Capitulo 5

Mentir era una cosa fea y desagradable. En realidad nunca le había gustado hacerlo, aunque no podía decir que no lo había hecho. También había guardado secretos, lo que para ella era lo mismo. Cada una de ellas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, le habían pesado. Cuando Alessa se había ido del todo, se había prometido a si misma hacer todo lo posible por no volver a guardar ningún secreto o volver a decir una mentira que dañara a otro, por seguir una vida completamente sincera y diciendo la verdad.

Cosa muy complicada desde que Emmett se había adherido a su vida diaria. Gracias a Dios Cole no estaba allí, sino la situación sería aun más caótica para ella.

Estaba por empezar cuando Emmett le había preguntado si estaba enamorada de su novio.

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  • ¿Y eso por que debería importarte Emmett? —le dijo mientras bebía tranquilamente, o al menos aparentaba tranquilidad de su taza de café, con el que empezaba cada día.

  • Sólo es una pregunta —dijo el chico a su lado—. Es decir, nunca te vi salir con nadie mientras estabas en la secundaria, y el cielo sabe que candidatos no te faltaron. Sólo sentí curiosidad de ver que llegando aquí te habías hecho novia tan pronto de Jordan.

Astrid lo miró ligeramente sorprendida, no había notado que Emmett alguna vez hubiera puesto alguna atención especial en ella, no la suficiente para notar si salió o no con alguien.

  • Bueno, no había conocido al chico correcto —respondió escondida detrás de tu taza de café.

  • Y, ¿qué hace a Jordan el correcto? —insistió Emmett.

  • Tiene una personalidad única, me gusta mucho por eso.

  • ¿Qué tipo de personalidad?

Astrid miró a Emmett, quien la observaba con atención, como sino quisiera perderse nada. La ponía nerviosa, no sabía cómo salir de esto. Claro que le gustaba Cole, pero no le gustaba más que el chico que tenía delante de ella.

  • Cole es… muy determinado —empezó a explicarle—. Parece que sea lo que sea que se proponga lo conseguirá —dijo con media sonrisa—. Además, es un chico muy maduro, no había conocido nunca a nadie como él en el pasado

  • Yo soy igual —dijo casi divertido—. Podrías haberte enamorado de mí.

No se ahogó con el café sólo, porque lo había tragado con cuidado. No quiso mirarlo sin antes no tener una respuesta que no fuera “yo estoy enamorada de ti”.

  • No, tú no eres como Cole, él sabe mantener la cabeza fría, trazar con cuidado sus planes y seguirlos. Por sobre todo es un caballero y es el chico más dulce que he conocido alguna vez —dijo diciéndole las mismas excusas que se decía todos los días a ella misma—. Además —agregó con cierto sarcasmo—, ¿en qué momento nos hubiéramos podido enamorar? ¿Antes de que tú cayeras rendido a los pies de mi mejor amiga? No Emmett, nosotros no nos hubiéramos podido enamorar nunca.

  • No me hables de ella —dijo con evidente amargura.

  • Sabes, no podemos sólo olvidarnos de ella —dijo con pesar—. Creo que es más bonito recordarla con cariño y poder hablar de ella con alegría.

  • No deseo olvidarla tampoco —dijo con cierta tristeza aún—. Es la mejor cosa que me ha pasado en la vida.

Astrid sintió que el corazón le latía más despacio. Ella realmente creía en lo que le había dicho, ella deseaba recordar sólo lo más bello de Alessa y no perder nunca sus recuerdos. Pero aún le dolía que la persona que ella amara, hablara con tanta devoción de otra persona que no fuera ella.

  • Estoy segura que ella sentía lo mismo por ti —dijo queriendo darle consuelo, aunque supiera la verdad—. Sé que ella habría querido justo eso Emmett, que la recordaras con amor.

  • No quiero hablar de ella en este momento.

  • Pero crees que tengo razón, ¿verdad?

  • Supongo que no lo sabremos nunca.

  • No —dijo con congoja—. No lo sabremos nunca.

  • No intentes evadir el tema… —dijo él tratando de sonreír.

  • ¿Cuál de todos? —dijo Astrid, bien sabía que Emmett era como un perro en ese sentido, cuando mordía un hueso no lo soltaba por nada del mundo—. ¿Por qué estoy enamorada de Cole? ¿Por qué nosotros no nos enamoramos nunca? ¿O si tú te pareces o no a él?

  • El primero.

  • El amor no tiene por qué tener una lógica Emmett, sólo me enamoré de él y punto, no hay más que decir al respecto.

Emmett la miró con diversión, la verdad es que quizá era una parte de su ego masculino lo que le hacia querer averiguar.

Alessa muchas veces le había dicho que quizá Astrid estaba enamorado de él. Siempre lo había dicho como si fuera una enorme broma, pero después de todo una broma siempre lleva una parte de verdad.

Astrid era hermosa… Siempre lo había sabido. En realidad le había sorprendido cuando ella le había dicho que se había sentido ignorada, él siempre había sido consiente de la chica que todo el tiempo iba colgada del brazo de su novia.

Había querido a Alessa… la había amado de verdad, pero… en algún lugar de su interior había mirado un par de veces a Astrid, y había sentido su pulso ir mas rápido.

Recordaba con precisión una ocasión en que Alessa había organizado una reunión de clase en su casa. El verano había llegado con todo su calor y sus padres acababan de terminar una amplia piscina en su casa; él no iba en la misma clase de Alessa, pero como su novio había sido invitado.

Había llegado tarde, y cuando entró en la casa ya todos los invitados estaban jugando en la piscina, pero la primera persona que había visto había sido a Astrid.

Estaba deslumbrante en un traje de baño color rojo, que resaltaba en su piel color avellana, recostada en una otomana tomando un baño de sol. El impulso de acercarse había sido tan fuerte que lo sorprendió, pero Alessa había escogido justo ese momento para acercarse a él y poner un dulce beso en su mejilla como saludo. Ella tenía un traje exactamente igual al de Astrid.

Ambas en realidad se divertían jugando el juego que la gente les había impuesto desde pequeñas a ella y Astrid; a veces se vestían igual, o se peinaban igual para representar su papel de gemelas. Pero, aunque Alessa era aristocrática y tenía un porte elegante y grácil, la verdad es que el traje no se le veía no la mitad de bien que a Astrid.

Alessa tenía una piel alabastro, prístina y cuidada, como si nunca la hubiera tocado el sol… Astrid por su parte tenía músculos delgados y estilizados, pero ella más que elegancia demostraba… fuerza, elasticidad, como una joven atleta, y su piel era tan dorada y cremosa que invitaba a ser tocada.

Alessa era elegante, delicada… Astrid era, carnal.

Lo reconocía, lo había pensado un par de veces, pero había amado a Alessa lo suficiente para que ese pensamiento no hiciera eco en su cabeza.

Hoy… no es como si lo estuviera realmente considerando, era sólo una curiosidad inquieta que le preguntaba. Si ella nunca se había fijado realmente en él, había sido muy popular con las chicas siempre, la rara herencia de todos los Slorach que les había dado un color peculiar de ojos y cabello los había hecho resaltar

Se preguntaba también si ella amaría con intensidad, y en su fuero interno una voz le decía suavemente “si, ella sería apasionada al amar”.

El tal Cole T. Jordan, no podía saber la suerte que tenía de tenerla con a su lado. Si estuviera en su lugar, sólo loco la dejaría sola aquí y no la llamaría siquiera. En los dos días que tenía fuera el chico, no se había comunicado con ella; le había preguntado, pero o bien no se lo quiso decir, o no lo había hecho.

Lo que le había hecho preguntarse… ¿Por qué Astrid estaría enamorada de él si no tenía ni siquiera esa mínima atención con ella? Y esa curiosidad había hecho en consecuencia que le preguntara a ella lo mismo. Pero de algún modo la plática había llegado hasta este punto.

Y ella estaba mintiendo.

Antes nunca lo había notado, simplemente por que Astrid no tenía por qué decirle ninguna mentira. Pero ahora que había adquirido el conocimiento de leer a la gente en los libros de criminología, había notado que ella mentía. Mentía sobre su amor por Cole Jordan.

Era leve, increíblemente leve, pero evidente… Ella ladeaba su mirada y se acomodaba el cabello nerviosa, era casi un tic instantáneo. Cuando le decía la verdad miraba directamente y mantenía sus manos completamente visibles, cuando quería esconder algo ocultaba su mano derecha detrás de su cuello o su espalda y miraba directo un momento y luego se evadía.

Algo ocultaba también con relación a Alessa, pero decidió no indagar sobre eso.

  • Habría sido divertido si tú y yo nos hubiéremos enamorado Astrid —dijo tratando de ocultar lo mucho que la idea le agradaba en realidad con un sonido de humor.

  • ¿Por qué? —indagó en la idea, emocionada. No deseaba meter la idea en su mente y al mismo tiempo… era una de sus más íntimas fantasías.

  • Tenemos caracteres explosivos —sonrió mirándola—. Podrías pensar que no lo notaba, pero de algún modo siempre te las arreglabas para crear líos tan grandes que incluso yo podía advertirlos.

  • ¡Yo no armaba líos! —dijo indignada.

  • ¡Oh! Sí que lo hacías —dijo divertido—. ¿No recuerdas lo que paso cuando aquellos tres chicos hicieron grafitis en tu templo? Astrid, incluso llego a las noticias la paliza que les diste —Astrid se sonrojó y él soltó una carcajada—. Eres divertida, y ocurrente, sólo tu forma de ser hubiera hecho de un noviazgo entre tú y yo pura dinamita.

  • Si, quizá habría sido así —dijo incomoda.

  • Una lástima que nunca lo averiguaremos, ¿verdad?

  • Sí, creo que nunca lo averiguaremos.

Ella alejó su mirada de él y sorbió de nuevo de su taza.

No nunca lo sabrían… Ella estaba con Cole y positivamente nunca pondría su corazón en riesgo por él, era un lujo que no se podía permitir. Emmett tomaría su corazón entre sus manos y lo aplastaría, nunca le perdonaría que hubiera ocultado los secretos de Alessa si algún día los averiguaba.

Y ella realmente no quería tener que defenderse de él, había hecho todo aquello por algo bueno, y eso es todo lo que sabía y deseaba saber al respecto.

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  • Y, ¿asumes que iré contigo sólo por qué has llegado hasta aquí sin siquiera haberme avisado? —dijo ella recargándose en el dintel de su puerta, con los brazos cruzados.

  • No te estoy llevando a la opera Astrid —dijo él sin demasiado entusiasmo—. Sólo a una presentación en vivo en el centro.

Era medio día de sábado, finalmente fin de semana. Ella había hecho planes de echar la colada ese día, y si no terminaba muy tarde quizá iría al café donde trabajaba a pasar el rato con su jefe Charly que le había caído muy bien y cenar algo.

Pero cuando estaba disponiendo para recoger su colada e ir a la lavandería, habían llamado a su puerta y al atender allí estaba Emmett con una invitación.

  • Es una banda que hace tiempo fue a Imperial College London para un concierto, los tomb stones, me habría encantado ir pero no encontré boletos. Esta vez es un evento público de parte del ayuntamiento —dijo el chico de ojos dorados—. Pero no quiero ir solo.

Oh si, el concierto de los tomb stones, ella también habría matado por ir a ese concierto pero cuando había estado en Seika sus padres no le habían permitido ir, quedaba solo a 45 minutos en auto, pero sería de noche y aunque insistió con ahínco no consiguió el permiso.

  • Pasa y espera, ¿vale? —dijo dándole espacio para entrar—. Sólo me tardaré 10 minutos en verme un poco más presentable.

  • Estas perfecta como estas —dijo el chico con apreciación—. Si vas a arreglarte ahora tardaras por lo menos una hora en estar lista.

  • Si claro, gracias por el halago, pero no te creo —estaba vestida con unos pantalones que su mamá les prendería fuego, de mezclilla y lleno de agujeros y una vieja camiseta blanca—. Sólo tardare 10 minutos, no seas quisquilloso.

—Espero que el concierto no haya terminado para cuando lleguemos —Emmett paso a la habitación.

Como muchos otros departamentos de estudiantes de Imperial College London, era pequeño. Eran apenas tres piezas pequeñas.

En la primera estaba una pequeña cocina junto a una mesa agregada a la pared junto a una ventana. Allí mismo había una TV pequeña, unos cuantos cojines y una computadora portátil puesta en una mesa plegable de plástico solo lo suficiente grande para la maquina, y una larga fila de libros.

La otra habitación debía ser una recamara pero si era tan pequeña como la primera pieza solo debía caber su cama o futón y quizá su armario, vio a la chica entrar y después de poco escucho agua correr. Vaya, al menos parece tenía su propio baño.

  • ¿No te da claustrofobia tu pieza?

  • Mucha —dijo la chica desde la otra habitación—. El primer día que llegué y quise acomodar mis cosas me sentía como un hámster en una caja de peltre. Pero como básicamente sólo estoy aquí para dormir y arreglarme he intentado no pensar demasiado en eso.

—Ya veo.

  • Cole tiene unos departamentos hermosos que son de su familia en un distrito no muy lejos —dijo mientras sacaba algo de vestir de su armario—. Me ha dicho que puedo usar uno y pagarle lo mismo que aquí, pero eso sería abusar demasiado de él.

  • Si él te lo ha ofrecido sinceramente… —ofreció el.

  • Aun así no lo aceptaría nunca, sería como… —dijo cepillando un poco su pelo—. No lo sé, aceptar algo demasiado íntimo de él. Lista

Astrid salió a donde él estaba esperando.

¡Demonios! A veces darse cuenta de lo bonita que era ella era casi doloroso, vestía una falda de mezclilla corta, a la mitad de sus muslos lo que enseñaba unas piernas de infarto, y una blusa ajustada color negro con una botas bajas y cortas. Lucía moderna y discreta, e increíblemente hermosa.

  • ¿Le has tomado cariño a la mezclilla a que no?

  • Mamá odiaba que la usara —dijo con una sonrisa mientras pasaba un cepillo por su cabello—. Decía que era poco femenina, supongo que de algún modo es un ligero acto de rebeldía.

  • ¿Te has convertido en una rebelde sin causa Astrid?

  • Tengo un motivo —dijo ella mientras arrojaba el cepillo dentro de la habitación, posiblemente a la cama—. No es muy válida, pero en una razón al final. ¿Nos vamos?

Había mucha gente reunida cuando llegaron a la plaza donde la banda ya estaba tocando un tema. Emmett la tomó de la mano para empezar a moverse por la multitud, ella sólo lo siguió, yendo lo más cerca posible de él para que no se separaran.

No se detuvieron hasta que estuvieron tan cerca como pudieron llegar como a unos 10 metros de donde la banda tocaba su nuevo éxito.

Él nunca la soltó.

Ya sabía que era tonto estar emocionada por un gesto casi infantil, pero no podía evitarlo. Pero… sólo tenía 15 años cuando se había enamorado de él, y no es que no hubiera tenido nunca ninguna cita, pero en todas sus citas siempre había comparado a sus parejas con Emmett y por supuesto siempre habían terminado perdiendo en comparación y no las había disfrutado todo lo que debería haber hecho. Después de todo cuando eres adolecente eso es lo que deberías hacer, ¿o no? Salir con chicos, divertirte.

Pero ella había entregado su corazón desde el principio y no había podido hacerlo.

Incluso el día de hoy, Cole la tomaba todo el tiempo de la mano, pero nunca había sentido lo que sentía en ese momento: Un calor delicado y dulce que no que había comparado nunca con nada y del cual no podía desprenderse del todo.

  • Ven…

Dijo él y la jaló delante de él, donde alguien se había movido y dejaba su campo de visión más abierto; pero también la ponía delante de él y pegaba su espalda a su pecho.

¡Moiras…! Esto era tan injusto, hacía sólo un año ella habría dado su brazo derecho por que Emmett hiciera algo así. Ahora, no era propio de un par de amigos estar tan cerca uno del otro. Cuando el pasó sus manos por su cintura y la atrajo más cerca, sintió que el corazón saltaría de su boca y echaría a correr

  • Perdón, es que es más cómodo así —dijo cerca de su oído—. Además creo que a la chica de la izquierda la he hecho sentir algo incomoda.

Solo por saber si él decía la verdad, volteó a su derecha y si, allí había una chica de exuberantes risos pelirrojos abrazada por un chico de pelo negro que miraba disimuladamente a Emmett. Ella nada más pudo reír, le gustara o no el chico alto y de espectaculares ojos también solía intimidar a las personas por su apariencia.

  • Ok —dijo y trato de relajarse.

Pero no ayudo en nada que justo en ese momento la banda empezara a tocar covers americanos, un algo roto y algo desmadejado tema romántico empezó a tocar.

  • ¿Sigues siendo igual de mala para el ingles? —le preguntó Emmett hablándole al oído, de hacerlo de forma normal no lo escucharía entre tanta gente y ruido.

  • Oh, sí —confesó apenada, un poco sorprendida por que Emmett supiera algo así de ella. Pero seguro se lo había contado Alessa que había pasado horas estudiando con ella.

  • Bien déjame ver… —dijo y recargó su cabeza en su hombro—. Habla básicamente de lo delicadas que son las emociones, que es posible hasta verlas… Que pueden quitarte el aliento, que no debes temerles… Eso creo, o mi ingles tampoco es muy bueno.

Astrid trató de estar tranquila mientras con voz dulce y delicada la cantante recitaba el coro que decía, estaba ella casi segura: “watching in slow motion as you turn around and say… my love… take my breath away…”

  • No son tan buenos como imaginaba si tienen que usar canciones americanas para despuntar —dijo Astrid aun nerviosa.

  • Y una canción tan vieja —agregó Emmett—. Estoy seguro que es parte de una vieja película pero no estoy seguro de cual.

  • Siempre y cuando no sea Titanic —dijo Astrid con horror.

  • Pensé que a todas las chicas le gustaba Titánic —dijo Emmett con curiosidad.

  • A veces les gusta demasiado —dijo con un escalofrió—. Mi amiga Ayumi la fue a ver como 10 veces al cine y durante un mes no hablo de otra cosa que no fuera Titánic.

  • Imagino lo imposible que debió resultarte eso —se burlo él.

  • Dudo que siquiera lo imagines, nos tomó 2 días reanimarla después de que Jack muriera.

Emmett soltó una carcajada que retumbó contra su espalda y ella se recargó sólo un poco mejor para poder sentirlo completo. Era una sensación extraña, pero muy agradable.

Pero pronto la banda empezó a tocar algo más parecido a Reegue o algo similar en japonés – ingles y la gente empezó a brincar y bailar así que ellos se separaron un poco para no pisarse y los imitaron.

Después de un par de horas de oír a los tomb stones y comer una salchicha regresaron al apartamento de ella con la luna sobre sus cabezas.

Había sido una tarde increíble, si hubiera llegado a ser la primera cita de ellos dos hubiera sido un momento perfecto, tal y como siempre la había imaginado, pero dado que solo eran un par de amigos yendo a un concierto… bien esa era una nota de tristeza que hubiera deseado evitar.

Llegaron demasiado rápido a su casa para su gusto.

  • ¿No quieres subir por una soda o algo? —dijo ella renuente a que el día terminara—. Estoy segura que tengo algo dentro de mi refrigerador.

  • Tamaño minibar.

  • Si, pero enfría de todos modos.

La oferta era realmente tentadora, la verdad era que no se había divertido tanto en mucho tiempo, Astrid seguía su sentido del humor que mucha gente le había dicho era bastante acido —ni siquiera Alessa había sido capaz de entender sus bromas siempre —era increíblemente fácil hablar con ella. Pero era tarde y al día siguiente tenían clases y no quería que se agotara de más.

  • Será otro día Astrid —dijo por fin—. Sólo quiero llegar a casa y quitarme estos zapatos, en aquel tema extraño recibí todos los pisotones que pude soportar.

  • Hasta mañana entonces, quizá me puedas acompañar a buscar un libro que necesito de la biblioteca central —le propuso.

  • Perfecto, yo también tengo que ir a buscar uno —dijo encantada de pasar mas tiempo con él, aunque fuera hasta el día siguiente.

  • Mañana nos ponemos de acuerdo en el colegio.

  • Si, hasta mañana.

  • Hasta mañana, descansa.

Astrid entró a su apartamento y cerró la puerta escuchando los pasos de él alejarse, solo en ese momento se dejó caer contra la puerta como si su cuerpo estuviera muy, muy pesado, solo hacía 6 meses que hubiera cambiado todas sus posesiones materiales por un día así, por escuchar música con Emmett, pegada a su pecho, por comer una salchicha, por caminar juntos a su casa.

Dios… Emmett, no era bueno para ella, pero si no lo era… ¿Por qué aun así lo amaba tan profundamente? Eran tan feo mentir, pero era incluso peor mentirse a sí misma.

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Mientras tanto el chico en la calle caminaba pateando una inocente lata vacía. “¿Qué es lo que haces Emmett?”.

Esta era una de aquellas ocasiones que él había advertido a Astrid en el pasado con mayor precisión. En aquel concierto hace dos años, Astrid se había convencido de que si tenía el dinero para las entradas sus padres le permitirían ir, y había hecho de todo, había hecho tareas para sus compañeros, había vendido bisutería a sus compañeras, había vendido ramen en un puesto durante un festival en la escuela, por ultimo y mas arriesgado había puesto un puesto de besos en una feria local. Aquello había sido especial. Él había ido con Alessa a caminar por la feria, y se habían encontrado con el puesto de Astrid, estaba vestida con un bonito vestido rojo y más arreglada de lo normal. Con un pintalabios rojo que parecía un rubí en su rostro, eran 500 yenes por beso, solo eran inocentes besos en la mejilla pero la fila para recibirlos era realmente larga… quizá si no hubiera ido en compañía de Alessa se habría atrevido a comprar el mismo uno.

Se había incluso emocionado con la idea de poder ir juntos al concierto, a Alessa no le gustaba demasiado la banda. Pero al final, ella no había recibido el permiso y las reservas de sus entradas se habían perdido y no había podido conseguir los boletos.

Y esa mañana cuando por la radio habían anunciado su concierto gratuito, se había estado repitiendo una y otra vez “llevadla esta vez, llevadla, llevadla” hasta que había tomado su chaqueta y dirigido a su casa para llevarla si ella deseaba.

¿Qué estaba haciendo él llevándola a un concierto y abrazándola entre la gente? Eso que le había dicho no había sido más que una excusa para poder tenerla a su alrededor y oler su aroma a manzanilla y perfume, de querer tenerla segura entre esa gente… ¿Qué hacía jugando a su guardián cuando ella no le pertenecía?

Estaba siendo irracional y él lo sabía, deseando conquistar a una chica que ya estaba conquistada, Astrid estaba con Jordan, que no estuviera el chico en escena en ese momento no hacía ninguna diferencia, él no era del tipo que le haría eso a otro chico, así no fueran siquiera amigos.

Pero a quien engañaba, evidentemente no se podía mentir ni siquiera a él mismo, había disfrutado mucho abrazándola, hablándole al oído, brincando con ella, viéndola reír y perder el aliento apretujada a él entre tanta gente.

No, lo que había sentido esa tarde no era poca cosa, lo que había sentido siempre por la joven castaña no era poca cosa.

Dios, empezaba a sentir un muy poco saludable desprecio por Cole T. Jordan...aunque, despues de todo no era importante, despues de todo, no volveria a ver a ninguno nunca mas...debia marcharse, su familia entera se estaba mudando...y no habia tenido el valor de decirselo a ella...

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