Capítulo Tres

—¿Entonces ella es una loca? –cuestiona Gabriel.

—Lo es. –afirmo sintiendo todavía ese repeluz. 

—Pff, lo siento mucho amigo, no creí que fuese así.

—No te preocupes, no es nada. Aunque si me debes un traje nuevo.

—¿Estás loco? ¿Por qué?

—Porque por hacerte caso me atropelló una bicicleta.

—¿Es broma? ¿Una bicicleta te atropelló?

Asiento de mala gana.

—No me di cuenta y al cruzar la calle pues... me dio.

Gabriel ríe fuertemente y trato de mantenerme serio pero no puedo.

—Eres un idiota. –le acuso.

—No puedo creer que una bici chiquita te haya arruinado el traje.

—No era "una bici chiquita" era una bici de tamaño normal. Además me dejó adolorido.

—La edad amigo, qué le podemos hacer a eso.

Suspiro resignado.

—Nada Gabriel, sólo aceptarla.

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—Yo insisto en que eres una odiosa con él. Alexander te quiere de verdad Dafne. –me asegura Nelly.

—Yo concuerdo con Nelly, además no puedes negar que Alexander es un cuero Dafne, eres tonta de verdad.

—Pues si tanto les gusta se los regalo.

–respondo molesta.

Nelly y Aída no han hecho más que restregarme en la cara lo odiosa y tonta que soy por no hacerle caso a Alexander. Estoy harta de que ellas crean que es fácil está situación. Es tan fácil por que no saben en que términos inició todo esto. 

—No entenderían nada aunque las cosas las golpearan en su cara. Entre Alexander y yo no puede haber nada. Me gusta, sí, es guapo, sí, pero no tiene lo que yo busco en una relación.

Ambas me miran como si hubiese dicho la locura jamás dicha en el mundo. 

—¿Y qué buscas entonces, Dafne?

Pienso por un momento. ¿Qué busco en un hombre? En realidad ni yo lo sé. Quiero a alguien que me haga sentir segura, amada, pero sobre todo feliz. Alexander me hace sentir amada y sensual, pero no segura ni feliz. Con él es todo tan pasional pero nada más, me hace sentir mujer pero no es eso lo que quiero por siempre. 

—No lo sé. –confieso sintiéndome extraña con mi respuesta. 

—Eres rara Dafne, ¿cómo puede ser posible que no sepas qué buscas en un chico?

—Quizás lo descubra cuando lo encuentre, cuando lo vea a los ojos y me quede sin palabras, cuando su cercanía me robe el aliento y mi corazón quiera salirse de mi pecho.

»Cuando sienta esas mariposas en el estómago, y me olvide de la existencia del mundo, cuando no necesite decir nada para que sepa lo que quiero, entonces cuando eso suceda, sabré que lo encontré.

Nelly y Aída me miran perpleja ante mi reciente declaración. Suena a película romántica pero por el cielo que no merezco menos. 

—Te hace daño leer tantas novelas de amor Dafne. Lo que tú buscas no existe, esos hombres que te roban el aliento y saben exactamente lo que quieres decir sin una sola palabra sólo existen en los libros. –asegura Nelly poniendo los ojos en blanco. 

Aída se queda en silencio mirando a la nada.

—Así es Alexander... –susurra sin despegar la mirada de un punto perdido–, él sabe exactamente lo que quieres, y-y cuando te mira directo a los ojos es imposible no perderse en ellos y dejar de respirar. 

Nelly y yo nos miramos seguramente pensando en lo mismo.

—¿Te gusta Alexander? –cuestionamos las dos.

Aída mueve los ojos hacia mí y puedo ver que hemos dado en el punto. A ella le gusta Alexander.

—Oh por la santa lechuga, ¡Te gusta! 

–afirma Nelly

Yo sigo sin poder decir nada, Aída me mira detenidamente esperando mi reacción. Nelly habla y habla como perico, no pongo atención a ni una de sus palabras, Aída y yo no dejamos de vernos fijamente. ¿Cómo no pude darme cuenta de ello? El chasquido de los dedos de Nelly frente a mí me hace despegar la vista de Aída quién ahora mira sus dedos.

—¿Escuchaste algo de lo que te dije Marín?

—No, pero seguramente debió ser una estupidez. –respondo.

Nelly me mira con sorpresa.

—Bien... creo que es hora de irme.

Nelly toma sus cosas y sale de la casa, el silencio entre Aída y yo en muy incómodo, hay una tensión que es más que palpable, podría perfectamente cortarse con una navaja.

Repaso los últimos minutos y apenas puedo creerlo, Aída enamorada de Alexander.

—Lo lamento. –dice de pronto–. Yo no quería que lo supieras, no debí decir nada. Pero sólo salió y...

—¿Desde cuándo?-cuestiono. 

—Pues... no lo sé yo...

—¿Desde cuándo sientes algo por él? –cuestiono con tono más fuerte de lo que pretendía–. ¿Cuándo ibas a decírmelo? ¿Cuándo por fin le hiciera caso? ¡Responde!

—Desde que lo conocimos me gustó mucho y con el tiempo y su constante compañía... pero luego tú y él. Entonces quise dejar de lado los sentimientos que se iban acrecentando pero entonces lo veía sonreír, mirarte como te mira, besarte como lo hace y eso me impidió hacerlo. En realidad lo siento Dafne.

Tomo mis cosas sin decir nada y me levanto del sofá. Estoy consciente de que ella debería ser quién se fuera de mi casa, pero simplemente no puedo seguir con ella aquí.

—¿Dafne?

—Cuando estés lista para irte cierra la puerta. –digo más enojada de lo que quería sonar.

Abro la puerta y salgo, camino rápidamente para tratar de alejarme de todo esto. ¿Por qué nunca me dijo nada? ¿Por qué nunca me di cuenta? ¿Por qué siento que esto me afecta tanto? ¿Por qué?

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