CAPÍTULO 8. Un punto débil

Kali se puso el sari más sencillo que tenía y entre ella y Valeria empacaron al menos media docena de trajes para llevarlos al estudio. Valeria la vio hacer ademán de colocarse de nuevo el velo y sonrió.

—Ya lo sé, los viejos hábitos son difíciles de eliminar… pero dame tiempo… ya me acostumbraré —suspiró Kali.

—En realidad quiero pedirte algo —dijo Valeria pensativa.

—Claro, dime.

—¿Puedes llevarlo siempre delante de mi hermano? Es que no quiero que te vea… —«Todavía», pensó Valeria.

Kali asintió mientras se lo colocaba.

—No hay problema, igual no tenía ninguna intención de enseñarle mi rostro. Al parecer siente un placer especial en llamarme fea, y prefiero eso a que encuentre una cosa que sí me lastime.

Valeria se puso l&

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