Capítulo 2. Desarme

Blake

Me escabullí entre los invitados, buscando los servicios, pasó un mesero y le pregunté, con rapidez, fui hacia el largo pasillo en busca de ellos. Tenía un calor que casi podía provocar una combustión espontánea, empujé la puerta para poder entrar, estaba saliendo dos mujeres entre risas, las esquivé y entré a un cubículo. El vibrador de mi móvil me distrajo de mi momento.

 “El señor Haggard va hacia a ti”

 Abro mis ojos un poco más. No necesitaba que viniera, esto no estaba en el plan, cierro los ojos e intento controlarme. Se escuchó la puerta abrirse y luego cerrarse, luego el clic del seguro. Mi corazón podía escucharlo galopando frenéticamente. Pongo en silencio el móvil y finjo tener una conversación:

 —Sí, he dicho que hemos terminado, no me interesa tener que lidiar con un alcohólico, ¿Cuántas veces no te ayudé a intentar superarlo? No, no. Todo ha terminado. —finjo que he cortado la llamada. Me levanté de mi lugar y me alisé el vestido para no tener arruga, pongo mi mano en la puerta del cubículo, suelto un largo suspiro: “Empieza el plan”. Las lágrimas falsas caen por mis mejillas y suelto un sollozo. Empujé la puerta y caminé directamente a los lavamanos, se me cayó el pañuelo, pero fingí que no lo he visto. Me lavé las manos y cuando levanté la mirada, él estaba detrás de mí. Intento no mostrar que ya lo sabía.

 — ¿Señor Haggard? —abrí un poco más mis ojos, él se acercó hasta a mí, me entregó su pañuelo y lo acepté.

 —Gracias—le sonreí agradecida.

 — ¿Te encuentras bien? —su voz sin mostrar algún tono o cualquier otra señal de humor, me incomodó.

 Me retiré del lavamanos y él se hizo a un lado. Nuestros cuerpos estaban a centímetros de rozar.

 —Sí, gracias. ¿Qué hace aquí? — pregunté mientras secaba mis manos.

 No lo miré.

 “Mostrar desinterés absoluta Blake.”

 — ¿Ese es tu juego? —preguntó arqueando una ceja. Me volví a él, pero en un movimiento se puso a mi espalda acercándome de nuevo a los lavamanos, nuestras miradas cruzaron en el gran espejo de frente a nosotros.

 Negué sorprendida.

 —No sé de qué me está hablando, señor Haggard—dije en tono firme. Sin dudar. Pero por dentro sin duda alguna estaba muy nerviosa.

 —Seduces con ese vestido, muestras ser una tentación absoluta—su respiración la sentí cuando se inclinó un poco a mi oído.

 —Yo no estaba seduciendo a nadie. Ha malint…—interrumpió con un ruido.

 —Hueles exquisito, finges no bailar, nunca te he visto, solo personas a mi saben quién eres, algo demasiado extraño y esos ojos…—no bajé mi mirada.

 No era sumisa de nadie.

 —Gracias, lo tomaré como cumplido—arqueé una ceja desafiante. Él sonrió.

 —…tus ojos sin duda, puede ser tu arma más letal en un grupo de hombres. Pero no me apantallas. Creo que usando algo más discreto, podrías obtener un mínimo de mi atención. No me gustan las mujeres que andan enseñando tanta piel, solo para obtener atención.

 Intenté girarme molesta, pero sus dos manos sostuvieron mis brazos y me impidieron hacerlo.

 — ¡Suélteme! ¿Cree que solo porque una mujer usa un maldito vestido elegante, anda detrás de usted? ¡¿En qué siglo vive?!—exclamé molesta.

 — ¡Eso! Esa es la mujer real que estaba buscando debajo de todo esto…—señaló con la barbilla a través del espejo.

 Mis mejillas empezaron a sonrojarse.

 —Señor Haggard, le pido de favor que me suelte…—dije apretando los dientes ya molesta. ¡Esto está saliendo mal!

 —Ese color de mejillas, no puedes fingirlas. Así que… ¿Qué quieres de mí? ¿Una noche? —preguntó en un tono ronco que mandó señales a todas partes de mi cuerpo, mi cuerpo comenzó arder por dentro. ¿Era una invitación? ¿Aprovecharías Blake?

 —No quiero nada. No busco nada. Y no me interesa… nada que pueda ofrecerme—dije en un tono que lo hizo molestar a gran escala, me giro en un movimiento hasta tenerme frente a él. El aroma que desprendía era impactante. Era una maldita electricidad cabrona.

 —Eso lo dudo. Tú quieres algo, mi intuición me lo dice. No estás aquí solo para bailar o solo para pasar el rato con tus amigas. ¿Dime que quieres Blake? Te lo puedo dar. Pero solo será una vez.

 Mis ojos se abrieron por sorpresa a sus palabras cargadas de deseo, sus pupilas estaban dilatadas.

 — ¿Una vez? ¿Estás pensando en que quiero sexo con usted? —pregunté directa e irónica. Sus ojos no mostraron nada, su mirada bajó a mis labios. Automáticamente los humedecí.

 —Desde que tu mirada cruzó con la mía…—tragué en seco.

 —Estás muy equivocado. Así que…—me solté de su agarre y lo esquivé—búsquese a otra que caliente su cama, señor Haggard—quité el seguro de la puerta, y salí con el corazón desbocado.

 Estaba a unos metros un hombre alto, con corte militar y traje negro. Supongo que es el guardaespaldas de él.

 Llegué a la mesa y les hice señas a las chicas, teníamos que irnos rápido de ahí.

 — ¿Ya? —preguntó Charlize, curiosa mientras recogía su bolsa de mano.

 —Fue el polvo más rápido que he visto amiga—dijo Ely, la morena.

 —Vámonos. Ahora—dije mientras tomé mi saco y salimos del lugar. Charlize y Ely, corrieron detrás de mí cuando llegamos al estacionamiento.

 — ¿Qué pasa? ¡Estas pálida! ¿Te hizo algo el cabrón? —dijo Charlize alertada.

 Negué mientras tomé el largo del vestido y lo hice bola para subir al volante. Me quité las zapatillas y me abroché el cinturón. Todas estaban arriba, cuando el toque de unos nudillos a través del cristal, me hizo soltar una maldición del susto.

 Era el guardaespaldas de Christian.

 Bajé el vidrio de la ventana y me sonrió amablemente.

 —El señor Haggard me entregó esto. Dijo que lo dejó en el lavamanos—vi como tonta el móvil. Charlize me dio un codazo y reaccioné apenada.

 —Gracias, disculpe…—hizo una mueca y desapareció de mi vista.

 Todo el auto quedó en silencio, mientras contemplaba el móvil en mi mano. ¿Desde cuándo era distraída? ¿Habrá leído los mensajes? Maldije en un murmuro. Si leyó los mensajes, estaba perdida. No, no estaba perdido. Entré a la lista de mensajes y estaban borrados. Si, recuerdo que antes los había borrado. Tomé aire y luego lo solté.

 —Parece ser que alguien está distraída…—la voz de Ely a mi espalda me hizo salir de mi propia burbuja.

 No debía de bajar las armas en ningún maldito momento. No era un empresario cualquiera.

 Era Christian Haggard.

Llegué al fin al departamento. Estaba aún algo impresionada como Christian Haggard me desarmó. Nadie… ¡Nadie maldita sea, lo había hecho!

 Caí sobre el sillón de la gran estancia, mientras Charlize daba el último reporte de la noche.

 —Sí, todo bien Jefe. Tiene una semana el hombre para buscarla. O actuaremos de otra manera—dijo Charlize decidida.

 Se me vino a la mente de nuevo sus labios. Sus ojos grises mirando mi boca humedeciéndola. Y el maldito calor que provocó sin besarme ni…

 — ¿Blake? —Charlize pinchó mi burbuja, me giré y me estaba entregando mi móvil que estaba sonando.

 Lo tomé y la pantalla me mostraba: CHRISTIAN HAGGARD

 Abrí los ojos en shock. Charlize me arrebató el móvil y quedó igual que yo, pero lo acompañaba con una gran sonrisa en su rostro, rápido contestó y me lo entregó.

 —Es de muy mala educación estar hurgando en los móviles ajenos—fue lo primero que se me vino a la mente decir.

 Se escuchó una carcajada del otro lado de la línea y cerré los ojos.

 Era una risa sincera.

 —Disculpa, pero saliste tan deprisa que… vale. He sido un maleducado. Pero no me arrepiento—dijo en ese tipo de tono que me desarmaría un pelotón completo.

 —Te disculpo por no arrepentirte. ¿A qué se debe su llamada señor Haggard? —pregunté en tono despreocupado. Charlize había salido de la estancia.

 Y se lo agradecería, no quería que me viera sonrojarme con nuestro objetivo.

 —Quiero invitarte a cenar, quisiera conocerte más…—directo y en espera de una respuesta.

 Tomé aire y lo solté lentamente.

 —No sé. Deja reviso mi agenda y espera mi respuesta. Buenas noches, señor Haggard.

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