Capítulo 6

-¿Estás segura de que es prudente que vayamos? Seguramente irán algunos de los detectives reales. No queremos que nos descubran -ella sonrió y lo miró. 

-No creo que tengamos que preocuparnos porque nos reconozcan. Yo no me parezco en nada a cómo soy, y tú con esa barba tampoco. -lo que no podía decirle era que siempre lo había encontrado terriblemente guapo, pero que la sombra de la barba incipiente en sus mejillas y la ropa que llevaba y que resaltaba los músculos de su cuerpo, hacían que se le cortara la respiración-. Es importante que veamos quién va al funeral, Adam. Puede que esté allí el cerebro de todo el plan de secuestro -dijo ella, trató de no perder la atención. 

-Lo dudo -contestó Adam, y bebió un poco de café-. Quien se que éstá detrás de este plan es demasiado inteligente como para aparecer y mostrar en público su relación con un camarada fallecido. -Isabel suspiró desanimada. 

-Es probable que tengas razón. Yo espero... Quiero desespedamente ser yo la persona que encuentre a mi padre. 

-Isabel -Adam le agarró la mano-. No tienes que demostrarle nada a nadie, y menos a tu padre.

Isabel frunció el ceño y retiró la mano. El roce de la mano de Adam le resultaba un poco pertubador.

-No sabes nada acerca de la relación que tengo con mi padre -protestó-. Y será mejor que empieces a llamarme Bella en lugar de Isabel. 

-Sé lo mucho que te disgutó cuando él no te permitió continuar sirviendo a la Marina. 

-Eso ocurrió hace mucho tiempo -contestó ella sin mirarlo a los ojos-. Sé que mi padre lo hizo porque creía que era lo mejor para mí. 

A pesar de que era lo que se decía a sí misma una y ota vez, todavía sentía el dolor que le había causado la decisión de su padre. A ella le encantaba estar en la Marina y fue la noche en que su padre le dijo que no podía continuar con su formación, cuando lloró entre los brazos de Adam. 

Hubiera dado igual, porque aquella noche Isabel alzó el rostro para besar a Adam y él volvió la cara, diciéndole sin hablar que no tenían ningún futuro juntos, que él no sentía nada por ella. 

-Te hubieras convertido en un estupendo oficial de inteligencia -dijo Adam. 

-Gracias -dijo ella sin más, y sintió que le daba un vuelco el corazón. Sabía que Adam no era el tipo de hombre que decía falsos cumplidos. 

Alargaron el desayuno como si no quisieran regresar a la pequeña habitación. Mientras bebían café hablaron de cosas sin importancia... de películas que habían visto, de música, de las personas que ambos conocían. 

Había momentos en los que los ojos de Adam se oscurecían y ella se preguntaba si estaría pensando en su padre. Isabel no le había contado que cuando lo llamó para pedirle que la ayudara a encontrar al Rey, había asignado a dos de los mejores detectives de Edenbourg para que investigaran acerca de la desaparición del padre de Adam. 

Igual que Adam, ella no podía creer que el Almirante retirado Jonathon Sinclair, quien tenía muchas condecoraciones, se hubiera vendido y marchado del país en un prototipo de avión de combate que costaba miles de millones de dólares y tenía un valor incalculable por su alta tecnología.

A las nueve y media se marcharon del café y tomaron un taxi para que los llevara hasta el cementario donde iban a enterrar a Shane Moore. Le pidieron al conductor que los esperara hasta que dicidieran marcharse. En el cementerio había un pequeño grupo de gente reunida alrededor del ataúd. Se unieron al grupo e Isabel reconoció a algunas personas que había visto en las fotos que les había dado Ben. 

Willie Tammerick, quien parecía que ya estaba como una cuba, los saludó con la cabeza mientras el pastor comenzaba a entonar una serie de alabanzas que dejaban claro que no había conocido a Shane personalmente. Meagan, la hermana de Shane estaba ausente. 

Cuando el capitán Ben Lockhart se había hecho pasar por el Príncipe Nicholas y Shane lo secuestró, fue Meagan la que se encargó de custodiarlo y finalmente acabaron enamorándose. Isabel miró a Adam con curiosidad. A pesar de que lo conocía desde hacía mucho tiempo y de que había trabajado juntos, no tenía ni idea de si se había enamorada alguna vez. Ni siquiera sabía si creía en el amor.

Hubo un tiempo en que ella creía estar enamorada de él y creía que ya lo había superado, pero no comprendía por qué se le aceleraba el corazón y se estremecía cuando él la miraba con esos bonitos ojos grises. Frunciendo el ceño, volvió a mirar a las personas que habían asistido al entierro y se detuvo en una mujer. 

Era una mujer rubia y con mucho pecho y si no hubiera tenido las mejillas llenas de lágrimas, la nariz roja y los ojos hinchados, hubiera sido muy guapa. Debía de ser Pam Sommersby. Tenía que ser ela. Isabel había visto su nombre en las notas que le había dado Ben, pero no había ninguna foto de la novia de Shane Moore, solo una descripción de su físico. 

Isabel agarró el brazo de Adam y lo apretó hasta que él la miró. Ella señaló hacia la mujer con la cabeza. Adam miró a la mujer y después a Isabel. Ella se puso de puntillas para susurrarle algo al oído. 

-Creo que es Pam Sommersby, la novia de Shane. 

-Intentaremos hablar con ella después de la ceremonia. 

Isabel asintió, afectada por su cálida respiración y el aroma de su colonia. Miró hacia el pastor y esperó a que terminara la oración. Después, el grupo de gente se dispersó y solo se quedó la mujer rubia vestida de negro. 

Adam e Isabel regresaron hacia el coche y se quedaron junto a la puerta esperando a que se acercara la mujer afligida. Isabel quería odiar a la mujer que había sido la novia del responsable del secuestro de su padre, pero al verla dejar una rosa sobre el ataúd de Shane Moore, no pudo evitar sentir lástima por ella.

Cuando la mujer salió del cementario y se dirigió hacia su coche, Isabel se acercó a ella. 

-Pam -la llamó Isabel-. Pam Sommersby. 

La mujer se paró y miró hacia atrás. Se quedó boquiabierta y comenzó a caminar más deprisa. 

-¡Pam, espera! Solo quiero hablar contigo. 

Antes de que Isabel pudiera alcanzarla, Pam se metió en su coche. Arrancó el motor y aceleró. Isabel corrió hasta el taxi y, mientras Adam le decía al conductor que siguiera al coche, entró y se sentó junto a él.

-No podemos dejar que se escape -exclamó Isabel. Sabía que en la información que le había pasado Ben no figuraba ninguna dirección de Pam Sommersby-. Ella sabe algo. Lo sé -Isabel agarró la mano de Adam y la apretó con fuerza. 

-La atraparemos -le aseguró Adam-. Cada vez estamos más cerca.

Isabel continuó agarrando la mano de Adam. Durante tres largos meses había sido fuerte. Durante tres largos meses había esperado alguna pista que le permitiera encontrar a su padre. 

Hasta ese momento había reprimido el miedo que le había provocado la noticia de que su padre pudiera haber sufrido un ataque al corazón. En ese momento, el miedo se enfrentaba a la esperanza de que Pam Sommbersby tuviera la información que necesitaban para salvar a su padre. Quizá fuera la única persona que podía darles esa información.

Había bastante tráfico y era evidente que no era la primera vez que Pam huía conduciendo. Se colaba entre los coches y cada vez que Isabel perdía de vista el coche, sentía una fuerte opresión en el pecho. 

Pam tenía las respuestas. Isabel sabía que Pam era la clave para encontrar al Rey. ¡No podían dejarla escapar! 

-Se dirige hacia la King´s Me n Taverm -exclamó Adam. 

Pam torció por el callejón de detrás de la taberna y para cuando el taxi tomó la curva, el coche de ella no estaba a la vista. 

-No la veo -dijo el taxista soltando el aceledor. 

-Siga conduciendo -gritó Isabel-. Vaya despacio... tiene que estar en algún sitio. 

Bajaron por el callejón y miraron entre los edificios y en los garages, pero no tuvieron éxito. Era como si se hubiera abierto el suelo y se hubiera tragado el coche de Pam.

-Bella... la hemos perdido -dijo Adam, y el taxista paró el coche. 

Isabel salió del coche y Adam pagó al taxista. En un instante afloraron todos los sentimientos que había ocultado durante tres meses en su interior. Los ojos de Isabel se llenaron de lágrimas. 

Era como si todas las esperanzas que tenía de encontrar a su padre se hubieran desvanecido. Miró a Adam como para que él le devolviera la fuerza y la esperanza. Comenzó a llorar desconsoladamente y Adam la estrechó entre sus brazos. 

En silencio, le dio permiso para ser débil, y en esos momentos ella necesitaba serlo. Apoyó el rostro en la camisa de Adam y permitió que las lágrimas de miedo y frustacipon rodaran pos sus mejiilas. 

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