Anna, y la Oscuridad
Anna, y la Oscuridad
Por: kesii87
Capítulo 1 – Una mañana animada.

Desayunaba, tranquila, mientras mi cuñado se tomaba el café y la magdalena con prisas, sonreí al darme cuenta de que era la única que tenía una vida despreocupada.

Hacía más de un año que había llegado a Londres, a casa de mi hermana, al único lugar al que sabía que él nunca me encontraría.

Aún recordaba mi llegada allí, frente a la puerta de mi hermana, en aquella tarde lluviosa, calada hasta los huesos y totalmente rota, provocando que mi hermana me abrazase con fuerza, incapaz de saber entender que era lo que me ocurría.

Mis padres no sabían nada sobre mi paradero, nadie lo sabía en realidad, solo mi hermana, su esposo y su preciosa niña de cinco años de edad.

- Te envidio – aseguró James, provocando que riese divertida al escucharle decir aquello – no tienes horarios, eres libre – admitió.

- Hoy no tengo que trabajar – admití, mientras daba un sorbo a mi té, observando como el agarraba su maletín y a su pequeña, y se marchaba corriendo.

Todo seguía más o menos igual en mi vida, a excepción de que mi lugar de trabajo ahora era otro, y que ya no me dedicaba a lo mismo, ahora impartía clases de zumba, aerobic y auto defensa en un gimnasio.

No había vuelto a tener noticias de Kevin, cosa que agradecía bastante, aún estaba herida, aún me sentía rota, aún me bloqueaba cuando un hombre me tocaba, aun sentía que mi cuerpo temblaba cuando eso sucedía.

Mi teléfono comenzó a sonar, provocando que dejase de pensar en el pasado, limpiase las lágrimas que habían comenzado a derramarse y lo descolgase.

- Ana – comenzó mi jefe al otro lado del teléfono - ¿hoy vas a venir a entrenar? – preguntó, mientras yo reía por sus palabras, ya que él sabía que la respuesta era afirmativa – dejaré las llaves en la maceta.

Colgué el teléfono y me puse en pie de un salto, recogí los platos y me encaminé hacia la puerta, pues tenía cosas que hacer.

Caminaba hacia mi moto, mientras recordaba mi conversación con Meryem, la última que había tenido el día anterior...

- ¿Cuándo vuelves? – preguntaba – Kevin no deja de buscarte por todas partes y ...

- ¿Le dijiste algo de dónde estoy? – Pregunté, asustada.

- No, sabes que no diré nada – aseguraba – pero creo que deberías llamarle y decirle que estás bien.

- Tengo que dejarte, te llamaré pronto.

Kevin estaba buscándome, estaba preocupado por mí. De seguro aún se estaría preguntando qué era lo que me había ocurrido, pero yo no podía darle explicaciones, no después de lo que había presenciado, ya no importaba lo que sentía por él, el asco y el miedo que sentía eran todo lo que inundaba mi cuerpo, ya no podría volver a estar con él, no podría sentir sus labios sobre los míos sin revivir lo que había sucedido entre David y yo, o entre él y Monic.

Ya entendí que nunca podría volver a estar con él.

.....

Meryem entrenaba frente a Paul, en el entrenamiento de ese día, mientras Kevin llegaba hasta ellos, totalmente muerto de rabia, agarrando a la muchacha del brazo, de malas maneras.

- ¿dónde está? – preguntó hecho una furia, mientras mi amiga le miraba sin comprender y Paul se arrepentía de haber metido la pata, y haberle contado a su compañero que su novia había hablado con Ana la noche anterior.

- ¡Suéltame! – espetó esta, de mala gana, apartando a Kevin de su lado – Ella no quiere volver a saber nada de ti, Kevin, deja de buscarla.

- Ella descubrió lo que ocurrió – comenzó Monic, tirando de su brazo, provocando que él mirase hacia ella, dolido por sus palabras – no hay otra explicación, ella supo que tú...

- ¡Cállate! – le espetó él, molesto, mientras cogía a Meryem del brazo y tiraba de ella hacia el pasillo.

- Nosotras lo vimos – comenzó Meryem, soltándose de Kevin a mitad de camino - ¿lo has olvidado? Vimos a Monic salir de tu habitación. Estoy segura que ella os vio o lo descubrió de alguna manera y ...

- Sólo quiero saber dónde está – suplicó, con lágrimas en sus ojos, mientras recordaba mi rostro en su mente – necesito saber que ella está bien.

- Ella está bien – aseguró Meryem, provocando que él gritase hacia ella molesto.

- Quiero comprobarlo por mí mismo.

- Ella no quiere verte – le espetó mi amiga, haciendo que él volviese a coger su mano y conducirla hacia fuera – Estaba destrozada cuando la llevé a casa, Kevin. No puedes hacerte una idea de cuánto le afecto lo que sucedió, estaba rota... jamás la había visto así.

- Necesito hablar con ella – rogó, provocando que mi amiga le mirase sin comprender, empezando a pensar por primera vez, que lo que él sentía por mí era mucho más que deseo – por favor.

- ¿tanto te importa? – Preguntó, totalmente sorprendida con todo aquello – pensé que Ana y tú no teníais nada serio.

- Necesito verla, Meryem – rogaba, provocando una gran ternura en mi amiga – Si ella no está, mi corazón no siente nada.

- ¿la amas? – preguntó ella, atónita, observando como el asentía, despacio – me hizo prometer que nunca te lo contaría.

.....

Golpeaba el saco de boxeo con fuerza, intentando descargar todo mi dolor sobre él, toda mi frustración, recordando algo que había sucedido una semana después de llegar allí, cuando fui al médico por un fuerte dolor en el estómago...

"El doctor miró hacia mí, mientras mi hermana me agarraba la mano con fuerza, intentando transmitirme paz, apoyo, pues yo aún estaba muy débil, aún no me atrevía a mirarla a la cara.

- ¿qué dicen las pruebas, doctor? – preguntó mi hermana, mientras yo seguía con la mirada fija en el suelo.

- Ha sufrido un aborto – aseguró el doctor, provocando que levantase la mirada y mirase hacia él, totalmente sorprendida por las palabras que había escuchado – por eso el sangrado y los fuertes dolores en el estómago...

- ¿Estaba embarazada? – pregunté, mientras mis lágrimas volvían a salir, al pensar en David o en Kevin.

- ¿No lo sabía?"

Sabía que aquel niño que había perdido era de Kevin, pues David nunca llegó a hacerme nada, y por las fechas que el doctor me había dicho, era más probable que fuese suyo.

Eso me destrozó un poco más, saber que había estado embarazada y que había perdido al bebé, me hacía sentir un poco más miserable, sentir que había tenido una pequeña vida dentro de mí, y que había desaparecido sin apenas darme cuenta de ello.

.....

- ¿qué tal ha ido el entrenamiento de hoy? – Preguntó Duggie, el hijo mayor de mi jefe, entrando en la sala y mirando hacia mí, mientras yo me quitaba los guantes y miraba hacia él, algo temerosa, pues aún me asustaba demasiado encontrarme a solas con un hombre.

Antes de que pudiese contestarle si quiera mi móvil comenzó a sonar, provocando que lo descolgase para escuchar a una histérica Meryem al otro lado del teléfono.

- Ana – me llamó, bastante alterada – Kevin lo sabe – aseguró, provocando que mi corazón se detuviese en ese justo instante – Sabe por qué te fuiste.

- No, no lo sabe – le tranquilicé – no te preocupes.

- Ha intentado que le contase donde estabas – me informaba – pero jamás le diré que estás en Londres – aseguró, para luego escuchar un pequeño ruido y a Meryem de nuevo – devuélveme el teléfono – rogó hacia una persona que yo no podía ver.

- Así que estás en Londres – comenzó la voz de Kevin al otro lado del teléfono, mientras yo sentía como la sangre se me helaba y mi miedo volvía a hacerse partícipe.

Colgué el teléfono, aterrada, y corrí hacia casa, dejando a Doggie totalmente sorprendido y con la palabra en la boca.

Tenía que marcharme antes de que él me encontrase, tenía que volver a huir a un lugar en el que me sintiese a salvo, un lugar en el que él no pudiese encontrarme.

Cuando llegué a casa mi hermana acababa de llegar con las bolsas de la compra, parecía que al salir antes del trabajo había decidido ir a comprar al supermercado.

- Lyan – la llamé al verla frente a mí, mientras temblaba de miedo, provocando que ella se preocupase un poco más – tengo que irme.

- Ven aquí – me llamó, mientras me abrazaba con fuerza – cálmate. ¿Doggie ha vuelto a acercársete? – preguntó, pues sabía que cada vez que un hombre se me acercaba me ponía histérica, aunque aún no le había contado a mi hermana que era lo que me ocurría, ella ya podía hacerse una idea, me conocía bien.

- Él ya sabe dónde estoy – aseguré, entre sollozos, mientras mi hermana me cogía de la mano y me conducía hacia su habitación.

- ¿Quién es él? – preguntó, sentándome sobre su cama, mirándome a los ojos, mientras yo negaba con la cabeza y derramaba algunas lágrimas más - ¿ni siquiera Kevin puede ayudarte? – preguntó, haciendo que palideciese al escuchar ese nombre - ¿Huyes de él?

- Tengo que irme – rogué, mientras mi hermana me tranquilizaba con otro abrazo – no quiero que te compadezcas de mí – le dije, en señal de su pregunta sobre por qué no se lo contaba, ya que parecía defraudada de mi negativa por no querer contárselo – no quiero sentir tu mirada de decepción cuando te cuente lo que ha pasado.

- Oh Ana... - comenzó, limpiando mis lágrimas, mientras acercaba su rostro al mío y apoyaba su frente sobre la mía - ... soy tu hermana, jamás podrías defraudarme, de echo... siempre te he admirado – reconoció, haciendo que levantase un poco la cabeza para mirarla, sorprendida por lo que me había dicho – siempre eras perfecta, con esa fuerza, con esa vitalidad... siempre quise ser como tú, siempre quise que te apoyaras en mí, que contaras conmigo cuando tuvieses un problema... pero nunca lo hiciste, hasta el año pasado nunca...

- Lo siento – aseguré, provocando que mis lágrimas saliesen de nuevo.

- Eres mi hermana, Ana, y siempre estaré orgullosa de ti, siempre respetaré tus decisiones, aunque a veces no las comparta y .... – proseguía, intentando hacerme entender que pasase lo que hubiese pasado ella me entendería.

- Estaba borracha cuando sucedió – comencé, intentando parecer calmada, intentando abrirme ante mi hermana, por primera vez en mi vida, contarle aquello sabía que la destrozaría del todo, pero seguir guardándolo terminaría por acabar con mi vida – y algo caliente, he de admitir – aseguré, provocando que ella me mirase sorprendida – acabábamos de terminar un juego algo estúpido y me fui a mi habitación a cambiarme de ropa, estábamos en una fiesta, en casa de unos amigos – expliqué, mientras ella se sentaba en la cama, junto a mí – iba a cambiarme de ropa, a darme una ducha y entonces... - me detuvo, sin saber cómo continuar aquella historia, sintiendo la mirada de mi hermana sobre la mía – él entró en mi habitación, David.

- ¿Te hizo algo? – preguntó horrorizada, mientras yo bajaba la cabeza, molesta.

- Tenía miedo, Lyan – comencé, mientras ella me prestaba toda su atención – empezó a tocarme con sus sucias manos, y yo estaba tan sumamente borracha y embriagada de placer que apenas podía reaccionar, intenté que me dejara, intenté escapar, pero no pude...

- ¿te violó? – preguntó, en shock, por lo que le estaba contando.

- No del todo – aseguré, mientras ella me miraba sin comprender – había momentos de lucidez en que intentaba apartarle, que intentaba huir que me sentía totalmente ultrajada ... pero en otras ocasiones, embriagada por el placer y el alcohol... deseaba que no se detuviese – concluí, sintiendo la mirada sorprendida de mi hermana, que no entendía lo que le estaba contando.

- Entonces ... - comenzó, intentando romper aquel silencio que ya empezaba a durar demasiado.

- Entonces le aparté, tan pronto como un momento de lucidez intenso vino a mí, conseguí salir de la habitación y llegar a la de Kevin, esperando que él pudiese salvarme, que él pudiese ayudarme, que él... - me detuvo antes de poder haber terminado la historia, mientras sentía como mi cuerpo temblaba, mientras mis lágrimas volvían a salir, emborronando mi rostro, provocando que mi hermana volviese a limpiarlas - ... él no podía salvarme, Lyan, ya nunca podría volver a hacerlo – aseguré con más lagrimas cayendo de mi rostro, mientras me abrazaba con fuerza, intentando consolarme, pero era inútil, acababa de recordar cómo me había sentido al verle allí, acostándose con otra, mientras yo me moría de dolor, al mismo tiempo que me sentía ultrajada, y sin que nadie pudiese volver a salvarme jamás.

Estaba sola, siempre había estado sola, y siempre había luchado por no estarlo, había intentado fingir que no lo estaba, pero lo cierto era que siempre lo había estado, y ningún hombre podría cambiar nunca eso, ni siquiera él.

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