CAPÍTULO 3

Llegaron a la mansión Mykolaiv, Y Katsumi sintió que el aire le faltaba. Mientras esperaban a que el portón eléctrico se abriera ante ellos, Yoshi se enfundó unos guantes blancos que eran parte de su uniforme de chofer.

Katsumi respiró profundo al verse parada por segunda vez frente a la imponente edificación. Era una casa con la que no podía ni soñar; una enorme mansión con tejado de estilo pizarra y balcones grandes. Miró atrás y se despidió de Yoshi agitando la mano, él le devolvió el gesto. Katsumi se había bajado del auto con tanta prisa, que no se habían despedido como se debía. Contó ocho escalones hasta la puerta de madera que se abrió antes de que pudiera atinarle un golpe.

—Adelante señora Kimura. Mi nombre es Fedora y le daré algunas indicaciones —se trataba de la misma mujer de pelo encanecido que ya había visto antes.

—Buenos días Fedora, puede llamarme Katsumi

—Katsumi, Sígueme, por favor.

Fedora guió a Katsumi hacia la cocina. Dónde le ofreció desayuno, café, té. Katsumi rechazó todo menos el té.

—El señor Mykolaiv ha amanecido hoy…—Fedora hizo una pausa —indispuesto.

—¡Oh! Sí, es normal que los pacientes en su estado tengan bajones de ánimo de vez en cuando. Pero estoy calificada para lidiar con ello —Fedora suspiró

—Nadie está preparado para lidiar con los… “bajones de ánimo” del señor Mykolaiv — Katsumi no supo qué responder a eso—. Afortunadamente, él está consciente de ello. Me ha pedido que le entregue esto —Puso tres folders sobre la encimera de mármol— Ahí está todo lo que necesita saber acerca de lo que le pasó en la pierna. Hoy solo se dedicará a estudiarlo. Deje por escrito todo lo que necesitará para iniciar la terapia mañana. Cuando termine puede irse. Puede trabajar aquí o ir al despacho si lo desea.

—Creo que iré al despacho. Necesito concentrarme.

—Está bien, la acompaño —Fedora apagó la estufa que acababa de encender.

—¡Oh! No, Fedora, no se preocupe, siga usted en lo que hacía. Ya estuve ayer en el despacho. Puedo llegar sola —Fedora asintió con la cabeza

Katsumi cogió las carpetas, le hizo una reverencia a Fedora,  quien le respondió con una sonrisa. Salió de la cocina, caminó hacia el pasillo que llevaba al despacho, pero una vez en este, notó que había tres puertas, una seguida de la otra. No recordaba haber visto aquellas puertas antes. Acercó su oído a la primera. No escuchó el mínimo ruido, hizo lo mismo con las tres siguientes obteniendo el mismo resultado. Decidió entrar por la última puerta. Giró la manilla en cámara lenta, rogando que fuera el despacho. Cuando abrió la puerta, la poca luz que ingresó en la habitación le permitió ver una silueta en el piso.

Katsumi palpó la pared y encontró el interruptor. Encendió la luz y pudo ver con claridad el cuerpo de Adrick Mykolaiv tendido en el piso con nada más que un calzoncillo. La silla de ruedas estaba volcada cerca de él. Katsumi echó un vistazo a su alrededor. La habitación era pequeña, se notaba que habían improvisado en ella una alcoba para el señor Mykolaiv, lo cual era lógico, dado que no podía subir las escaleras. Todo estaba hecho un desastre. Había una bandeja tirada en el piso junto a comida y trozos de losa y vidrio. Más lejos había libros desparramados, una lámpara y una silla rotas.

El señor Mykolaiv despegó su mejilla del suelo y miró a Katsumi

 —¿¡Qué demonios haces aquí!? —La voz que antes le había parecido seductora, ahora sonaba aterradora, cada palabra le pareció un rugido expulsado desde la garganta.

Katsumi parpadeó con la boca entreabierta. Estaba paralizada del miedo. Estaba a punto de dar media vuelta y salir corriendo de ahí, hasta que notó una mancha roja en la mano del señor Mykolaiv. Corrió hacia él y se agachó a su lado apoyándose sobre las rodillas. Cogió su mano herida, le dio una mirada, se puso de pie y salió de la habitación.

—¿Tiene algún tipo de botiquín? —Preguntó Katsumi a Fedora mientras entraba a la cocina. Su voz se sintió agitada.

Fedora estaba removiendo un guiso en la estufa. Se dio media vuelta y miró a Katsumi de pies a cabeza.

—¡Oh! ¡Por Dios! ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Quién está herido?

—¡Oh! ¡No! nadie está herido señora Fedora. Solo necesito revisar el botiquín y asegurarme de que cuenten con todo lo necesario.

Fedora suspiró de alivio y se dirigió a un estante, rebuscó entre varias cajas. Katsumi se dirigió al lavadero y aseó sus manos.

—Debe estár por aquí. Lo usé hace un par meses, la última vez que Anya nos visitó. Le limpié un raspón que se hizo jugando en el patio… ¡Aquí está!

Fedora le entregó a Katsumi una caja de plástico del tamaño de una computadora portátil.

—Gracias. Volveré al despacho —dijo Katsumi cogiendo el botiquín.

Salió de la cocina con total calma, pero en lo que supo que había salido de la vista de Fedora, caminó tan rápido como pudo. Temía que el señor Mykolaiv se hiciera daño, no sabía si ese vidrio incrustado en su mano había sido producto de un accidente o había sido una forma de autoslesionarse. Se sintió enfadada. Este hombre tenía todo lo que cualquiera podía soñar, y se comportaba como un idiota por una pierna rota. Su actitud le parecía estúpida.

De vuelta en la habitación, Katsumi ayudó al señor Mykolaiv a sentarse, extrajo el vidrio de su mano, le limpió la herida y lo vendó. Mykolaiv la miró enojado durante todo el proceso pero no dijo ni una palabra.

—Necesitaré que ponga de su parte —dijo Katsumi guardando los utensilios en el botiquín.

Se levantó, alzó la silla y la puso a espaldas de Mykolaiv, se paró casi sobre él con las piernas, una a cada lado de su cuerpo, lo cogió pos las caderas con ambos brazos y se echó hacia tras aprovechando su propio peso. No logró levantarlo.

»Vamos señor Mykolaiv, una de sus piernas funciona de maravilla, si no me ayuda no podré levantarlo— Mykolaiv suspiró

—No te he pedido que me levantes

—No. No me lo ha pedido, pero no puedo dejarlo ahí, llorando como un bebé, tendido en su propio vómito y lamentándose de su existencia… —Katsumi se mordió el labio inferior. Le había hablado a su jefe en un tono para nada apropiado —Lo siento, yo…

—No estoy tendido sobre mi vomito —el señor Mykolaiv le interrumpió—ni siquiera he vomitado.

—Intentémoslo de nuevo —Katsumi volvió a sujetar al señor Mykolaiv entrelazando sus brazos por debajo de los suyos— A las tres. Uno…dos y… ¡Tres!

El cuerpo de Adrick Mykolaiv cayó de golpe sentado sobre la silla y jaló a Katsumi consigo. La distancia que separaba sus labios era peligrosamente corta. Adrick Mykolaiv miró los ojos de Katsumi y luego sus labios

 

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