Mi sueño prohibido, mi pensamiento que no debe ser

He faltado a clases por más de tres semanas, mis heridas sé infectaron y mi madre tuvo que rogarle a mi padre que me lleve al hospital para que me curarán estaba con temperatura muy fuerte, creo que esta vez podía morir, por eso mi madre le suplicó a mi padre que me lleve a un hospital, mi padre aceptó a regañadientes, odia tener que gastar tiempo y dinero en una de sus hijas.

Como Palestina es zona de guerra, los hospitales están llenos y son muy precarios, hace falta más médicos, pero tuve suerte que me atendieran, el médico me mandó a un hospital Israelí pasando la frontera pero mi padre dió el grito al cielo al enterarse de eso, no quiso ni saber que vaya ahí pero mi madre le rogó, puesto que estaba muy mal.

Aunque mi padre se negó rotundamente, mi madre y mi hermana Samira me llevaron para que me traten no iban a permitir que me muera.

La verdad, es que me sentía muy incómoda en el lugar cuando llegamos, pero los médicos se acercaron a mi sin ningún tipo de rechazo, me revisaron y me curaron con mucha paciencia además vi que lo hicieron con otras personas palestinas de la misma manera, ¿Quizás no son tan malos como nos enseñaron desde pequeños?

Volví a casa unos días días después, pero mi padre nos quitó el habla a las tres puesto que estábamos impuras, al entrar a un hospital manejado por nuestros enemigos; sinceramente no entiendo porque tanta revancha, no me preguntaron si era palestina, tan sólo me atendieron y sí ellos no hubieran sido, mis heridas sé hubieran infectado más y podía haber muerto, hay que aceptarlo, me salvaron la vida, pero a mi padre no le importa eso, si mente está muy cerrada, el solo ve lo que quiere ver.

A los dos días por fin me encuentro mejor, así que decido ir a la academia, no quiero perder más clases, me cambio, me arreglo, bajo a la cocina, Karim me mira con el ceño fruncido, creo que pensaba que no iba a volver, le suplico que me acompañe a frontera, porque no quiero perder más clases, aunque a regañadientes, él acepta, camina conmigo hasta donde siempre y me deja en el mismo lugar sin antes advertirme qué...

-¡No te vayas a otro lado! - advierte - papá estará atento a tu hora de regreso, si te tardas un minuto, te encontraré y te llevaré a rastras además le aconsejare a nuestro padre que te saque de ese lugar, ustedes no deben estudiar, no se como padre te dio permiso - vuelve a refunfuñar como todos los días.

- Sí, sí...ya sé -respondo molesta y fastidiada.

-¡No me respondas así! - chilla furioso, levanta su mano y me da un sopapo que me hace desestabilizar sin importar qué estamos en la calle rodeados de gente -¡Ahora vete, y deja la insolencia!

Sin responder, doy un largo suspiro para tragar mis lágrimas y empiezo a caminar a frontera prefiero alejarme lo más pronto posible de Karim, me da terror.

Cuando llego veo a dos soldados parados, mi corazón late más fuerte, en estos momentos ni el sopapo me importa, todo valdría la pena sí Yahil está ahí.

Me acerco más rápido intentando no demostrar mi emoción pero desaparece al no verlo ahí, los dos soldados son otros que no conozco así que decido seguir mi camino un poco desilusionada...¡No, no debe ser, yo no debo pensar en eso, no está bien! Vuelvo a repetirme al darme cuenta que esas emociones me están haciendo pensar cosas que no deben ser.

Llego a la academia, me siento en mi lugar e intento tomar atención a la clase intento ponerme al corriente, pero será complicado, perdí muchas clases con mi enfermedad.

Cuando terminan salgo de la academia apresurada, me da mucho miedo tardar y que mi padre me vuelva a dar con la vara en la espalda.

Caminó apresurada...

-¡Nadhid! - escucho que alguien me llama. ¡Esa voz!...tomó mi velo, me tapo la cara y miró de reojo a la dirección donde escuché mi nombre.

Veo las botas y el uniforme verde del ejército Israelí acercarse a mi, me da miedo levantar la vista pero lo hago y me topo con esos ojos celestes que se adueñaron de mis pensamientos más prohibidos.

- Hola Nadhid... - saluda Yahil con una sonrisa tranquila y relajada en su rostro.

No respondo, bajo la mirada y mi corazón late con tal fuerza que puedo escucharlo desde muy adentro de mi ser. Yahil se acerca a mí, puedo mirar sus pies.

-Todos los días estuve en frontera esperando que pasaras...

-¿Para qué? - respondo sin levantar la mirada.

-Para verte... Y cómo no apareciste estás semanas, decidí venir por dónde vienes todos los días, para poderte encontrar, pero no te ví...

-¿...Por qué harías eso?

-Ya te lo dije...te quería ver...

-...Debo irme...- intento hacerme campo y escapar de esa extraña situación, es cómo sí un genio malvado me estuviera hechizando, cada vez que tengo en frente a Yahil.

-¿Por qué me querías ver? - pregunto nerviosa caso atragantandome con las palabras, me mira extrañado.

-Levanta la mirada, me gusta ver tus ojos... - responde rápidamente sin importarle la pregunta que le hice.

-No puedo, no debo...- me niego y bajo más mi rostro, para rehuir su mirada.

Yahil se acerca más y más y me pone mucho más nerviosa, aunque no quiera mis movimientos corporales son involuntarios, subo la cabeza y lo miro, tapando el resto de mi cara con mi velo.

-¡Debo irme! - Exclamo más asustada, al ver esos ojos claros que me miran expectantes, cada minuto cuenta, echó mi mirada a un lado.

-Está bien...está bien, no quiero producirte problemas, pero antes que te vayas, te quiero pedir un favor...

-¿Un favor? - pregunto intrigada.

-Sí...

-No...No creo, ¿Qué favor podría hacerte? - pregunto negando con la cabeza.

-Por favor...- exclama - tan sólo... - se acerca otra vez a mí y toma un lado de mi velo que yo tomo para taparme - ... déjame mirar tu rostro.

-¡No! - exclamo desesperada y asustada, escapo con velocidad de su lado, corro pienso que irá tras mío pero después de un momento me doy cuenta que él no me sigue.

Mi cerebro tiene batallas de desesperación, ¿Debía dejar que me vea? Dice un lado de mi cerebro y el otro responde, "¡No! Sólo tu esposo puede verte" me niego rotundamente a seguir pensando en Yahil pero mis pensamientos pecaminosos me hacen dibujar su rostro a cada momento en el techo de mi cuarto.

****

Se supone que el que será mi marido vendrá a visitarme hoy por la tarde.

Un adinerado comerciante que vive en Kuwait, lejos de Palestina, no sé cómo es pero algo que me alegra es que al casarme con él podré estar lejos de la guerra y de este enfrentamiento entre unos y otros que me pone muy mal.

Como es una visita oficial mi madre me arregla con la mejor ropa de mi armario, me explica que debo ser muy obediente y portarme muy bien con él que será mi marido, me da varias explicaciones y recomendaciones para que no lo desagrade, sé que sería un motivo más para que mi padre se molestará conmigo si hago algo indebido y lo pagaría muy caro.

Unas horas después mi padre entra a la casa con un hombre de cabello negro con algunas canas bajo el turbante y una barba larga, es mucho mayor que yo, es inminente, no me gusta, para nada, pero es lo que mis padres me impusieron cómo marido y debo aceptarlo así.

Mis padres me lo presentan, el hombre me ve sonriente, no me gusta su mirada, me asusta pero intento hacer todo lo que me ordenan, soy obediente, condescendiente, sumisa, todo lo que debe ser una buena futura esposa.

Después de la visita, subo a mi cuarto y me siento extraña, dicen que el amor llega después del matrimonio, pero no sé si lo lograré con ese hombre, no me nace ningún tipo de sentimiento hacia él.

En eso mis pensamientos vuelan a Yahil, él es distinto, mi sueño prohibido, mi pensamiento que no debe ser, algo que me produce un sentimiento de felicidad muy dentro de mi ser cuando lo tengo cerca, pero ese sentimiento de felicidad desaparece en el mismo momento que me doy cuenta que nunca podrá ser y que no debe ser, es una locura, que desee algo que se me está prohibido desde el momento en que nacimos, ni él ni yo podemos con esto, Yahil es mi enemigo, es el invasor y así lo debo seguir tratando.

-¿Te gustó tu esposo? - pregunta Samira que entra a mi cuarto sin tocar y corta mis pensamientos bruscamente.

-Ehhh...pues... - me muerdo el labio, sinceramente no sé qué responder.

-Es un viejo verde -responde sentándose en la cama - no me agradó, no quisiera que te cases con él.

- Nuestro padre lo ve como un buen negocio.

-Lo sé y nosotras - hace un cierre con su boca - no debemos decir nada de las decisiones de nuestro padre tan solo debemos obeder.

-Sí, así debe ser - doy un suspiro muy largo, ¿Y si le cuento a Samira lo que me está sucediendo con Yahil? - Samira yo... - Mi pequeña hermana entra de golpe a mi cuarto y no permite que siga con mi relato.

-Nuestro padre las espera, quiere hablar con ustedes.

- Vamos.

Bajamos a la sala, están todos reunidos.

- ¡Estoy muy feliz! - exclama mi padre muy efusivamente - el futuro esposo de Nadhid está complacido con ella y quiere fijar la fecha de matrimonio lo más pronto posible, será la segunda esposa de Kamal pero tendrá los mismos derechos que la primera, es muy adinerado y la tendrá como reina.

Mis hermanos sonríen complacientes, mi madre y las otras esposas de mi padre igual, Samira me toma de la mano y me la aprieta fuerte, como consolándome.

¡Yo no quiero esto! Grito silenciosamente desde el fondo de mi ser, pero no puedo gritarlo, no puedo decirlo, debo aceptar y obedecer mi destino que ya fue echado.

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