Capítulo 5

Se incorporó y miró el reloj. Eran casi las dos. A pesar de que era de noche, una luz se filtraba por las cortinas de la ventana. Era la luz del fluorescente que anunciaba el nombre del establecimiento. 

Miró a Isabel. Estaba profundamente dormida sobre la cama. Tenía la sábana a la altura de la cintura y Adam podía contemplar sus pechos redondeados cubiertos por un camisón de seda lila.Sbía que no debía mirar, pero no podía evitarlo. Mientras dormía, sus rasgos adquirían cierta vulnerabilidad que tenían cuando estaba despierta. Las pestañas cubrían las sombras oscuras que tenía bajos los ojos y su boca estaba entreabierta, como si esperara el beso de su amado. Su piel era apetecible. 

Frunció el ceño y miró a otro lado. Antes de irse a dormir todo había sido un poco extraño. Adam no había pensado en todo lo que el plan implicaba. Sin duda no pensado en que quizá tuviera que dormir con Isabel. 

Él se había ido al baño para ponerse unos pantolones cortos y mientras Isabel se puso el camisón en la habitación. Entonces, una vez que ella ya estaba en la cama, Adam salió del baño e insistió en que dormiría en la silla. 

Se puso en pie y caminó en silencio por la habitación para desentumecer los músculos. Trató de no mirar a la princesa durmiente, pero era imposible. Era como si ella lo hubiera llamado en sueños y él estuviera allí, pegado al borde de la cama mirándola fijamente. 

Desde el primer momento en que la vio la encontró muy bella y notó que sus rasgos ocultaban una sunsualidad latente. Frunció el ceño, dejó de mirarla y se dirigió hacia la ventana. Abrió las cortinas y miró la calle desierta.

Al pensar en la pesadilla que había tenido se le formó un nudo en el estómado. Desde hacía poco más de un año vivía afectado por las sospechas que recaían sobre su padre. Sabía que su padre no era un traidor, y que nunca se vendería a otro país, pero una cosa era saberlo y otra demostrarlo.

Estaba tratando de averiguar qué le había pasado al almirante Jonathon Sinclair cuando Isabel lo llamó para que la ayudara a resolver el secuestro del rey Michael. Así que su misión personal tendría que esperar... encontrar el rey Michael era una misión más importante. Oyó que Isabel se movía y cerró la cortina. 

Ella abrió los ojos medio dormida. 

-¿Adam? 

-Estoy aquí -contestó él. 

-¿Qué estás haciendo? 

-Pasear un poco. No podía dormir. -ella se desperezó. 

-Eso es porque intentas dormir en esa silla horrorosa. Ven a la cama, Adam. No va a pasar nada porque compartamos la cama -en cuando terminó de hablar cerró los ojos y se quedó dormida. 

Adam recordó sus palabras. <<No va a pasar nada porque compartamos la cama>>. No quería ni pensar en volver a sentarse en esa silla tan incómoda. Pero la imagen de Isabel vestida con el top dorado y la minifalda lo había cautivado. Estaba acostumbrado a verla en un ambiente de trabajo, ambos vestidos con uniformes y no en un ambiente informal, ligera de ropas. 

Dando un suspirp se volvió a sentar en la maldita silla. Quizá ella pensaba que no pasaba nada porque compartieran la cama, pero él no estaba tan seguro. No se fiaba de sí mismo. Cuando se despertó de nuevo, la luz del amanecer se colaba por las cortinas. Adam se puso en pie y se quejó. Le dolía toda la musculatura de la espalda por haber dormido en esa silla. 

Isabel seguía durmiendo. Estaba boca abajo y en el centro de la cama. Aunque era temprano, Adam ya no podía dormir más. De todos modos, rara vez dormía más de tres o cuatro horas. Sacó ropa limpia de la bolsa y, sin hacer ruido, entró en el baño.

Momentos más tarde, bajo una ducha de agua caliente, Adam pensó en el trabajo que Isabel y él tenían que hacer. Sabía que la investigación acerca del secuestro del Rey se había centrado en la familia inmediata y en los amigos. Nadie se había librado de la investigación, ni siquiera el hermano del rey Michael, Edwad, que había asumido las responsablidades de que rey, ni sus dos hijos, Luke y Blake. Después de que secuestraran al rey, Blake se había casado con Rowena Wilde, la dama de honor de Isabel.

Hasta el momento, no se había descubierto nada y todo el mundo especulaba acerca de quién le había dado órdenes a Shane Moore. ¿Quién era el responsable del secuestro del rey? ¿Y por qué lo habían secuestrado?

En un último esfuerzo para encontrar al culpable, se había hecho circular el rumor de que habían encontrado muerto al príncipe Nicholas, pero hasta el momento el rumor no había provocado que el culpable se delatara.

Ese día era el entierro de Shane Moore y Adam se preguntaba cuántos amigos de Shane irían para dar el pésame. Aunque Isabel aún no le había dicho nada, Adam tenía la sensación de que él y Bella Wilcox estarían entre los familiares del difunto. 

Suspiró y cerró el grifo de la ducha. Esperaba que Isabel y él no encontraran ningún problema. Sabía que si a Isabel le sucedía algo mientras estaba con él volvería a desprestigiar el nombre de la familia. Se vistió e intentó no pensar en ello.

Tenía que centrarse en fingir que era Adam Wilcox y no el capitán Adam Sinclair. Salió del baño y se sorprendió al ver que Isabel estaba despierta y recostada sobre las almohadas. La sábana cubría su cuerpo y solo se veía la parte de los hombros que cubría su camisón de seda. 

-Espero que no hayas gastado toda el agua caliente -dijo ella en un tono un poco desagradable. 

-Buenos días tengas tú también -dijo Adam secamente. 

Ella frunció el ceño y se pasó la mano por el pelo- 

-Supongo que este sitio no tendrá servicio a la habitación. 

-Lo dudo -contestó él y se sentó para ponerse los zapatos-. Pero si te vistes podemos ir a buscar un sitio para desayunar. 

-Un café... eso es lo que necesito -dijo ella, retiró las sábanas y se puso en pie. 

Al ver cómo el camisón marcaba cada una de sus curvas, Adam miró hacia otro lado. Sintió que aumentaban su temperatura corporal y se alegró cuando ella se metió en el baño. Él se frotó la cara con la mano y se reclinó en la silla. Aquello iba a ser más duro de lo que pensaba. 

No había dormido bien y se imaginaba otra noche tratando de dormir en aquella silla. Sin embargo, al pensar en acostarse junto a Isabel y sentir el calor de su cuerpo se puso tenso. Llevaba años luchando contra lo que sentía por Isabel. Desde que ella estuvo alistada bajo su mandato ambos sentían cierta atracción mutua.

Cualquier relación entre un oficial y un recluta estaba estrictamente prohibida y ninguno de los dos estaba dispuesto arriesgar su carrera profesional por un romance, daba igual lo tentador que fuera. 

<<Pero ya no eres su oficial al mando>>, pensó Adam. Era cierto, ya no lo era. Pero ella era una princesa y él un hombre cuyo nombre familiar estaba manchado por la deshonra. La mitad de la población de Edenbourg creía que su padre era un traidor. Adam no era el hombre más adecuado para la princesa Isabel. 

Además, si los periódicos estaban en lo cierto, ella ya estaba comprometida con el joven Sebastian Lansbury y el rey Michael había dado su visto bueno a la pareja justo antes de que lo secuestraran. Sería mejor que Adam se centrara en dos cosas... lo primero era encontrar al Rey, y lo segundo, limpiar el nombre de su padre. Isabel era algo prohibido y debía recordarlo durante las dos próximas semanas. 

Después de comerse el segundo cruasán, Isabel se sentía mucho mejor que recién levantada. Adam y ella estaban en un pequeño café situado en la misma calle que la King´s Men Tavern. Era tan temprano que había muy pocos clientes en el establecimiento. 

Isabel se había vuelto a vestir como si fuera Bella, aunque esta vez había elegido el modelo menos atrevido de los que tenía en consideración a Adam. Llevaba unos pantalones morados ceñidos y una blusa del mismo tono que contrastaba con su color de pelo, unos zapatos de tacón y unos pendientes largos. 

Adam era mucho menos creativos a la hora de vestir. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta gris que conjuntaba perfectamente con sus ojos grises. 

-Ha sido el mejor cruasán y café que he tomado desde hace meses -dijo ella. 

-Sin duda parece que te ha mejorado el humor -comentó él. 

Ella sonrió y dijo: 

-No soy una mujer mañanera. Estoy de mal humor hasta que me tomo un café. 

-Yame he dado cuenta -llamó al camarero para que les sirviera más café. 

-El funeral de Shane es a la diez -dijo ella después de que se marchara el camarero-. Tomaremos un taxi hasta el cementerio.

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