2. Nueva Oportunidad

Alondra caminaba por el pasillo que daba en el último piso hacia la oficina de Álvaro, su paso era lento, iba recordando la imponente personalidad que el ingeniero tenía, eso la hizo sentir algo nerviosa.

—Señorita Alondra, buenos días.

Alondra giró hacia la voz que la saludaba, se encontró con él, que iba llegando casi a lado de ella.

—Que... tal ingeniero tartamudeó.

Escuchar esa voz tan dulce, lo hizo sentir una pequeña punzada en su pecho. Una vez ingresaron a su oficina, él le cedió una silla para que tomara asiento.

—Bienvenida a tu nueva empresa.

Le escuchó decir.

—Gracias —ella sonrió ligero.

—Te voy a explicar lo que harás, por lo que estarás esta semana conmigo en la oficina, ¿cuándo regresa a la universidad?

Alondra volteó a verlo sorprendida, ya que ella no recordaba haberle hecho referencia que se encontraba estudiando.

Álvaro sonrió al entender su mirada.

—Ana Laura me advirtió que si te enviaba conmigo era porque sabía que no permitiría que interrumpieras tus estudios.

Alondra elevó ambas ceja, sorprendida.

—En dos semanas —respondió.

 —Perfecto, entonces espero no le importe estas dos semanas salir a las 7:00 pm para poder capacitarse.

Pasaron toda la mañana en su oficina, checando papeles, adentrándose en la plataforma de la empresa.

Alondra contestó varias llamadas dirigidas al ingeniero, acomodaron sus citas, arreglaron pendientes, poco a poco se fue acercando el horario de salir a comer. Ella lo percibía porque su estómago comenzaba a reclamar, pero sabía que no traía ni un centavo, por lo que debía aguantar hasta llegar a su casa.

El ingeniero tenía una reunión a las 2:00 pm, por lo que se apresuraron con los pendientes. Álvaro se sorprendió al darse cuenta que Alondra manejaba sin problemas el sistema de la empresa, cada que la veía sonreía. Confirmaba que había contratado a la persona idónea.

—Debes ir a comer.

La voz de Álvaro la hizo salir de las actividades que realizaba.

—Si… claro en un momento —Alondra respondió dudosa, se mordió el labio inferior.

Ella se dirigió a su cubículo, encendió el ordenador, eran las 2:30 cuando vio al ingeniero salir a toda prisa, por lo que se dio cuenta, se le había hecho tarde, él la miró, al pasar por dónde se encontraba ella. Se quedó unos segundos parado. Le dio la impresión a Alondra que algo deseaba decirle, pero se contuvo.

El ingeniero se quedó con una de sus compañeras intercambiando un par de palabras.

—Yo le aviso.

La joven escuchó expresar a la persona con la que habló con brevedad y se retiró. Se giró para volver a concentrarse en sus actividades.

—Alondra se te tienen que tomar medidas y hacer el pedido de tu uniforme—. Una mujer regordeta, de cabello rizado negro y ojos azabache, le sonrió—. Soy Johana.

—Mucho gusto —respondió.

Pasadas un par de horas, Álvaro regresó, se adentró a su despacho.

—Alondra puedes venir —la llamó por teléfono.

La chica dejó lo que hacía para dirigirse hacia su oficina. Tomó asiento frente a él, observando que sacó una bolsa de papel y la colocó sobre su escritorio.

—Supe que no saliste a comer.

Alondra pasó saliva con dificultad, sonrojándose al instante, no sabía qué explicación darle.

—Yo… iba a hacerlo cuándo terminará con los pendientes, no he querido dejar nada a medias. Era claro que entre más hablaba más se enredaba, por lo que mejor prefirió morder su labio inferior.

—Lo imaginé, no deseo que, por cumplir con todo, vayas a desfallecer, mientras te explico esto, aliméntate por favor. Es comida rápida, me fui tarde y preferimos reunirnos en un lugar cercano.

Alondra sacó una chapata de tres quesos, de la bolsa, alado de un jugo sabor manzana. No supo que decir ante tal gesto de amabilidad por parte de él. La realidad es que no estaba acostumbrada a recibir ningún tipo de atención o detalle, más que de su hermano.

Tomó pequeños bocados, pero muy constantes, no se atrevió a explicarle que no había comido nada en todo el día, en su interior se lo agradecía infinito.

A las siete en punto terminaron, ella se pudo retirar, se sentía agotada. El ingeniero aún se quedó en la oficina, avanzando con algunas cuestiones.

****

Llegó a su casa, como era de esperarse sus cuñadas estaban ahí junto con su hermana. Sentía molestia que estuvieran diario siendo unos parásitos, pero si argumentaba algo sabía que se buscaría problemas y lo único que deseaba era descansar.

Entró a la cocina para darse cuenta que ya no había nada de comida, abrió la nevera y tampoco encontró algo, no sabía cuánto tiempo resistiría viviendo así

—Ándale niña salte a cuidar el puesto, que yo voy a atender a las visitas— el timbre de voz de su madre le resultaba molesto.

Alondra se subió a cambiar resignada, sabía que le esperaba una noche larga, pero fue consciente que era la oportunidad de poder obtener algo para cenar...

Salió y se encaminó al viejo puesto propiedad de su madre, se encontraba unas calles más adelante, en dónde quedaba en una esquina oculta al paso de la gente, pero conocían la buena sazón y llegaban a comprar sin necesidad de tener anuncios. La mujer preparaba tamales y atoles típicos de la ciudad de México, dependiendo el gusto de cada persona.

—Hola lindura cuanto tiempo sin verte.

La voz de Juanjo, un ‘amigo’ de Luis su hermano mayor la hizo estremecerse. Siempre que estaba cerca de él era así, la sensación de temor se disparaba por todo su sistema nervioso, corriendo por su torrente sanguíneo.

Juanjo colocó la mano sobre su mejilla, la miró de arriba abajo, como si la estuviese desnudando, pasó la lengua por sus labios, saboreando algo que deseaba desde hace mucho.

—Eres tan bonita, Alondrita —pronunció con voz ronca mirándola de arriba abajo.

Alondra se movió hacia atrás, quitando la mano del sujeto de ella.

— ¿Qué quieres? —preguntó, ignorando su comentario.

—A una mujer como tú, ¡eso quiero! —respondió viéndola a los ojos con la mirada ensombrecida.

Alondra volteó a ver a la calle, por desgracia para ella no había nadie.

Juanjo hizo lo mismo.

—Parece que es mi día de suerte, vamos a poder estar un rato juntos, sin nadie que nos moleste, linda—sonrió con malicia.

—Prefiero que te marches, no deseo tu compañía—Alondra hizo una mueca de desagrado.

—Me gustas mucho, niñita, desde hace un par de años te has puesto bien... Sabrosa —arrastró las palabras al pronunciarlas. 

Juanjo comenzó a acercarse acortando la distancia que había en ambos.

Alondra retrocedió poco a poco, hasta que se topó con la pared. Juanjo puso sus manos sobre los costados de ella, las piernas de Alondra temblaron.

—Desde hace mucho tiempo he querido besarte. —La tomó por las muñecas, pegó sus piernas a las de Alondra inmovilizándola.

—Atrévete y verás cómo te los arranco de una mordida —lo enfrentó con gran furia.

Juanjo le sonrió, se acercó a su cuello para inhalar su aroma.

—No sé a qué hueles, pero es exquisito.

Colocó los labios sobre su piel y lo besó un par de veces, recorriéndola, aspirando su dulce olor, se pegó a ella haciéndola sentir su dureza.

—Serás mía, te lo juro —susurró a su oído.

—Primero muerta —escupió rabiosa—, siento profundo asco por ti, eres un vago bueno para nada—Alondra sintió como presionó con más fuerza de sus muñecas, ocasionándole dolor.

Juanjo la miró a los ojos, colérico.

—Nunca nadie se ha atrevido a hablarme así.

Siempre hay una primera vez— Ella enarcó una ceja.

—En eso tienes razón, y yo seré… tu primera vez. —Volvió a susurrarle al oído.

La repugnancia se apoderó de la joven, al sentir su respiración tan cerca y la firmeza entre sus piernas.

Alondra se burló.

— ¿Qué te hace pensar que podrías ser mi primera vez? —respondió envalentonada. Lo miró sin parpadear.

—Me quieres confundir, pero vas a ser mía lindura—Juanjo sentenció molesto.

—En tus sueños, imbécil, he sido de mejores hombres, más interesantes, cultos, preparados, elegantes, con clase y… con un estatus social al que jamás podrás llegar, porque los tipos como tú, son pequeños bichos rastreros, sin moral y corrientes, a los que no les importa pasar por encima de los demás.

— ¡Te estás pasando de lista! — Juanjo colocó las manos en el cuello de la joven, presionando.

— ¿Lo crees? —Alondra respondió con dificultad.

— ¡Serás mía! —mencionó sin soltarla.

—Solo te saco de tu error, no sé cómo pudiste pensar que a mis 23 años podría ser… virgen— Sonrió disfrutando del momento.

Juanjo la miró contrariado, con la respiración agitada. Alondra fingió ver pasar a una vecina.

—Señora Licha —gritó como pudo.

Juanjo volteó atrás.

Ella aprovechó para soltarse y caminar rápido hacia el puesto, por fortuna una pareja se acercaba al negocio, ella se dedicó a atenderlos, sin voltear a dónde la acorraló el infeliz.

Volteó con discreción para corroborar que se hubiera ido, una vez sola, se sentó, dejó salir las lágrimas de miedo e impotencia, ignoraba de donde pudo sacar el valor para enfrentar aún parásito como ese, que solo se dedicaba a vender drogas y a hacer que se perdieran los jóvenes del rumbo.

Después de un rato llegó Ernesto, para su fortuna ella ya se encontraba calmada, le mostró un par de tamales que tenía apartados

— ¿Cómo sabías que muero de hambre?

Se miraron a los ojos con profunda nostalgia y se abrazaron.

—Lamento que te hayas ido con el estómago vacío flaca, ya no te alcanzó bicho.

 — ¿Aline? —preguntó.

—Si nos vino a dejar un lunch.

—Que linda, creo que ya la quiero.

 — ¿En serio? —Ernesto volteó con una gran sonrisa.

—No, aún no.

Ambos rieron.

— ¿Lloraste flaca?

—No —respondió dudosa.

 —Tienes los ojos llorosos.

—Estoy cansada, es todo —el tono de su voz reflejaba tristeza, aunque trató de sonar con ánimo, le fue imposible.

Ernesto sabía que algo le había sucedido, pero no deseaba hablar. La estrechó con fuerza para reconfortarla y respetó su silencio.

****

Aquí hace su aparición Juanjo, quien no quitará tan facil el dedo del renglón insistiendo con Alondra. 

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