Capítulo 2.

Melanie Cross.

¡Mierda! Un auto casi me manda a la otra vida cuando intento cruzar la calle. Y por si fuera poco, también se me cae una manzana de la bolsa del mercado del que acabo de salir.

Me agacho para recogerla.

Después de caminar unos pocos kilómetros, llego a casa. Que, por cierto, es un desastre.

Mi madre (Martha) se prostituye para poder cubrir todos los gastos. Lo peor del caso es que los trae a la casa sin importarle la incomodidad que nos causa a mi hermano (Junior) y a mí.

No sé quién es mi padre. Siempre dice que fue por cigarros y nunca más volvió. El padre de mi hermano, (Sí. Somos hijos de padres diferentes) es un político importante que le pasa una pensión considerada con tal de mantener su existencia en la oscuridad. Supongo que si su esposa supiera que tiene un hijo de 23 años fuera del matrimonio, todo se le derrumbaría. Lo peor/mejor del caso, es que a mi madre le importa una m****a. Solo piensa en el dinero y el placer que obtiene tras acostarse con tantos hombres cada noche.

Me tengo que encargar de la cocina, de los quehaceres y todo lo demás, mientras está fuera todo el día y llega en la noche a ya se sabe qué.

Tengo que recibir las clases de forma virtual, ya que no tengo mucho tiempo para salir de casa. Al menos, tengo una buena laptop donde puedo desenvolverme. Estudio la licenciatura en administración de empresas y hasta ahora, me ha ido muy bien. Espero conseguir trabajo pronto y salir de este agujero de una buena vez.

— ¿Me trajiste el yogurt? —me pregunta Junior en cuanto cruzo la puerta.

—Sí, aquí tienes. — se lo paso. Presto atención, por unos segundos, a las noticias del televisor. Solo hablan de los constantes atracos y violencia de todo tipo que están aumentando en la ciudad. Es una pena que el mundo en vez de mejorar, empeora.

Cae la noche.

Preparo todo para hacer la cena antes de que Martha llegue y empiece a regañarme. Muchas veces tengo ganas de pegarle con un sartén en la cara pero recuerdo que es mi madre y se me pasa. Además, siempre termina convenciéndome de que, ya que trabaja demasiado para mantenernos, tengo que hacer todo lo que me pida.

— ¿Te vas a quedar a cenar esta noche? —le pregunto a Junior.

— ¿Para escuchar los asquerosos gemidos de mi madre teniendo sexo con un desconocido? No, gracias. Prefiero comer fuera. —no lo juzgo. Esta situación es insoportable.

—No quiero quedarme sola. ¿Podrías quedarte por mí, por favor?

—Enciérrate en tu habitación como siempre, pero no me quedaré. Lo siento. No puedo. — y simplemente se va. Suele irse casi siempre, pero a veces se queda por mí. Hoy no es una de esas noches y tendré que soportarlo una vez más. Me largaria también pero ¿A dónde? No tengo amigos, no tengo dinero, ni muchos lugares en donde refugiarme. Solo tengo esta disfuncional familia y esta casa.

Tiene un cliente fijo que viene muchas veces. He notado que se queda viéndome de forma imprudente pero continuamente lo ignoro.

Inconscientemente la cena está lista y en ese preciso momento, ellos llegan. Se ven muy contentos y ebrios.

—Quédate aquí. Voy a darme un baño y te llamaré. — Martha le dice sin siquiera mirarme o saludarme. Él tampoco lo hace y la verdad, ni me interesa. Se sienta en el sofá. No tengo que mirarlo para saber que me está comiendo con la vista. Es muy incómodo. Más porque justamente ahora, llevo un vestido suelto muy corto. Muy corto para perversos como él.

Ya es un poco tarde. Tengo que darme una ducha y terminar algunos trabajos que me asignaron de la universidad. Cuando termino de la cocina, voy a mi habitación y me quito la ropa para hasta estar completamente desnuda.

Me veo al espejo.

No tengo las curvas que desearía pero tampoco estoy mal.

Al contrario de mi madre, no tengo enormes pechos, ni enormes pompis. Mi piel es muy pálida. Podría decir que me gusta mi cuerpo hasta ahora. He leído hilos sobre la masturbación y cómo la sociedad condena al que se expresa sobre eso libremente ¿Por qué? ¿Acaso es un pecado? ¿Acaso no es algo normal del ser humano? Son cosas que no comprendo. No negaré que me he masturbado muchas desde que cumplí los 18. Cada vez que veía esas revistas de modelos de bóxer, era suficiente razón para que ese fuego incomprensible se apoderara de mí.

Por más que he intentado cubrir los gemidos de mi madre con la música de mis auriculares, siempre me causa intriga saber qué es lo que siente para gritar así. Qué la hace perder tanto el control. Como no tenía ni idea, me arriesgué a buscar pornografía en internet. Fue horroroso al principio pero después me fue gustando. Tanto que me volví adicta y cada que quería masturbarme, veía uno de ellos.

De tanto solo tener estos pensamientos, esas ganas crecen dentro de mí.

Me recuesto en la cama con la vista al techo. Me acaricio los muslos, la pelvis, los pezones y la boca. Genuinamente mis piernas se abren y al aire frío acaricia mi vagina. Desciendo mi mano derecha hasta allí y me la acaricio los primeros segundos de arriba abajo.

Cierro mis ojos para profundizar y me dejo llevar del momento. Mientras más presiono mi clítoris, más fuerte se hace el placer que siento. Hasta el punto de que ya estoy temblando. Siento que tengo deseos de orinar, pero no lo hago. ¡Dios, esto me está volviendo loca! Deseo que un hombre me domine en este instante, que me consuma y me haga suya, pero la dura verdad de que no tengo una pareja a quien llamar, me reintegra a la realidad.

Repentinamente, siento que unas manos ajenas me tocan. Me hago la fantasía de que es una reacción secundaria al placer que estoy sintiendo, pero se siente muy real. Ni siquiera puedo abrir los ojos, hasta que algo entra bruscamente en mí. El fuerte dolor y la presión, hace que abra los ojos y la cara perversa del asqueroso Frank, es lo primero que veo.

¡¿Qué demonios?!

Ha entrado su mugriento pene dentro de mí. ¡Esto no me está pasando! Me cubre la boca con una mano para evitar que grite por ayuda mientras intenta meterse dentro de mí nuevamente.

Lo golpeo fuertemente, tratando de apartarlo pero es muy fuerte.

Siento un enorme ardor en mi entrepierna y por mis pateos, evito que vuelva a meterse en mí. Menea su lengua como un desquiciado. No me cabe duda de que está drogado. Esto es como una película de terror.

Tomo una lámpara que hay a mi lado y se la reviento en la cabeza, lo que me da ventaja de levantarme y salir corriendo por ropa. Apenas puedo ponerme unos shorts cuando vuelve a agarrarme y arrojarme contra la mesita de noche. Antes de que pueda acercarse otra vez, veo cómo mi madre lo apuñala por la espalda varias veces sin parar, hasta dejarlo muerto en el suelo. También tiene un golpe en la cabeza, por lo que deduzco que la ha golpeado para poder hacerme esto.

Estoy pasmada. No puedo moverme, ni dejar de ver el cuerpo de Frank desangrándose en el suelo.

— ¡Maldito desgraciado! ¡Maldito! ¡Maldito! —le grita mi madre a pesar de que ya está muerto. — ¡Ven cariño! Tienes que vestirte e irte de aquí antes de que llegue la policía. — la escucho, pero no reacciono. — ¡Melanie! ¡Hazme caso!... ¡Escúchame! ¡Vete de aquí! —sigue diciéndome pero no puedo hablar.

Me levanta, me sienta en la cama y entra algunas de mis cosas en una mochila. Saca un suéter blanco enorme y unos tenis.

No tengo fuerzas. Mi vista se pierde por largos segundos y no sé qué hacer. Martha grita mi nombre una y otra vez, tratando de devolverme a la realidad, pero no es posible. Maldice y me pone ella misma el suéter y los tenis. Ni siquiera eso puedo hacer.

—Préstame atención. Tienes que ir a burdel de Judith, a ningún otro lado más, no es seguro. Allá lo estarás al menos un tiempo hasta que vuelva por ti. Preguntarás por Judith y le darás esta nota. Ella sabrá qué hacer inmediatamente, ¿me entiendes? — mi vista está perdida en la sangre de Frank manchando el suelo —¡Melanie! —me golpea la cara. Haciéndome reaccionar y salir del trance del que estaba. Cojo la tarjeta que me ha dado. Estoy muy asustada y aunque no quiero dejarla sola, sé que, si la cuestiono, las cosas se pondrán peor.

— ¿A dónde irás tú? No quiero dejarte sola.

—Estaré bien. Tengo contactos que podrán ayudarme. Así que vete ahora. Voy a quemar la casa para eliminar evidencias, pero necesito ponerte a salvo. — se ve mucho más nerviosa y asustada, pero sabe manejarlo mejor que yo.

— ¿Y Junior? ¿Qué pasará con él?

—Lo llamaré y le explicaré. ¡Así que deja de hacer preguntas de una p**a buena vez y hazme caso! ¡Lárgate! Pide un taxi en la esquina y dale la dirección que está en la tarjeta. ¡Ahora! — me ordena, dándome dinero y empujoncitos hasta la puerta. No me queda de otra que hacer lo que me pide e irme.

Por suerte, un taxi pasa, lo detengo y cuando le doy la dirección, me mira de manera extraña, pero me lleva de inmediato.

Minutos después.

Y aquí estoy... frente al burdel, con un letrero que dice: “Bar" en neón delante.

¿En este lugar en donde tendré que refugiarme? ¿Acaso podría ser mi vida más catastrófica?

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