—¿Y dime...? —alarga la última palabra, tratando de averiguar mi nombre, mientras se sienta en la silla que está ubicada detrás del escritorio.
—Lluvia —le contesto por tercera vez y solo tomo asiento cuando el me lo ofrece.
Las manos me sudan y estar aquí en este lugar a solas con el padre de mi novio, para hablar seguro de lo que ha ocurrido hace poco en el jardín, sin duda me tiene muy nerviosa.
—Lluvia —repite asintiendo y yo lo miro fijamente—. Esta es la segunda vez que mis hijos llevan una discusión al extremo yéndose a los golpes y quería conocer a la chica que ha ocacionado todo este embrollo —agrega.
—Yo no he ocacionado nada —replico bajo.
—¡Oh...cariño! Claro que lo has he