Capítulo 2

Rayan la liberó de su agarre y la aventó sobre la cama, con el ceño fruncido se quitó la playera oscura que traía puesta, lo que hizo que las comisuras de los labios de Daria se elevaran en dirección al cielo, remojándose con la lengua y saboreando su triunfo.  

—Uno de estos días voy a estrangularte por ser tan perra —los ojos de Rayan se dilatan con furia al pensar en Azura desnuda, en la misma posición en la que se encontraba Daria, abierta de piernas, esperando a recibirlo todo de él.  

Tenía razón, la deseaba, pero no iba a permitir que su pene disparara a aquella dirección, ella era todo su mundo, su puto corazón, y si intentaba algo con ella solo la embarraría de m****a, Azura no era como las zorras con las que siempre lo hacía, ella era buena, un ángel, la chica que veía películas de romance y lloraba porque el maricón del protagonista no pudo luchar por su cuerpo, la chica que se enamora hasta perder la cabeza y pide siempre más de lo que se le puede dar.

No, ella merecía un buen chico, uno que la llevara a jodidas citas, que le invitara un puto helado y pensara en ella por las noches para después masturbarse, aunque siendo honestos, cada que pensaba en otro, queriendo meter su miembro en ella, le entraban ganas de incendiar toda la ciudad y matar al cabrón desconocido que solo vivía en su imaginación. Azura merecía alguien mejor que él y que todos, pero al mismo tiempo no la quería con nadie, estaba jodido hasta la médula.

Permitió que estuviera con su primo porque de esa manera la mantendría vigilada y fuera del mercado de ligues. Algo macabro para ser solo amigos.

—¿Y bien, vas a hacer algo con eso o solo te quedarás a charlar conmigo? —habla Daria con veneno en sus palabras, dirigiendo su mirada hacia su miembro.

Rayan la mira y su miembro se endurece, eso era ella para él, una muñeca Barbie con la que lo hacía cuando quería jugar, y cuando terminaba echaba su cuerpo a un lado.

—No me provoques, nena.

Rayan la agarró por el pelo, tirando bruscamente su cabeza hacia atrás, estaba cansado de su actitud, poco a poco perdía interés en ella, solo la soportaba por hacerle un favor y porque su boca hacía una buena combinación con su miembro. ¿Se creía importante para él? Estaba olvidando cuál era su lugar. 

—Soy tu novia, deberías tratarme con respeto, Rayan —dice y él casi siente lo ridículo que sonaban aquellas palabras en su boca.

—Yo no tengo novias, no tengo tiempo para esas mierdas cursis —escupió Rayan, el brazo de Daria dejó su cintura tratando de agarrar su mano que se enredó en su cabello—. ¿Por qué no te preocupas por ti misma, recuerdas con quien estás hablando y te dedicas a solo abrir las piernas? Eso es lo único para lo que eres buena.

Rayan la apartó haciendo que cayera en el suelo nuevamente, se colocó la playera de nuevo, y sus ojos repararon en como Daria se vestía con la poca dignidad que le quedaba.

—Sigues siendo mío —musitó Daria con una falsa sonrisa.

—No soy de nadie, muñeca.

—¿Por qué tienes que ser tan imbécil?

Rayan entrecerró los ojos, chasqueó los dedos apuntando hacia cualquier lugar, solo era un imbécil con el mundo, eso no era extraño, solo no es una sorpresa que después de aventarle toda esa m****a sobre Azura y él, no quiera su cuerpo cerca de él, ¿por qué diablos trataría de sacar esa m****a sobre su relación con Azura, en estos momentos?

—Si sabes lo que es bueno para ti, vas a salir de mi vista ahora, y dejarás de decir estupideces de Azura, sabes que ella es intocable, y no la deseo, solo la protejo, ella es mi hermana pequeña, tal vez no compartimos el mismo ADN, pero es lo que es y punto —Rayan la desafió y su voz sonó como un maldito martillo—. ¿Entendido?

Daria frunció el ceño mientras puso sus ojos en blanco, algo dentro de ella se contrajo como un espasmo, pero no dijo nada, lo amaba, y por eso lo soportaba, aún tenía la ligera esperanza de poder llegar a conquistar su blindado corazón, solo tenía un obstáculo, y ese era su mejor amiga. Estaba segura de que pese a escupir a todo el mundo que era como su hermanita, lo hacía por las noches pensando en ella. Rayan deseaba lo que no podía tener.

—Bien —asintió ella—. Te quedas sin tu regalo del viernes por la noche, por lo menos Azura pasará un buen momento hoy.

Eso llamó la atención de Rayan, quien como si se tratara de un demonio, la fulminó con la mirada y sus fosas nasales comenzaron a dilatarse.

—¿Qué quieres decir con eso? —carraspeó.

—Oh, ¿acaso no lo sabías? —Daria fingió sorpresa—. Pensé que tu hermanita pequeña te lo contaba todo.

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