LA LLAVE (parte 3)

V

Eran las 12 de la noche. Me encontraba sola en la habitación del hotel ruso donde me hospedada a expensas de la INTERPOL, vestida solo por mi camisón de dormir. Estaba cansada de analizar datos arqueológicos y antropológicos, así que decidí apagar la computadora laptop y sorber los últimos tragos de chocolate que bebía en una taza de artesanía.

 Estiré mis cansados músculos y me recosté en la cama, no tardé mucho en conciliar el sueño.

 Pronto, una densa penumbra invadió el cuarto. No había diferencia entre abrir los ojos y cerrarlos. Me despertó una tremenda ráfaga de aire helado y escalofriante, que me erizó la piel y me provocó un temblor frenético. Desperté, intranquila y nerviosa, presintiendo la presencia de una entidad extraña y malévola. Era una maldad turbia, densa, estresante. Como una mirada hambrienta clavada sobre mi cuerpo y que ruborizaba la piel.

 Intenté moverme, pero me fue imposible. Levante los brazos en aras de encender la lámpara en la mesita de noche, y estos fueron súbitamente aferrados por unos dedos congelados que los colocaron agolpadamente sobre la almohada, encima de mi cabeza, hiriéndome las muñecas.

 Presa del pánico intenté gritar, pero el sonido no salía de mi garganta, como si ésta estuviera apresada por un conjuro sepulcral. Tampoco podía mover mis piernas, atenazadas por manos invisibles y heladas como las anteriores. Me limitaba a agitar la cabeza desesperadamente mientras sentía sobre mí un bulto frío y espeluznante que me cortaba la respiración.

 Repentinamente, fui capaz de liberarme de la terrible prisión, y salté de la cama con el corazón latiendo agolpadamente, sudando frío y temblando del horror, emitiendo un alarido más parecido a una tos carrasposa.

 Me lancé contra la puerta desesperadamente, pero ésta no se abría. El pomo de la misma permanecía cerrado, como por una fuerza sobrenatural, a pesar de mis golpes exasperados ante el horror de sentir aún la presencia demoniaca dentro del recinto.

 Es entonces que escuché el sonido de una puerta abriéndose a lo lejos del pasillo dentro de la lujosa y espaciosa habitación...

 Pensé en suplicar por ayuda... hasta que recordé que estaba totalmente sola...

 Un sonido provocado por el repicar de pasos incólumes que se aproximaban a mi recámara me llenó de pavor y me hizo retroceder, cubierta aún por las tinieblas. Reaccioné recordando que la puerta estaba abierta, y coloqué el picaporte de inmediato.

 Súbitamente, el pomo de la puerta comenzó a moverse precipitadamente, como si algo quisiera forzarlo para penetrar en el aposento. Al golpetear del pomo le siguió un silencio críptico roto de forma escalofriante por un extraño quejido y un gruñido gutural.

 El sonido de mi celular resonando me provocó emitir un grito de horror. Me abalancé a contestar esperanzada de que fuera alguien que pudiera ayudarme. Al contestar, escuché un susurro cavernoso y frívolo que me dijo:

 “Katherine Lovecraft. No se inmiscuya en esto...

 En ese momento perdí el conocimiento. Debo de haberme desmayado del horror.

 A la mañana siguiente desperté sobre el suelo alfombrado, con la mente aún aturdida por el terror. Mi celular seguía repicando. Temerosa de tocarlo siquiera, lo levanté con mano temblorosa. La carátula del celular anunciaba que era Samael quien me llamaba y que tenía 5 llamadas perdidas.

 Aunque describí a Samael y a Drej la experiencia pasada, sentí que no dieron crédito pleno a mis palabras. Después de todo, era famosa por mis vívidas pesadillas.

VI

Iglesia de Vladicosvac, Bulgaria

Dos días después

 La vieja y lóbrega iglesia donde murió Valenciano, era un edificio carcomido por las inclemencias del clima frío y ventoso del lugar. Sus muros, erosionados por el incesante paso de ráfagas escalofriantes a lo largo de siglos, parecían la carne corroída de un leproso. Sin embargo, la estructura era fuerte, y se mantenía en firme a pesar de su antigüedad.

 Entrar a dicha iglesia provocaba cierta aprehensión. Un cementerio de lápidas viejas que más parecían pedregosos dólmenes, se erguía a un costado, y en su interior, la imagen de un Jesucristo crucificado, santos y marías de aspecto atormentado, provocaban más temor que cualquier hipotético confort espiritual.

 Del automóvil solo bajamos don Samael y yo. Drej se mantuvo en el vehículo fumando un cigarrillo. El detective y mi persona abrimos las crujientes y estruendosas puertas del lugar, y encontramos la capilla silenciosa, oscura y siniestramente abandonada.

 Una extraña escena se mostraba en el costado izquierdo del santuario; era un cuadro con Jesús siendo tentado por el Diablo.

 —En alguna ocasión –dijo Samael— el Diablo tentó a Jesús. Le dijo: “Adórame y te daré todos los reinos del mundo”. Hay un misterioso simbolismo detrás de esa frase. ¿Por qué el Diablo podía prometer tal cosa? ¿Era acaso el dueño del mundo? Muchos gnósticos piensan que sí, y que dicha frase de la Biblia demuestra que este planeta es propiedad del Diablo, del Demiurgo. “Aquí guardamos el secreto más terrible de la Humanidad” dice una vieja iglesia en Lyon, Francia. Se dice que ese secreto es que la Humanidad fue creada por el Diablo.

 Producía un sentimiento de nerviosismo escuchar las palabras crípticas de Samael dentro de tan espeluznante recinto. Observé por la ventana y vi a Drej, deambulando entre las lápidas del cementerio. Parecía como si observara, y hasta como si hablara, con seres invisibles.

 —Ella siempre ha podido hablar con los muertos, desde muy niña. Drej es de origen gitano por parte de madre. Su padre, sin embargo, era un ruso, agente de la KGB designado a Yugoslavia. Mucho antes de que ella naciera, su padre fue enviado a una importante misión en Mongolia. Estuvo perdido durante semanas, hasta que algunos sherpas lo encontraron deambulando enloquecido por el desierto del Gobi. Estuvo años en tratamiento psiquiátrico, y cuando se recuperó, se convirtió en director de la Sección Psíquica, de la KGB.

 —¿Qué le pasó?

 —Nadie lo sabe. Siendo ya director de dicha sección, viajó a Yugoslavia y concibió a Drej. Es probable que, lo que le haya pasado en Mongolia, tenga relación con los poderes necrománticos de ella.

 —¿Qué está haciendo?

 —Interrogando a los muertos... para averiguar si estos saben algo...

 Me inquietó notoriamente el sonido crujiente de pisadas en las escaleras, y la imagen lúgubre de una anciana monja coja bajando hasta el lugar iluminada por un candelabro. Intercambió algunas palabras con don Samael en búlgaro (lengua que desconozco), y señaló con su mano derecha huesuda y de uñas filosas que la siguiéramos.

 Nos llevó hasta una vieja y polvosa biblioteca, que estaba al lado de un antiguo despacho, todo iluminado por velas.

 —El despacho de Valenciano –explicó don Samael. –Aquí podremos averiguar todo lo posible sobre la Iglesia del Apocalipsis...

 Por fortuna, Valenciano había escrito sus investigaciones en una vieja computadora a la que tuve acceso al tiempo que Samael leía las apergaminadas páginas sueltas de manuscritos en muchos idiomas distintos. Traduje algunos de sus archivos, aunque otros estaban en inglés.

 —Valenciano era miembro de la Logia del Pentagrama –indiqué al descubrir sus vínculos por medio de la investigación.

 —Lo sé.

 Leyendo más extensamente las memorias de Valenciano, descubrí referencias al Supremo Consejo de la susodicha sociedad, algunos indicios de la existencia de discípulos, de entre los cuales, uno en particular traicionó a la sociedad. Y finalmente, el nombre de mi padre, Damon Renzor Lovecraft en las páginas de los archivos. Es entonces que encaré a Samael Valerio exigiéndole información.

 —Desde hace siglos –comenzó a decir con mirada turbia iluminado por una vela cercana y parpadeante, sentado a unos tres metros de mí— el mundo es gobernado por sociedades secretas. Desde la Edad Media, cuando los Caballeros Templarios forjaron alianzas con los Hachisinos musulmanes y fueron perseguidos por la Iglesia. Durante la Revolución Francesa, las diversas sociedades secretas firmaron un tratado de paz estableciendo una especie de guerra fría. Dicho tratado se rompió en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Estamos viviendo tiempos muy particulares...

 Bien sabía, por mis estudios y mi formación, que la mayoría de los líderes de la Revolución Francesa habían pertenecido a diversas organizaciones secretas, como los Illuminati y las Logias Masónicas. También los líderes de la independencia norteamericana (Washington, Jefferson y Franklin) y latinoamericana (Bolívar, José Martí, Zapata). Aparentemente, Lenin y Garibaldi fueron Illuminati. Hitler perteneció a la Sociedad de Thule, Rasputín a los Khlystis y hasta la fecha, muchos líderes mundiales pertenecen a sociedades secretas; George W. Bush y su padre son miembros de la Sociedad Calavera y Huesos, Clinton, Thatcher y Blair del Club Bilderberg, etc. ¿Qué es entonces la Logia del Pentagrama?

 —Se fundó en 1815 en Europa con la finalidad de combatir fuerzas sobrenaturales malignas. El famoso Abraham Van Helsing fue miembro de ésta. Con el paso del tiempo se extendió de Europa al mundo.

 —Fue mi padre un miembro.

 —La Logia del Pentagrama es muy selecta. Tiene pocos miembros en todo el mundo, pero sus recursos son virtualmente ilimitados. El Supremo Consejo lo conforman cinco personas; los cinco líderes mundiales de la sociedad, entre ellos yo. Hace veinte años, un grupo de jóvenes de la Sociedad, fuimos escogidos por haber destacado de entre todos los iniciados. El entonces Supremo Consejo procedió a realizarnos pruebas iniciáticas y a enseñarnos profundos secretos de la magia. Tu padre era uno de los jóvenes seleccionados.

 >>Vivimos muchas aventuras en aquella época. Éramos tres hombres y dos mujeres jóvenes. La pasábamos muy bien. Hasta... tuvimos algunos romances. Pero, poco a poco, el corazón de tu padre se nubló. Se volvió oscuro... seducido por la maldad y por el lado tenebroso de la magia. Todo esto, mucho antes de que nacieras. Los cinco seleccionados nos convertimos en los integrantes del Supremo Consejo que sustituyeron a los anteriores miembros.

 >>Finalmente, tu padre quiso poder absoluto. Lo detuvimos realizando un hechizo maligno en adoración a poderosos demonios. Nos traicionó y asesinó a Anabella Caranza, mi novia en ese entonces, y una de los cinco elegidos. Damon se alejó, se convirtió en líder una versión maligna de la Logia del Pentagrama llamada...

 —El Conciliábulo del Trapezoide.

 —Exacto... A diferencia de la Logia del Pentagrama donde el Supremo Consejo ejercía el poder de forma democrática, en el Conciliábulo del Trapezoide, Damon era el ejecutor del poder absoluto. Ya estaba casado y habías nacido tú, cuando Lord Damon (como lo llamaban sus seguidores) se convirtió en uno de los más temidos hechiceros de la Tierra.

 —¿Tenía discípulos?

 —Varios. Al menos doce jóvenes desviados y retorcidos como él. Los trataba con desprecio y con desdén. Y a las discípulas mujeres las convertía en sus amantes. Pero les enseñaba magia oscura muy poderosa.

 —¿Qué pasó después de su muerte?

 Samael se mantuvo en silencio, meditando, algunos segundos. Probablemente medía mi reacción ante la confesión que iba a realizar.

 —Yo maté a tu padre –dijo con mirada fija en mis ojos. –Vengué a Anabella. Tras su muerte, sus discípulos lucharon una guerra feroz por el dominio sobre el Conciliábulo. Muchos murieron. Pero finalmente, uno accedió al supremo liderazgo del Conciliábulo...

 —Jean Lamarche –dije recordando al apuesto hechicero francés que casi me mata.

 —Sí. Todos pensaban que tu medio hermano, Douglas Lovecraft, heredaría el control sobre el Conciliábulo. Después de todo, era el hijo de la Bestia. Pero no. El ganador de la contienda sucesoria fue Jean Lamarche. Lord Lamarche (como lo llaman ahora) es un aristócrata francés muy peligroso. Mientras los demás discípulos luchaban solos, Lamarche logró seducir a Amanda Thurston (quien si no me equivoco fue tu compañera en la escuela), y juntos, derrotaron al resto, tomando poder absoluto dentro del Conciliábulo.

 Guardamos silencio durante un largo lapso. Personalmente, intentaba digerir la información recopilada.

 —Lamento si te molesta el que asesinara a tu...

 —¡Odiaba a mi padre! –dije interrumpiendo. Estaba calmada, pero un desliz de honda amargura fluyó por mi tono de voz.

 —¿Él...? –quiso preguntar Samael.

 —Sí –respondí con mirada vidriosa. –Abusó de mí durante años... Jamás he odiado a nadie tanto en mi vida. Gracias por haberlo matado...

 Proseguimos la investigación en silencio, durante horas, hasta que una fría noche oscureció demasiado el lugar como para poder leer cómodamente. Drej penetró las instalaciones con un frío evidente.

 —Nada –dijo cortante.

 —¿Puede identificar este tipo de escritura, Dra. Lovecraft? –me preguntó Samael. Al observar el manuscrito, reconocí que se trataba de escritura pérsica antigua.

 —Aún no, pero lo haré.

 Luego le pedí un cigarro a Drej para relajar un poco mis nervios…

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