Capítulo XLVIII

Zelig aguarda por mí al lado de Arsen. Al frente de él, el malnacido ríe con una copa rojiza agarrada con fuerza a la altura de su pecho. Lo escudriño. Sé que a mis espaldas viene la rubia cabizbaja y nerviosa con el entendimiento en sus rasgos. Al sentirnos, los tres se giran en nuestra dirección. Bajo el mentón, entrelazo los dedos y me quedo quieta, como si nada hubiese pasado. La muchacha hace lo mismo. No me dirige la atención, pero de alguna manera tengo el conocimiento pleno de que desea decirme algo.

Siento el interés de dos vampiros, el de mi tío incestuoso y el del castaño.

—¿Por qué tanta la tardanza?

—Nos pusimos a charlas —contesta la rubia.

Me estremezco.

—Anabeth, querida, nuestro invitado está apurado por irse.

El ruido de su palma impactándose contra la mejilla de su bella sirvienta me hace subir l

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