CAPÍTULO III LA MALDICIÓN DE LA BESTIA

Dentro de cada hombre hay una bestia que debe ser ejercitada, no exorcizada..

Antón LaVey

I

Londres, Inglaterra.

 Una noche muy lluviosa, recibí la visita de Lorelaine Talbot. Se trataba de una mujer joven, de unos 21 años, rubia, de ojos verdes, piel clara y un hermoso y escultural cuerpo. No obstante, sus ojos expresaban una Damontia terrible, una mirada atormentada, con la frente perennemente fruncida.

 —¿Doctora Katherine Lovecraft? –me preguntó luego de tocar la puerta de una propiedad que tengo en Inglaterra.

 —Sí –asentí.

 —Mi nombre es Lorelaine Talbot. Necesito su ayuda. Disculpe que la moleste tan tarde...

 Su tono desesperado me conmovió, así que la dejé entrar.

 Vestía ropa cara (blusa de seda azul y una falda negra)

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