Capítulo Cuatro

Camino, camino y camino por la calle sin rumbo fijo. ¿Cómo no pude darme cuenta? Ella nunca lo mencionó. ¿Por qué? 

Me detengo afuera del bar dónde Nelly y yo solemos venir a veces. No dudo en entrar, tal vez es lo que necesito para quitarme todo este estres que traigo encima.

Al entrar noto que, como casi siempre los mismos hombres se encuentran aquí, con las mismas chicas, algunas demasiado jóvenes. Me pregunto, ¿cuántos de ellos estarán casados? No los juzgo, eso no va conmigo, solo pienso en que quizás en su casa hay una mujer que espera por ellos y ellos aquí, con alguien más. 

Me siento en uno de los bancos cerca de la barra y pido algo de beber, hoy no quiero alcohol. Necesito pensar. 

Saco mi celular y veo un mensaje de Aída, uno de mamá y otro de Alexander.

"No sé que pasa contigo, sabes lo que siento por ti. ¿Cómo es posible hacerte entender?" 

—¿Cómo le digo que no me gusta? O sea sí me gusta, pero no como él quiere. –digo para mi.

—¿Por qué tan solita? 

Giro mi cabeza para encontrarme con un galán que de seguro sólo viene de fanfarrón. Mirada arrogante, sonrisa de telenovela y vestimenta aburrida. 

—No necesito compañía así que déjame sola.

—¿Puedo invitarte un trago?

—No. –respondo tajante.

—¿Tienes novio? 

—Para ti, soy casada, con novio, novia, seis hijos, viuda, divorciada y no estoy interesada. 

Él me mira entre sorprendido y molesto. 

—Definitivamente deberían prohibir la entrada de menores a este lugar.

—O deberías irte de aquí a buscar a quien joder lejos de mi espacio personal. Porque la verdad es que me aburres. 

—Que infantil. –dice antes de irse.

—¿Problemas en casa Dafne?

–cuestiona Matt.

—Algo así.

—¿Con tú madre? 

—No, con... olvidalo.

—Sabes que puedes contarme ¿Verdad? 

—Lo sé, lo que pasa es que... a mi mejor amiga le gusta el chico con el que...bueno. Con el chico con el que "salgo" 

—¿Y por qué haces comillas cuando dices salgo?

—Porque no somos nada serio, no somos novios, de hecho mi mamá cree que sólo somos amigos. 

—¿Pero te gusta? –cuestiona.

—Sí, físicamente me gusta. Sexualmente también. Es guapo, interesante, inteligente, sabe hacerme reír y sentir bien, pero...

—¿Pero? 

—No es lo que yo busco.

—¿Hablas en serio? ¡Es el chico que cualquier chica de tu edad desea tener! 

—Cualquiera excepto yo. 

—¿Todas son así de complicadas?

Río por su tonto comentario.

—Unas son peores. 

Tomo mi bebida y me siento en una de las mesas que estan alejadas de la entrada, la mirada de mi amiga me taladra la mente. Siento culpa, culpa por haber sido tan tonta como para no darme cuenta de que Aída estaba enamorada de Alexander. Y él tampoco tiene porque aguantar esto que...tenemos. 

Si mi madre supiera que el hijo de su mejor amigo y yo nos hemos acostado por casi un año y seguimos fingiendo ser sólo amigos. Seguro me mata. 

—Hola preciosa. 

Una mirada gris y labios seductores interrumpen mis pensamientos. Rápidamente me pongo alerta, seguramente es otro fanfarrón.

—Hola. –respondo sin más.

—¿Por qué tan solita? 

—Ay por el cielo esto no puede ser verdad. ¿Acaso todos ustedes van a clases de "como conquistar a una chica con frases cliché?" ¿Por qué no pueden ser un poco más creativos? ¿Tanto les cuesta? ¡Suenan patéticos!

Él me mira sorprendido y parpadea varias veces.

—Bueno, la verdad es que no sé cómo hacerlo. Tengo mucho sin hacer esto. 

—Ya veo porque. Es mejor que me dejes sola, hoy no es un buen día. Me das flojera.

Él, sin decir nada se levanta de la silla y se va. Lo agradezco internamente porque en verdad no fue un buen día. 

Pido a Matt que me traiga una cerveza, no me interesa que digan que una chica se ve mal tomando alcohol, o fumando un cigarro, o hablando palabrotas. No dejaré de hacerlo sólo porque a la gente no le parezca, siento que eso no define quien soy y no pienso cambiar. 

Por el rabillo del ojo visualizo una figura aproximarse a mi mesa, contrario a lo que creí se sienta a un lado de mí, lo que me da mejores armas para ignorarlo. 

No dice nada, sé que me mira porque puedo verlo por el vidrio que se encuentra frente a mi. 

—¿Dirás "Hola preciosa, por qué tan solita?" –rompo el silencio.

—No.

—¿Me invitaras una copa o algo así?

—Tampoco, de hecho, preferiría ofrecerte un biberón o leche tibia con miel y galletitas para después leerte un cuento.

Sonrío con ironía y pienso en una palabra para dejarle claro que no me interesa, me giro y lo veo a los ojos, instantáneamente me pierdo en el color de ellos, olvide como hablar, como respirar, como ser yo... estoy perdida.

—¿Sin palabras? –cuestiona con una sonrisa de satisfacción. 

Su mirada es de arrogancia pura, su sonrisa bien opacaria a cualquiera, ese rastro de barba perfectamente cuidada me esta haciendo enloquecer, la manera en la que se acomoda por su barbilla y sus labios, es...

—Increíble. –susurro. 

—¿Qué es lo increíble? –se atreve a cuestionar. 

—Tú.

—¿Yo? 

—¿Por qué no te habia visto por aquí antes? –cuestiono curiosa. 

—Es la primera vez que vengo, mi amigo me trajo a fuerza. 

Me señala la mesa en la que esta el tipo anterior. 

—¿Ese es tu amigo?

—Sí, dijo algo sobre ti siendo algo ruda con él.

—Es que era inevitable, es demasiado cliché. 

—Lo sé, creo que por eso sigue soltero. 

Aguanto las ganas de reír pero fallo en el intento. 

—¿Es broma? 

—No, en realidad esta soltero.

—Ya veo porque. Es medio...

—¿Tonto? 

Asiento riendo.

—Sí, lo es. Pero es mi amigo y así lo quiero. Siempre ha estado ahí cuando necesito una mano.

—Eso sonó raro. –confieso. 

—Sí, lo siento. No me expresé bien. 

—Entiendo... sé lo que quieres decir. 

—Menos mal, ¿Me dejarías invitarte algo de tomar? 

Pienso por un segundo, ¿Será buena idea? 

—Me gustaría tomar café. 

—¿Negro, con leche, capuchino latte?

—Negro...

—¿Con un toque de vainilla? –cuestiona. 

—Y canela. Suena delicioso. 

—Lo es. –concede.

—¿Lo has probado?

—Es mi favorito. 

—El mío también. 

—Entonces vamos por ese café. 

Asiento entusiasmada. 

En este momento se supone que mis focos rojos de alerta deberían encenderse y hacerme desistir de ir con un extraño por ahí. Sé que cometo un error pero vamos me la paso cometiendolos. 

—Por cierto, mi nombre es Dafne. 

—Es un bonito nombre, es un placer conocerte Dafne. Mi nombre es, Jared. No lo olvides. 

—No podría. 

—Yo tampoco lo haré.

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