CAPÍTULO 6. Una mirada, un gemido y lencería mini.

Virginia se miró de arriba abajo. Un pijama que le quedaba absurdamente grande no era la mejor ropa para recibir visitas, pero la verdad era que no tenía otra. Había dormido con un sueño pesado e intranquilo, y le había costado comer algo al levantarse. Y ahora recibir a alguien no era lo ideal…

—No te preocupes, Baby —la tranquilizó Connor—. Mi diseñadora es una bella persona, y se entusiasmó mucho cuando le hablé de ti.

Virginia asintió y se arregló tanto como pudo para esperar a la señora Bennet. Se sorprendió al saber que no tenía nada de «señora» en su carácter. Era divertida y jovial y la abrazó con suavidad, sin hacer un solo gesto que denotara que sabía lo que le había pasado.

—Mi niña, ¡eres una belleza! —la saludó Valeria.

—Gracias, señora Bennet.

—Valeria, por favor —le sonrió la mujer mientras le señalaba a Connor una maleta con ruedas para que la arrastrara al salón.

—Mmm… Baby, mucho gusto.

—Encantada, linda. Connor me dijo que necesitas un guardarropa completo para Nueva York, y me dio tu talla.

Virginia levantó una ceja mientras lo miraba, y él pudo adivinar la pregunta en aquella mirada: «¿Tú como sabes mi talla?».

—Traje muestras generales para que te las pruebes —dijo Valeria—. Necesito que me digas de esas cuáles te quedan bien y así podré ajustar las medidas. ¿De acuerdo?

Virginia asintió mientras Valeria sacaba un libro de bocetos para sentarse a dibujar.

—No pensé que tendrías algo listo tan rápido —dijo Connor—. Tu boda fue hace tres días, ¿No deberías estar en tu luna de miel?

—¿Bromeas? Oficiaste mi boda y casi le causas un colapso a mi marido. Eres una de mis personas favoritas y a esta nena vale la pena vestirla —aseguró Valeria—. Además con dos niñas de pocos meses no hay luna de miel que valga. ¡Ahora vayan, vayan, que mis cuatro fieras no van a demorar en reclamarme!

Virginia no pudo evitar la sonrisa mientras iba a una habitación pequeña que se comunicaba con la sala y abría aquella maleta. Tenía ropa muy bonita y para todas las ocasiones. Se notaba que Valeria era una diseñadora muy talentosa.

Tomó uno de los vestidos y trató de ponérselo, pero realmente le costaba trabajo. Le dolían horriblemente las costillas y no podía levantar los brazos sola por encima de la cabeza. Suspiró con cansancio y dio dos golpes en la puerta por dentro, haciendo que Connor se asomara enseguida.

—¿Todo bien? —preguntó viéndola sostener el vestido contra su pecho.

La muchacha negó con cansancio.

—Lo siento, no puedo ponerme esto sola. Me duele el cuerpo.

—¿Quieres que le diga a Val que te ayude? —le preguntó Connor, pero ella bajó la mirada en un instante.

—No… no hay necesidad de que nadie más me vea así —murmuró Virginia y Connor apretó la mandíbula con impotencia, porque sabía que aquellos golpes le daban vergüenza.

—No tenemos que hacer esto ahora…

—Nos vamos a Nueva York en unos días ¿no? —preguntó Virginia—. No me puedo ir desnuda y tampoco quiero molestar de más. Solo… ¿Puedes ayudarme un momento, por favor?

Connor asintió, entrando y cerrando la puerta tras él. Jamás en toda su vida se había puesto nervioso delante de una mujer, pero parecía que todo con ella era diferente.

—Sueles arrancarle la ropa a las chicas, no ayudarlas a vestirse —dijo Virginia como si leyera sus pensamientos y los dos rieron—. ¿Quién sabe? Quizás sea un buen cambio para ti.

Connor atrapó el vestido que la muchacha tenía en las manos y no dejó de mirarla a los ojos ni por un segundo mientras se lo pasaba por la cabeza y los brazos. Su vista periférica se estaba deleitando con la desnudez de aquella chica, pero sus pupilas no se movieron ni un milímetro mientras ayudaba a aquel vestido a deslizarse sobre su cuerpo.

Le quedaba perfectamente ajustado y era suave. ¡Gracias a Dios que era suave!

Salió caminando con el vestido y Valeria la miró de arriba abajo.

—Baby, cariño, el día que te decidas a hacer carrera como modelo, prométeme que seré la primera persona a la que llamarás —dijo Valeria juntando las manos.

—Por supuesto —sonrió Virginia—. Oye Val… no me siento muy bien, ¿podrías ajustarme las medidas por este vestido nada más? ¡Eres una diseñadora increíble, cualquier cosa que hagas para mí me encantará!

Valeria accedió con su sonrisa encantadora.

—Claro, no hay problema, puedo llevarme este de muestra. Lo que sí voy a necesitar es que te pruebes algo de lencería, necesito la medida justa de la copa para los corsés —le pidió—. Por favor pruébate el negro.

Virginia se mordió el labio inferior y entró de nuevo con Connor, que la miró sin decir una palabra. Se veía preciosa, pero no creía que tuviera que decírselo.

—¿Y bien?

—Solo tengo que probarme este vestido y…

—¿Y qué?

Virginia señaló a una pieza que había en el tope de la maleta.

—Quiere que me pruebe eso.

Connor levantó corsé con un dedo y aguantó la respiración inconscientemente.

—Oooooook —murmuró.

Virginia se dio la vuelta y él alcanzó el vestido sobre sus caderas, subiéndolo con cuidado. Miraba al techo, no a ella, y aun así el roce suave de la tela y sentir sus curvas debajo de ella era más que suficiente para ponerle el corazón a cien.

—Te quedan muy lindos mis calzones —la provocó.

—Lo sé.

Connor le sacó el vestido con delicadeza, y se quedó un momento viendo su espalda desnuda, tenía una hermosa curva donde esta terminaba, justo antes de comenzar el trasero. Un par de hoyitos sexys en los que sería perfecto encajar los pulgares y…

Sus dedos casi la rozaron, pero recordó que quizás en ese momento ella no deseara precisamente ser tocada. Así que pasó la pieza del corsé por delante de ella y empezó a amarrarla.

Dio un suave tirón, o al menos a él le pareció suave, para cerrar la línea superior y la escuchó gritar, pegando la frente a la pared.

—¡Maldición! —gruñó dándose cuenta de que la había lastimado—. Lo siento Baby…

Intentó aflojar los cordones pero solo lo empeoró.

—¡Aaah!

—¡Baby!

Pero para ese momento ya las lágrimas estaban corriendo por las mejillas de la muchacha. Connor rebuscó en las gavetas hasta encontrar unas tijeras y cortó las cintas de una vez, viendo cómo la respiración de la chica se volvía jadeante y superficial.

—¡Lo siento, Baby! Lo siento… no fue mi intención —Le sacó el corsé y pasó un brazo alrededor de su abdomen para asegurarse de que no se cayera si se desmayaba.

Virginia se quedó muy quieta, intentando digerir aquel dolor en pequeños jadeos. Cerró los ojos intentando concentrarse y solo dio gracias por que Connor la estaba sosteniendo. Sintió su cuerpo grande y caliente pegado a su espalda, y trató de tranquilizarse. El dolor punzante en su costado se fue calmando poco a poco mientras lo escuchaba respirar suavemente sobre su hombro, como si con eso fuera capaz de tranquilizarla.

—Juro que mataría al que te hizo esto —murmuró enojado y la giró despacio entre sus brazos.

—Yo también… —respondió Virginia mientras lo miraba a los ojos. El dolor se iba y estar desnuda entre sus brazos definitivamente era inquietante.

Connor bajó la mirada, tenía a Virginia pegada a su cuerpo y solo veía la parte superior de sus pechos, pero fue más que suficiente para que su respiración se hiciera más pesada y su voz más grave. Vio el leve temblor en los labios de la muchacha y acarició su espalda con movimientos suaves y sensuales.

—Estás temblando, Baby —dijo perdiéndose en sus ojos.

—Tú también —replicó ella sintiendo el calor que se deprendía de su cuerpo y la dureza de la erección que amenazaba despertarle—. Pareces un adolescente.

—Tú lo eres.

Virginia logró sonreír mientras tomaba la bata que Connor alcanzó sin dejar de verla.

—Si esto sigue así vamos a hacer combustión espontánea.

—Y compartida —le concedió Connor—. Ven, vamos a vestirte, mi corazón no aguantará más sustos hoy…

—Ni más desnudez.

—Sí, bueno… eso tampoco.

Connor la dejó sola con su pijama y salió a hablar con Valeria para que le diseñara lo que quisiera sin ocuparla mucho. Demoró con ella unos diez minutos, y para cuando regresó, Virginia se había quedado medio dormida sobre una butaca.

La cargó hasta su habitación y la dejó sobre su cama.

—Tiene razón, me estoy comportando como un maldito adolescente —pensó en voz alta—. Pero no se puede negar que es divertido.

Fue por su portátil y se sentó junto a ella a redactar un contrato. Saltaba al mínimo gesto que la veía hacer. Ni siquiera era consciente de lo pendiente que estaba de ella.

Tres horas después la vio abrir los ojos con un gesto de dolor.

—Calma, calma Baby. —Le puso en las manos dos analgésicos y al ayudó a tomarlos con un poco de agua—. Descansaste bastante.

—¿Te aburriste?

—No, estuve haciendo algo importante —dijo Connor sentándose a su lado y entregándole algunos papeles engrapados.

Virginia paseó la vista sobre ellos, dándose cuenta de que era el contrato de su «relación». Cada una de las cláusulas estaba escrita exactamente como habían acordado, sin más ni menos, y Virginia suspiró conforme antes de volver la vista hacia él.

—¿Tienes una pluma?

Connor sacó una pequeña caja circular de su bolsillo y se la dio.

—No hace falta, igual no puedes firmar con tu nombre verdadero. Cuando estés lista solo pinta tu dedo y pégalo ahí.

Virginia vio que en la última página estaba perfectamente dibujada otra huella digital.

—Diablos… esto sí que se puso serio —murmuró.

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