Open Case N° 02: Hate you

Martes, 6:00 am:

El molesto sonido del despertador se abrió paso por toda la habitación, retumbando con ensordecedora indecencia mientras el pelinegro mantenía sus ojos aún cerrados sin sentirse perturbado por aquella alarma, apagándola sólo después de varios minutos. Cada mañana hacía lo mismo, fingía dormir hasta que la alarma sonara a su lado y le indicara que era hora de ir a trabajar una vez más... Bastante rutinario.

Tomar una ducha, cepillar sus dientes, comer su desayuno, cepillar sus dientes una vez más, ponerse algo cómodo y esperar a que su cabello se secara mientras hacía su camino hasta la estación. ¿Cuánto tiempo llevaba cumpliendo aquella misma rutina? No lo sabía, tampoco le importaba, sólo esperaba que acabara pronto y que algún día pudiera volver a su vida normal, pero... ¿Realmente podría hacerlo?

—¿Qué demonios estás haciendo, Baker? —Se preguntó a sí mismo mientras dejaba sus cosas en su escritorio y miraba alrededor. No había nadie. Había llegado muy temprano.

—Buenos días. —La voz de Mark lo sacó de sus pensamientos, él sólo saludó sin darse la vuelta. Realmente no estaba de humor aquel día.

Mark había sido su mejor amigo desde que llegó a la ciudad luego de su traslado. Cabello rubio, cuerpo esbelto como el de un súper modelo y ojos tan azules como el del cielo más bonito y despejado, con la intensidad y elegancia de una pintura victoriana de alta gama. En líneas generales, un sujeto extremadamente atractivo. Un tipo reservado y callado, exactamente el tipo de gente con la que Patrick podía relacionarse bien, sólo que aquella mañana —al igual que todas las mañanas de la última semana— a él no se le apetecía mucho dirigirle la palabra.

—... Iré al polígono —dijo de repente, tomando por sorpresa al rubio que apenas había tomado asiento.

—¿Aún de mal humor? —Sólo eso alcanzó a preguntar antes de que el más alto se diera la vuelta y comenzara a caminar por el pasillo— Aún de mal humor... —Se encogió de hombros y sacó su chaqueta.

°•°•°•°

Su arma ya estaba completamente cargada, todo su equipo estaba en orden y sus ganas de dispararle a algo estaban al cien por ciento, así que sólo levantó su pistola y comenzó a disparar al blanco que estaba a considerables metros de distancia, concentrándose sólo en el hecho de que debía disparar al centro y dejando que el fuerte sonido de los estallidos lo distrajeran de todo lo demás.

Las horas pasaron y Patrick perdió la cuenta de cuántos cartuchos había vaciado ya. Los blancos se acercaron luego de que terminara de disparar y pudo observar todos los agujeros que había dejado en ellos... Al menos no había fallado nada.

—Ya no tengo balas. —Se dijo a sí mismo luego de ver que se había quedado sin municiones, energía, tiempo y su humor aún estaba por el piso—... Vaya... —Suspiró y tomó asiento sobre la repisa de la cabina, cerrando sus ojos por unos segundos y tratando organizar su cabeza... ¿Por qué no podía simplemente olvidar todo?

—Uh... Lo siento. —Una voz familiar lo sacó de sus pensamientos y lo hizo abrir sus ojos una vez más— No sabía que estabas aquí...

El americano se volvió a la entrada del polígono y notó que Jung se adentraba en el lugar mientras cargaba su propia arma, no había visto al coreano desde la tarde del día anterior cuando se había ido luego de soportar una serie de molestas bromas pesadas, dándole como única respuesta una falsa sonrisa y un "realmente eres gracioso" que le había quitado todo el chiste a su esfuerzo por hacerlo molestar. Aquel premio en realidad comenzaba a surtir el efecto contrario al que él había esperado.

—Disparas como niña. —Soltó de repente al ver cómo el mayor fallaba un tiro.

—Ah... Supongo que me falta práctica. —Jung respondió casi automáticamente y Patrick rodó sus ojos antes de levantarse de su improvisado asiento y salir de allí. Ni siquiera estaba de humor para molestar a Jung, quien sólo lo observó de reojo mientras abandonaba aquel lugar y dejaba escapar un suspiro de alivio.

°•°•°•

Miércoles, 1:43 pm:

—¿... no te parece? —Mark se volvió a ver al pelinegro y notó que éste seguía viendo un punto en la pared— ¡Patrick! —Lo golpeó en el brazo y el menor se volvió sorprendido.

—Lo siento, no estaba prestando atención. —Se disculpó y Mark suspiró.

—¿Crees que no lo noté? —bufó— Te pregunté si de verdad creías que había sido suicidio. —Señaló el cuerpo en el piso y el más alto negó.

—Evidentemente no. —Sobó su cuello y se volvió a ver a los oficiales que seguían examinando la escena del crimen— Sólo lo hicieron ver como uno. Necesitaremos hablar con su hermano...

—Realmente no escuchaste nada de lo que dijo la oficial —Mark suspiró—. El sujeto está fuera de la ciudad, no es sospechoso...

—Oh... —Patrick apretó sus labios— Lo lamento, de verdad no... —Las palabras del pelinegro fueron interrumpidas por una voz conocida que llamó la atención de todos.

—Sentimos la demora, Jonathan nos dijo que viniéramos. —Jason se adentró en aquella sala de decoración anticuada, seguido del concentrado coreano que parecía más interesado en lo que hacían los oficiales a su alrededor—. El forense nos dijo que cree que fue suicidio...

—No creemos que lo fuera. —Mark se volvió a ver al chino y éste alzó una ceja mientras se volvía a ver al de piel morena.

—¿Tú qué dices? —preguntó a su compañero y éste observó el cuerpo en el piso.

—Evidentemente no. —Jung frunció su ceño y se agachó al lado de la víctima— Lo hicieron ver como un suicidio, pero no fue así, eso es seguro. —subió su mirada para ver a los otros tres, notando que Mark golpeaba el hombro del menor de los detectives.

—Pat dijo exactamente lo mismo —dijo en una risita.

—Creo que vomitaré —admitió el pelinegro luego de notar la "amable" sonrisa en el rostro de Jung.

—Qué bueno saber que opinamos lo mismo. —El coreano habló suavemente y Patrick sintió ganas de matarse a sí mismo.

—Ah... Iré a hablar con el sargento. —Suspiró, buscando alejarse del desagradable Jung y su amable tono de voz.

Por las siguientes seis horas, Patrick intentó inútilmente hacer molestar al coreano, sintiendo ganas de ser él quien estuviese tirado en medio de sala con un frasco de veneno en su mano y labios azules luego de ver el imperturbable rostro del de cabello blanquecino, que seguía haciendo lindos, amables y desesperantes comentarios a cada broma pesada... Patrick recordaba pocas cosas que lo hubieran hecho sentir tan desesperado en toda su vida.

°•°•°•

Viernes, 6:30 pm:

—Ah... Me voy a casa, ¿no vienes? —Mark preguntó, colocándose su chaqueta y deteniéndose al lado del escritorio de su compañero.

—Uhm... —Sólo eso contestó el pelinegro, negando ligeramente con su cabeza a la pregunta de su amigo y manteniendo su mirada fija en el reporte que tenía frente a él.

—Esto es un récord... Oficialmente has estado de mal humor toda la semana. —Se burló el mayor luego de ver que su turno había acabado y que Patrick había llegado al viernes con mala cara.

—Uhm... —El menor miró de reojo a su amigo y suspiró.

—Nos vemos. —Palmeó el hombro del más alto y abandonó la ya vacía oficina para dejar a un solitario Patrick rellenando aquel interminable reporte que no parecía querer acabar nunca... O eso pensaba él.

La vista del pelinegro subió instintivamente al escuchar cómo algo caía unos cuantos escritorios más adelante y pudo ver al distraído Jung agachándose para recoger el pequeño desastre que se había formado a su alrededor. Patrick no pudo evitar alzar una de sus cejas y observar la hora en la pantalla de su móvil, ya era bastante tarde y Jung nunca había sido de los que gustaba por cumplir horas extra. Frunció su ceño, lo observó por unos segundos y decidió volver a sus asuntos al darse cuenta de que el mayor seguía muy metido en su trabajo... Vaya, incluso había perdido las ganas de molestarlo.

Las horas pasaron lentas y silenciosas, el cielo se había tornado oscuro e incluso Jonathan había abandonado la estación pasadas las ocho de la noche, dejándolos a ambos solos en aquella lúgubre oficina a la cual el americano se había acostumbrado a ver de aquella manera en el último año.

—Ah, listo por... —Patrick se reclinó en su asiento, satisfecho por haber terminado con todo su trabajo pendiente, pero se detuvo de seguir pronunciando aquellas palabras al notar que Jung estaba parado junto a su escritorio, mirando de una manera muy perturbadora al reloj que estaba detrás él— ¿Al fin perdiste la cabeza? —Alzó una de sus cejas al ver que el mayor no se movía y brincó en su lugar luego de que éste se aproximara a él súbitamente y lo dejara acorralado entre sus brazos y la silla, apretando fuertemente los posa brazos con sus delgados dedos.

—Al fin acabó... —Soltó entre dientes y Patrick miró el reloj de reojo, eran de media noche. La semana de trabajo había acabado y Jung ya no debía ser amable— Esperé pacientemente por este momento. —Patrick tragó fuerte al ver la locura en los ojos del mayor y apretó sus labios— ¡Eres un imbécil, Patrick Baker! ¡Nunca había conocido a un idiota como tú! ¡Eres engreído, egocéntrico, patán, te crees la gran cosa y la verdad es que eres un pequeño idiota! ¡Si alguna vez vuelvo a verme en la maldita situación de ser amable contigo voy a asesinarme sin dudarlo por ningún segundo! ¡Jamás creí que darle los buenos días a alguien sería tan difícil, pero te juro por el amor de Cristo, Krishna, Zeus, Odín o cualquier maldito dios en el que creas que podía sentir el vómito en mi garganta cada vez que te lo decía! Escucha... —Tomó aire por primera vez desde que comenzó a hablar— No sé si lo estoy dejando muy en claro, pero, te lo juro, no sabes lo mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mucho que te odio, Patrick Baker —suspiró—. Sólo toma una de esas tontas donas y ahógate con ella, ¿sí? Bien... Adiós.

El pelinegro titubeó por algunos segundos, viendo cómo el de cabello blanco se acomodaba la chaqueta, como sacando algún tipo de polvo invisible que hubiera quedado en ella luego de gritarle en la cara a aquella distancia tan indiscreta. Lo observó alejarse y sólo cuando estuvo a punto de abrir la puerta su cuerpo reaccionó.

—Hey, Kim —llamó, notando que el mayor se volvía—... También te odio. —Soltó con simpleza, viendo cómo el coreano rodaba sus ojos exasperado, giraba sobre sus talones y salía a paso firme de la estación.

°•°•°•

Sábado, 12:01 am:

Sintiendo todo el peso de las horas de trabajo, el pelinegro se reclinó en su asiento y sobó su cuello mientras su mirada se mantenía fija en la puerta que Jung recién había atravesado luego de su repentino ataque de ira, aunque, en su defensa, quizás había estado reteniéndolo desde el lunes. Por algún motivo, el de ojos verdes se sentía más satisfecho ahora que cuando el mayor se vio obligado a actuar amable con él. Por primera vez aquella semana, Patrick sonrió.

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