunto personal que demanda mi atención inmediata, disfruten de la velada, que todo va por mi cuenta.

—Un placer haber hecho negocios con usted, señor Griffin —sonríe mi socio asiento en señal hipócrita de agradecimiento por el elogio.

—El placer ha sido mío.

Me despido y me apresuro a salvarle el culo al que considero mi mejor amigo, mi confidente, no compartimos el mismo DNA, pero es como si fuera un hermano de verdad, uno que se mete a cada nada en problemas de faldas. León Verne; contador, un hombre alto, cabello castaño oscuro y ojos azules, veintiocho años al igual que yo, un Gigoló sinvergüenza que se tira todo aquello que tenga buen trasero y senos. Acelero y tardo menos de lo esperado.

Al llegar, el hijo de perra que me ha arruinado la noche, se encuentra recargado en el recibidor incomodando a la mujer policía que lo mira como bicho raro, está ebrio, el alcohol inunda mis fosas nasales aún en las distancias lejanas.

—¡Este es mi amigo! —exclama León.

No pierdo tiempo e ignoro sus demandas, balbuceos y empujones al presumirme, pago su fianza y lo ayudo a salir, una vez dentro del carro se vuelve un dolor en el culo. Al llegar a mi departamento recarga su peso sobre mis hombros hasta que llegamos.

—¡Hubieras visto al mujerón que me encontré! —exclama cuando se deja caer sobre el sofá mientras camino a mi pequeña cantina y me sirvo un trago—. Es un ángel rubio, tiene un par de ojos azules más bonitos que los tuyos, creo haberla visto en algún lugar.

Suelta a reírse y pongo los ojos en blanco, me desabrocho la corbata y reviso los correos en mi celular.

—¡En serio, creo que me enamoré! —sigue parloteando—. Tenía una cara de muñeca, unas tetas… ¡Es mía, me la pido primero para que no apuntes tu flecha en su dirección!

Tomo una bocanada de aire, comienza a querer acabar con la poca paciencia que me queda.

—Le pregunté su nombre… Se llama…

Giro sobre mis talones y lo dejo hablando solo, entro a mi habitación con la intención de ducharme, odio la idea de tener que lidiar con el olor de la p**a asistente sobre mi piel, sin embargo, mi móvil vuelve a timbrar. Reviso la pantalla, cansado y ladeo una sonrisa al ver de quién se trata.

—Madre —respondo al segundo llamado.

—Cariño, me alegra tanto escucharte.

Mi madre es la mujer más importante para mí, tiene cuarenta y ocho años, me tuvo a los veinte, muy joven fue madre soltera, nuestro pasado es turbio, inestable, ahora es dueña de una tienda de repostería en Chicago.

—¿Sucede algo? —veo la hora que marca mi reloj de mano—. Es un poco tarde para que me saludes, pudiste esperar a la mañana.

—Sí… bueno… es que no podía dormir —contesta con nerviosismo.

—Madre, noto que me quieres decir algo, vamos, hazlo —me siento en una de las orillas de la cama, quitándome los zapatos.

—Temo a tu reacción.

—¿Por qué? Tú mandas.

Ríe.

—Vamos —insisto.

Se aclara la garganta.

—Lo cierto es que he estado saliendo con alguien, es un buen hombre y quiero que vengas para que lo conozcas —confiesa con lentitud y sopeso sus palabras.

Me alegra que conozca a alguien, pero surge la duda de sí ese hombre será lo que realmente necesite.

«Lo voy a tener que investigar y asegurarme de que no tenga antecedentes criminales»

—Quiero que sea sorpresa, pero lo más importante…

Se queda callada guardando silencio, logro escuchar su respiración acelerada y comienzo a incomodarme y preocuparme.

—Madre…

—Me he comprometido.

Me congelo, el aire me falta y me dejo caer por completo sobre la cama.

—¿Cariño?

—Mierda.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo