Silvia ya estaba al borde de la locura, era la hora y Ernesto no aparecía. No dejaba de mirar su reloj y llamarlo insistentemente.
– Ya calma, Silvia, estoy aquí
– Mira si estropeas esto es el fin, así que de ahora en más trata de ser puntual no te tomarán en serio. Ahora ven que te presentaría a Yolanda, la chica de la revista —
Ernesto revoleó los ojos y siguió a Silvia hasta frente a una joven que creía que tenía todo el glamour del mundo pero en lugar de eso tenía un mal gusto de asustaba. Analía sonrió y tomó asiento en uno de los bancos que allí se encontraban.
– Él es Ernilam, el chico del que te hable
– Hola Ernilam, un gusto conocerte, soy Yolanda — la joven desalineada le propinó un beso en cada mejilla a Ernesto
– El gusto es mío, Yolanda
– Bueno los dejaré tranquilos para que trabajen, iré a sentarme con Analía.
Silvia se acercó al banco en el que se encontraba la joven,