Capítulo 4

- Señorita! Señorita! ¿Está bien? Fue mi error haberla enviado a tal lugar espero que me perdone. Escuché que había Sido apedreada por este tonto pueblo asqueroso, déjeme verla. 

Entraba por la puerta aturdida cuestionandome tantas cosas que habian pasado a mi alrededor estos ultimos dias y más las que habían pasado antes. Una pequeña pero intrusa idea se me vino a la mente " y si en realidad...  quizás yo-yo los mate? " dijo la voz quien avalanzaba con todo a su paso destruyendo lo que más dolia. Nunca pensé que yo, la heredera del reino del este tuviera una profecía, además porque soy yo? , y si solamente es una cruel mentira para tomar el trono. ¡Eso realmente tenía que ser pagado con sangre! 

- ¿Es-estas bien mi señorita?, Ya ha Sido vendada tu cabeza por lo que déjame revisar tus otras heridas. 

Ignorando sus palabras de preocupación mis pensamientos salieron por mi boca

- Nunca me mostraron nada, solo me ordenaron y me botaron. Como hija del rey legítimo al menos debería saber el contenido que me acusa. 

- ¿De qué habla? !¿Esta bien?! ¿Pasa algo? - ella puso sus manos en mi cabeza y revisó la herida que me punzaba, el contacto directo hizo que saliera de mi estado de shock y un quejido saliera de mi boca. 

- Lo siento, me he encontrado con algunas personas peligrosas. 

- No puede ser! Yo nunca pensé que llegarían a tales extremos déjeme hablar con ellos y nunca más volverán a mirarla de aquella forma - Comenzó a arremangar sus mangas pero la paré en seco de su paso determinado. 

- Pero de igual forma encontraré gente que cree en mi aún ¡Aunque me hayan rechazado de esta manera aún depositan su fe en mi! ¿Sabes cuan maravilloso es eso? - Mis ojos sonreían y sentía como mis lágrimas de felicidad pronto saldrian. Miriam aún me miraba como si estuviera loca pero ahora entendía el por qué de mis acciones. 

- ¿Hay algo en que pueda ayudar? 

- Yo no lo sé, no sé ni dónde estoy parada. - Suspiré. 

- Ven siéntate, estas muy aturdida. Cuéntame por favor - tomó mi mano temblorosa y me guío a un mueble cómodo. 

- Yo tengo que irme. - Ella abrió sus ojos exaltada y cuando quiso decir algo la interrumpí -  Volveré en unos minutos, yo necesito, ser escuchada. Necesito pruebas -  Ella  quien ya había entendido el mensaje se mordió el labio preocupada. Poco a poco fue  soltando su agarre hasta cubrirme con el velo que traía, ella misma llamó un carruaje y me subió con una sonrisa. 

...

Bajé del carruaje sin ayuda de nadie con dificultad de un saltito. Ya nadie  me tendía la mano para ayudar. Mire la hermosa estructura tan lejana y temible sin recordar que alguna vez fue mía. Mis piernas se movieron solas sin dudar, me acerqué a la gran muralla que impedía el paso. Los  guardias al notar la presencia de una mujer encapuchada se pusieron alerta.

- El rey prohibió la entrada de usted señorita. - me dijeron sin mirarme. Apreté los dientes sin notarlo sintiendo la sangre hervir. 

- ¿Desde cuándo hay nuevo rey? 

- Rey suplente todavía. 

Cuando quise refutar las grandes puertas se abrieron y una figura salió de ellas. 

- Oh!? Quien es esta!?- dijo un hombre alto, mirándome con una sonrisa de lado. El ya sabía quien era. 

Asi que este es rey suplente. Ya lo conocía desde muy pequeña y era uno de los candidatos a matrimonio más prósperos, el  Duque Floyd

- Porque osas llamar a las puertas del Palacio?- Dijo el hombre mirándome desde arriba.

- Quisiera tener una conversación con usted su majestad- dije con una reverencia, tragandome el orgullo.

- No quiero- Dijo con una sonrisa de lado

- Pero lo estoy pidiendo amablemente. Necesito una explicación. Tenga un poco de consideración por mis padres. Aún tengo sangre real se lo recuerdo. 

-  ¿A tus padres? Nunca. ¿Cómo hacerlo? No fueron más que unos traidores y bastardos. ¿Acaso debería tener benevolencia? - apreté los dientes molesta. ¡¿Cómo podía faltarle el respeto a mi familia!? 

- Mantenga el respeto Duque Floyd ¡¿Cómo se atreve a decir aquello!? 

- ¿Duque? - miro a los guardias de reojo.Los guardias respondieron a su llamado y cojieron de mis dos brazos fuertemente, sentía que me los arrancaban pero nunca baje la mirada, una chispa de mi orgullo había cobrado vida. Me miro con burla. 

- Sabes que con un chasquido manchas el suelo en el que tus pies reposan?

Sus ojos comenzaban a brillar, aquel brillo demostrando poder matar a alguien sin dudarlo. En ese instante me di cuenta de lo estúpida que estaba siendo, me di cuenta de lo fácil que era matarme. Ya no habían guardias a mis costados y mi cuerpo era tan frágil que podría romperse en dos rápidamente. Quería respuestas, por lo que tenía que mantenerme con vida hasta cumplir el objetivo, tenía que olvidarme de ese maldito orgullo que me había sido otorgado cuando me dijeron que era heredera, ese maldito orgullo que me hacía sentir superior y ganadora por la única razón de ser de la nobleza, por tener dinero, cuando simplemente soy un ser humano. No soy un Dios. 

- Te pido - agaché mi mirada. - te lo ruego por favor, quiero conocer la razón por la que me acusan, el adulterio, lo quiero conocer todo y juro que me retirare de esta tierra y nunca verás mi rostro, Rey.  - Su expresión aterradora comenzaba a cambiar a una más burlona. Él quería sentirse superior y lo había logrado. Había logrado que la ex-heredera del reino del Este  bajara su cabeza al piso. ¿Qué más reconfortante que eso? 

Después de que mis labios besaran el piso en el que sus pies reposaban al fin pude ser escuchada. 

...

Aquel Rey "benevolente" decidió darme la entrada y en un susurro al oido de aquel soldado su sonrisa se había espandido. 

Un soldado había sido mi acompañante, sin mirarme o decirme algo acatando las instrucciones de su nuevo señor. Habían escojido a una persona noble pero sin ningun parentesco a la sangre real como Rey. ¿Acaso eso no era humillante? 

Al momento que mis pasos tocaron los hermosa cerámica de la biblioteca fruncí el seño descolocada.

- Princesa oh? Quiero decir tú - sus ojos me evitaron, pero sus labios se movieron solos - que te trae por aquí?

No dije nada, así que él no insistió. 

- ¿Buscas el pergamino? - asentí - Estoy cansado. Tú búscalo. - dijo asentando lo de haberme tuteado, algo que si estuviera en mi puesto de honor nunca habría pasado. Una oportunidad y muerdes al que te alimenta, comencé a buscarlo entre las estanterías de madera todas relucientes y ordenadas pero algo no tenía sentido.

- Si entiende su estatus verdad señorita? - Dijo el bibliotecario molesto. 

- ¿A qué se refiere? 

- Mi querida Elizabeth. No eres más que una pueblerina ahora. No tienes ni un solo centavo a tu merced. ¡Ni siquiera donde caer muerta! Eres más repudiaba en el reino que los  miserables ladrones. Se te acusa por tantas cosas.. ¿Y aún así vienes  al palacio? ¿En serio pensaste que te dejarían siquiera tocarlo? - comenzó a dar una fuerte carcajada que me asustó. - Te digo esto porque ya no aguanto verte tan determinada en buscar algo que ni siquiera está aquí. El rey solo jugó contigo y tú caiste pensando en que este mundo aún tiene misericordia. 

Apreté los dientes.

Tiene razón como un rey que me  desprecia a mi y a mis antepasados va a dejar que vea las escrituras prohibidas? , simplemente me está engañando para divertirse un poco.  Maldita sea! Solamente quería ver lo que sucedía conmigo ¿Por qué estoy maldita?, ¿Por qué mis padres murieron?, ¿Por qué no puedo ser heredera?! . Eran unas de las preguntas que quería averiguar hoy pero simplemente fui engañada por un rey que me odia, baje mi mirada y me dirigí a la puerta y salí alfin de ese infierno que alguna vez fue mi hogar.

- ¿Qué-qué haces? ¿Acaso perdiste tu gran orgullo? ¿Dormir en una cama de paja te afectó al cerebro? - Me sentía tan estúpida y avergonzada. ¡Quería salir  de ahí lo antes posible! ¡¿Cómo pude considerarlo siquiera!? 

- No necesito su aprobación.  Que tenga buena noche. Contuve mis lágrimas hasta salir de ese lugar, porque lloraba tanto? Simplemente me dijeron algo que ya sabía, Yo ya no soy nadie.

...

Al llegar Elizabeth a la casa de Miriam se sintió más miserable que nunca, sus pasos eran cortos y imprecisos como una niña aprendiendo a caminar. Y así se sentía tal y como una niña necesitada de amor. Abrió la puerta sin expresión alguna con los ojos llorosos por aguantar las amenazantes lágrimas y sus manos apretadas a la impotencia que tenía. ¡Ella era la reina de Este! ¡¿Cuándo había cambiado su modo de actuar!? 

Miriam quien limpiaba los platos paró de hacer su labor para ir a ver a aquella chica, delgadísima y demacrada.  Con una expresión de vacío y con el corazón tan roto. Ella se le había encojido el alma al verla tirada en el piso aquella vez y notar que ninguno en el reino le tenía compasión alguna. Ella corrió a  su encuentro y la guió a su mueble ya viejo para así hacerla descansar de su sufrimiento. Le acomodo los cabellos y la abrazo por la espalda tal y como a una  niña necesitada. Porque así lo era. Claro que era su reina ¡Ella siempre lo sería! Pero aunque ella estaba grande y era muy fuerte ¡Sí!  ¡Ella era fuerte! Aún así todos alguna vez necesitamos volver a ser niños y Elizabeth lo necesitaba ahora. Le sirvió un poco de comida ya que pensaría que morirá. Era una chica muy delicada y refinada con un peso demasiado grande. 

Elizabeth quien había comido apenas se metió a la cama, se sentía tan cómoda en los brazos de Miriam y por un instante pensó que  era su madre quien había venido a llevársela de este mundo. Olvidó todo a su alrededor y se dejó llevar por las caricias. 

Elizabeth lo había entendido. Había entendido  que un puesto en la monarquía no te hacia más que cualquier persona.  Al igual de lo fácil que lo tuvo lo perdió. 

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