Destino 3

Después de dos días caminando, en busca del que sería su nuevo protector, Jade solo podía quejarse del dolor de sus rodillas y pies, mas no lo hizo. Ser reservada con su opinión era una de las tantas reglas que le habían enseñado desde muy pequeña. Ser educada, no responder, respetar a los demás y callar todo aquello que esté de más, tantas reglas grabadas dentro de ella, que le costaría mucho deshacerse de ellas.

Aun así quería gritarle a los mil cielos un poco de paz.

El primer día de viaje no había sido tan difícil. Caminar en línea recta atravesando el pueblo más cercano a su antiguo hogar. Agradeció que nadie se fijara en su aspecto que llevaba cubierto, además del velo en su rostro cubriendo la marca, con un gran sombrero de paja. Más no fue tranquila la noche. Al no tener nada de dinero se había tenido que refugiar en la oscuridad de la noche y no faltó aquel que la encontrara y tuviera que salir corriendo para refugiarse en otro lugar. El mundo exterior era demasiado cruel con aquellas personas que apenas lo conocían.

Resultado, sin dormir o comer, el segundo día había sido un infierno. Incluso así, no podía detenerse o morir sería su destino.

Preguntó a una mujer que cargaba con un niño por la primera ubicación de la carta que le había sido entregada. Tres kilómetros. Le había indicado que todavía le faltaban tres malditos kilómetros pero al menos ya había una luz en el camino. Por las varias direcciones escritas supuso que este poseía varias propiedades, solo esperaba con todas sus esperanzas que al menos estuviera en esta, aunque mirando de cerca el nuevo pueblo donde había llegado no estaba muy segura.

Después de avanzar la mitad del trayecto escuchó gritos a su espalda y se giró dejando pasar a un grupo de tres hombres que gritaban palabras que le helaron la sangre

-Lo han encontrado, la persona del tatuaje- los gritos fueron acompañados de diversos murmullos hasta desaparecer en la esquina.

Hasta allí había corrido la noticia.

Tenía que moverse más rápido, si era atrapada correría el mismo destino que el individuo al que confundieron con ella. La culpa lo asaltó pero no tenía tiempo de detenerse en eso. Ya tenía bastantes problemas.

Dobló la esquina varios metros más adelante para encontrarse con una calle que no tenía nada que ver con lo que había visto hasta ahora. El piso en vez de ser de tierra como el que llevaba caminado estaba rebosado en fina gravilla blanca que lo mantenía liso y limpio. Las diversas casas no eran visibles debido a los altos muros de madera preciosa y por donde solo se podía acceder al interior por las decoradas puertas acompañada de diversos arbustos y algunas esculturas de diversas deidades. Esa debía ser alguna zona rica de aquel lugar. Revisó el papel otra vez y recordó las indicaciones de la mujer y no podía equivocarse, estaba en el lugar correcto.

Tres, cuatro, contaba las puertas hasta llegar a la octava y se detuvo. Puede que la puerta donde se había detenido estuviera pintada de negro y con menos adornos que las demás, eso no le quitaba el lujo de la madera tallada con la que había sido hecha. Ese tal Vladek debía tener mucho dinero si tenía una propiedad que no era la principal con aquellos recursos.

Tragó en seco y rezó antes de tocar. Esperó unos segundos sin respuesta. Los nervios en su interior se intensificaron ¿Y si no quería ayudarla? ¿Y si no quería protegerla? ¿Y si simplemente no a reconocía como parte de la familia?

De una cosa estaba segura, si hasta ahora había vivido como hombre y presentado como tal, si era acogida no podía dejar que supiera que era una mujer. Estaba segura que se sentiría que este se sentiría traicionado y la echaría a la calle o peor aún, podría perder la cabeza. Era bien sabido cómo se pagaban las mentiras en esos tiempos turbulentos.

Mientras sus dudas la azotaban, una pequeña rendija fue abierta y el rostro de un hombre joven y bien vestido sin dejar sus vestimentas de criado, se vislumbró.

-No queremos comprar nada- dijo en tono seco, ocultando su malestar tras un intento de fallida voz amable y seguidamente cerró la compuesta.

-No, espera- exclamó Jade tocando otra vez con más empeño -No quiero comprar nada, solo quiero ver a Vladek-

La compuerta se abrió otra vez.

-El señor Vladek no ve a nadie y menos a mendigos o putas que vengan a pedirle dinero-

-No quiero dinero- empezaba a desesperarse, al menos ya sabía que vivía allí y si estaba el criado presente indicaba que también estaba en la casa -Mire, tengo que darle esto- agitó el papel delante de la cara del hombre es de parte de la familia Siam-

Al mencionar el nombre de la familia el hombre pareció vacilar y cogió de un tirón la carta.

-Espera aquí afuera- le ordenó.

-¿Cuánto tiempo?- ella preguntó sin pensar. La sola idea de estar otro momento más allí afuera, a la intemperie y en peligro la aterraba.

-El necesario- el criado cerró la ventanilla con un sonido sordo y Jade se quedó allí esperando el tiempo necesario.

Izen caminó por el pasillo hacia la habitación de su amo. Eran cerca de las siete de la noche y el sol empezaba a caer. Se detuvo delante de la puerta y tocó levemente con el nudillo.

-Mi señor tengo algo importante que reportar-

Izen sabía que su señor estaba, en estos momentos, ocupado con otros asuntos y estaba más que entrenado para no molestarlo inoportunamente, así que cuando lo hacía no era por un asunto trivial.

-Adelante- lo oyó decir y entró haciendo una leve reverencia antes de entregarle la carta.

El hombre se incorporó en la cama con su túnica mal puesta que dejaba ver más piel de lo necesario y el cabello alborotado denotando la culminación de sus actos carnales con su acompañante. Un cuerpo femenino se agitó desnudo a su lado y el acarició su espalda para tranquilizarla.

Izen le alcanzó el papel en sus manos girando el rostro para no importunar a la dama que compartía la cama. Vladek leyó la carta arrugada, minuciosamente para después doblarla y tirarla a un lado sin interés. Se volvió a acostar dándole la espalda al servidor volviendo a las caricias con la desconocida.

-¿Mi señor? -este le preguntó incómodo -¿Qué hago con el visitante?-

-Lo que quieras-

-Entendido- Izen salió de la habitación y volvió a la entrada donde Jade esperaba impaciente.

Al sentir la rendija abrirse ella se giró con esperanzas en sus ojos.

-Disculpe pero el señor Vladek no desea ser molestado, váyase-

-Espere- la ventanilla se cerró casi en su rostro y sintió el sonido del pestillo del otro lado sabiendo que la habían ignorado.

-¿Y mi carta? -dijo con voz temblorosa y tragando en seco.

Su última esperanza se había esfumado. Aquel supuesto amigo de la familia no la quería ayudar.

Retrocedió hasta tropezar y caer de nalgas. Apenas le dolió, había cosas más dolorosas en su mente. Respirando muy profundo analizó la situación y se dio cuenta que solo le quedaba tomar medidas drásticas, puede que la hubieran criado para que fuera una muñeca en una urna de cristal, pero ella había aprovechado el tiempo libre y nutrido su conocimiento por encima de la media. Por lo que enderezándose se arrodilló en el suelo.

Si no lo aceptaba por las buenas sería a fuerza de voluntad.

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