2

Después de un viaje de cuatro horas por fin estamos en Los Angeles ¡Los Angeles! No me lo puedo creer; aunque estoy terriblemente cansada.

Sam y yo vamos un par de metros por detrás de Amanda y Alyssa.

—Te preguntaría que tal el viaje, pero te lo pasaste durmiendo, así que supongo que estás de maravilla —comenta con una mueca burlona.

—Necesitaba dormir, dado que cierta persona no me ha dejado dormir bien durante toda la semana —digo con sarcasmo.

Sam se ríe con suavidad y mira en mi dirección con una sonrisa de superioridad, le devuelvo la sonrisa y lo miro con indignación. Parece estar de muy buen humor y me encanta, así parece mucho más divertido que cuando tiene ese permanente ceño fruncido.

De repente, escuchamos un grito, ambos nos sobresaltamos cuando descubrimos que procede de Amanda, que echa a correr hacia una chica rubia y alta, muy alta, supongo que será Maica. Sólo hace falta ver como la abraza; igual que yo hice con Sam antes.

Alyssa recoge su maleta y se detiene cuando nosotros la alcanzamos. Amanda parece a punto de llorar mientras no deja de besar a Maica y chillar de la emoción. Después de unos diez minutos por fin paran. Siendo sincera, ya estaba bastante incómoda con la escenita de reencuentro.

Amanda se aparta el pelo de la cara y nos presenta.

—Ella es Becca —dice señalándome con la mano.

—Encantada de conocerte —me saluda con entusiasmo. Antes de poder reaccionar me estrecha con fuerza, frotándome la espalda—. Sam y Amanda me han hablado mucho de ti.

«¿Sam?»

Ellos dos se conocen por lo que veo, bueno, si hablan de mí en sus conversaciones es que son buenos amigos. Le devuelvo el abrazo y regreso al lado de Alyssa. Me pregunto de qué se conocen, ante todo no es asunto mío, pero nunca me he caracterizado por ser una persona que no le guste cotillear.

Sam y Maica se abrazan con efusividad mientras se dicen cosas que no llego a entender.

Me acerco un poco más a Alyssa y adopto un tono confidencial.

—¿De qué se conocen Maica y Sam? —le pregunto.

—Fue Sam quien hizo que Maica y Amanda se conocieran —me responde. Gira la cabeza en mi dirección y sonríe levemente—. Antes Sam, Kaia su madre vivían en Los Angeles y Maica era algo así como su mejor amiga —me explica.

Sam nunca me había contado que vivió aquí, en realidad yo nunca le he preguntado, pero tampoco me lo esperaba.

Después del cálido encuentro por fin nos vamos, ya que aún nos queda una hora y media de viaje en coche hasta Santa Barbara y no hay tiempo que perder. Cuando salimos a la calle realmente se nota el calor, pero no es tanto como esperaba; mucho más soportable de lo que imaginaba.

Me pongo las gafas de sol y me quito la camisa de cuadros para que el sol dé algo de color a mi piel; lo echaba de menos.

—Me estás dando unas vistas perfectas de tus gemelas —comenta Sam.

—Cállate si no quieres que te dé otro puñetazo —le advierto.

Pone cara de indignación, pero no puede evitar reírse y yo no puedo evitar unirme a él. Parece que siempre nos quedamos los últimos y comienzo a pensar que lo hace a propósito, pero no estoy segura. Sam mete mi maleta en el maletero y me deja escoger sitio, así que me siento en el medio, entre Alyssa y Sam.

Maica pone la radio y Alyssa y yo gritamos a la vez.

—¡Me encanta esta canción! —decimos al unísono.

Nos miramos de reojo y comenzamos a reírnos a carcajadas.

— Estoy amando el dolor, no quiero vivir sin en él.

—Incluso cuando estás gritándome, sigo pensando que eres hermoso.

—Así que por qué intentarlo —cantamos al unísono.

Cantamos Why Try de Ariana Grande, adoro esta canción. Es una de mis favoritas. No sé cómo explicarlo, pero es una de las pocas que consigue emocionarme de verdad.

Amanda nos mira y enarca una ceja divertida.

—Míranos cariño, estamos viviendo como ángeles, viviendo como demonios —añade la estrofa.

—Callaros ya, vais a hacer que llueva —nos pincha Sam. Me mira con una sonrisa maliciosa y yo choco mi rodilla con la suya—. Sobre todo tú, Becca: cantas fatal —bromea. Abro la boca para decirle algo, pero vuelvo a cerrarla de nuevo, haciéndome la indignada.

Cruzo los brazos sobre el pecho y me recuesto sobre el asiento.

—Yo canto lo que me dé la gana —le contesto a la defensiva.

—Ya lo sé, idiota. Sólo era una broma —me responde.

Justo cuando iba a darme un beso en la mejilla giro la cara y nuestros labios se tocan. Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no acercarme más a él y continuar con el beso, pero consigo contenerme. Hay «Uhhh» por parte de Maica, que nos mira por el retrovisor, sonriéndonos con picardía, Amanda y Alyssa se ríen con suavidad mientras nos miran.

Sam y yo nos apartamos y puedo percibir que sus mejillas están rojas, igual que las mías.

—Eh, lo siento —musita mientras se frota la nuca.

—¿Cuánto tiempo lleváis saliendo? —pregunta Maica.

Sam y yo intercambiamos una mirada y su semblante se oscurece, haciendo acto de presencia su ceño. Mi sonrisa se desvanece mientras intento no atragantarme con mi propia saliva. No ha sido la mejor pregunta que podía hacer en estos momentos tan complicados; es demasiado incómoda y puedo notar que a Sam lo ha molestado bastante.

Me froto las manos contra los muslos y suspiro.

—No estamos saliendo —murmuro.

—Ah, lo... lo siento. Pensaba que...

—Pues deja de pensar —replica Sam, mordaz.

Maica lo fulmina con la mirada, pero él desvía la suya y se encoge de hombros con indiferencia. Sus miradas no me dan buen rollo, pero lo dejo pasar, aunque la situación se ha vuelto incómoda para todos.

Durante el resto del camino nos quedamos en absoluto silencio. Ninguno parece tener ganas de hablar y Sam está bastante cabreado, aunque no entiendo bien porque, pensaba que no le afectaba tanto como para enfadarse, pero tengo que entenderlo. Yo estaría igual, creo que hasta peor.

Cuando llegamos no puedo evitar mirarlo todo con los ojos abiertos como platos. Estoy realmente impresionada por la zona en la que viven, rodeamos de las características palmeras californianas con una entrada increíble y espaciosa que parece una pasarela.

Soy la primera en bajarme del coche mientras admiro la zona. Había visto el mar mientras subíamos la carretera de Marina Drive, puedo oler la sal, la brisa marina, el sol...

La casa es realmente inmensa con ese estilo moderno y elegante de la costa. Arrastro la maleta por la pasarela que te lleva al interior de la casa, también soy la primera en entrar. Paso directamente al salón, que está completamente abierto a la zona de la piscina.

Alyssa me sigue y se queda a mi lado, admirando las vistas.

—Te dije que te iba a encantar —murmura. Ladea la cara en mi dirección y me sonríe con timidez—. ¿Quieres que te enseñe la habitación? —me pregunta.

—Claro —le respondo.

Volvemos sobre nuestros pasos y subimos las escaleras que dan a la planta de arriba. Alyssa lidera el camino, estamos en un pasillo con dos direcciones y ella va hacia la derecha, vuelve a girar y pasamos al lado de otras escaleras, para luego entrar en una de las habitaciones.

Es un cuarto espacioso y también tiene vistas. Aunque no tan increíbles como las del resto de la casa, combinado con un escritorio de cristal me impide acercarme a la ventana.

Dejo la maleta en una esquina y lo primero que hago es dejarme caer en la cama de espaldas; es tan cómoda que me quedaría aquí para siempre.

Alyssa me sigue y le dejo hueco para que se tumbe.

—Tenemos que compartir habitación —corroboro.

—Aja. No quería decírtelo aún, pero sí —contesta con una risita.

Me incorporo en los codos y suspiro. Suponía que la casa era grande y compartir habitación tampoco está tan mal, pero no para alguien como yo. Me moriría de la vergüenza si tengo alguna pesadilla por la noche...

Me levanto de un salto y frunzo los labios pensativa.

—Me apetece tomar el sol, ¿te apuntas? —pregunto.

—Ni lo dudes. Estoy harta del frío de Chicago —responde.

Rebusco en el fondo de la maleta, donde, supongo, habré metido los bikinis, pero entre tanta ropa es imposible; al final encuentro uno negro que ponerme. Cojo la crema solar, una toalla, las gafas de sol y las dos bajamos juntas, esta vez me lleva por las escaleras que están al lado de nuestra habitación.

Pasamos por lo que creo que es la cocina, es enorme y también tiene una zona de salón, que está abierta a la zona de la piscina. Esta casa es demasiado grande; creo que me voy a perder como ande yo sola por ahí. Apartamos las sombrillas de las hamacas y nos tumbamos en las dos que están en el centro. Me pongo las gafas antes me esparcirme la crema por las piernas mientras Alyssa, ya estirada sobre la hamaca, levanta la cara al sol, la sigo poco después y suspiro de alivio cuando siento el calor en mi piel.

Tal vez el momento sea bueno para hablar entre nosotras, dado que Sam desapareció nada más entrar en la casa y Maica y Amanda tampoco han dado señales de vida. Me siento mal por Sam, pero tampoco voy a agobiarme, ya que este es el tiempo que necesito para pensar sobre nosotros y, sobre todo, en mí misma.

Cierro los ojos y ladeo la cabeza en dirección a Alyssa.

—¿Qué tal estás? —le pregunto.

—Creo que estoy bien, que James se mudara a Miami es lo mejor que me ha pasado y mi relación con Dave va viento en popa, así que no me puedo quejar —me responde con una sonrisita inocente.

Es cierto que una semana después de que Alyssa nos lo contara todo, James desapareció del mapa, luego nos enteramos de que se había ido a vivir a Miami por un trabajo que le habían ofrecido. Mejor que se hubiera marchado, porque si no acabaría matándolo. Las personas como esas no se merecen ser perdonadas nunca.

Asiento con la cabeza y aprieto los labios.

—¿Y sobre vuestras otras relaciones? —inquiero.

—Eh... bien. Al principio me costó bastante, pero sé que me quiere y supo esperar —me responde.

Sus mejillas se ponen rojas, aunque no sé si es por el sol o por la vergüenza. Es una de las pocas personas que conozco que le da vergüenza hablar sobre sexo y lo cierto es que es una monada.

Suspira sonoramente y se quita las gafas mientras me mira.

—¿Sabes que le pasa a Sam? Desde que Maica preguntó si salíais juntos parece que está cabreado con el mundo —comenta.

—Se le pasará, no te preocupes —murmuro.

Lo último de lo que quiero hablar es sobre el enfado de Sam. Sé porque está enfadado, pero eso no es asunto de nadie más que nuestro, lo solucionaré cuando encuentre el momento y ese momento no es ahora.

Me doy la vuelta y me sujeto con los codos mientras saco el móvil.

—Podemos llamar a Dave por FaceTime —la pincho para cambiar de tema.

—¡No! Te mato —me amenaza.

La miro con una mueca burlona y antes de que pueda quitarme el móvil ya he marcado su número y da llamada. Alyssa se sube sobre mi espalda, estirando el brazo para quitarme el móvil y yo lo pongo fuera de su alcance. La cara de Dave aparece en la pantalla y nos mira confundido, hasta que ve a Alyssa, que aún intenta quitarme el móvil.

—Alyssa, mira quien está al otro lado —murmuro divertida. Ella se detiene al instante al ver a Dave, que se está riendo mientras observa a su novia haciendo el idiota—. Las vacaciones le sientan fatal —le comento.

—No le hagas caso, cariño. ¿Qué tal está tu abuela? —le pregunta.

—Contenta de verme, aunque no parece estar al cien por cien. Creo que me echa de menos —explica.

La expresión de Dave se vuelve seria mientras frunce el ceño. Parece estar cansado y tiene cara de no dormir bien.

Alyssa se estira sobre mi espalda y hacemos un sándwich humano.

—Sabes que se pondrá bien. Siempre lo hace: es una mujer fuerte —le contesta Alyssa para darle ánimos.

—Creo que me voy a quedar un poco más por aquí—murmura Dave.

La cara de Alyssa se vuelve seria y se quita las gafas para poder ver mejor. Sé que la idea de que Dave tarde más en volver no le agrada demasiado, pero es tan buena persona que lo va a apoyar en todo; eso es lo que hacen dos personas que se quieren. Eso es lo que yo debería estar haciendo ahora mismo con Sam, aunque yo sea su problema y no tenga solución.

Apoyo la barbilla en la mano y suspiro sonoramente.

—¿Qué tal está Aiden? —le pregunto.

—De eso iba hablarte ahora. Está bastante cabreado contigo porque no le coges las llamadas y aún más cabreado con Sam, aunque eso es lo normal —explica.

Es cierto que no le he cogido ninguna de las llamadas ni le ha abierto la puerta cada vez que intentó hablar conmigo, pero estaba enfadada y no quería hablar con él.

Creo que tengo derecho a estar cabreada, sin embargo, debería hablar con él y poner las cartas sobre la mesa.

  —Oye, luego hablamos —le digo a Dave.

  —Sí, deberíais hablar —me contesta.

Alyssa se despide con gesto de la mano mientras intercambian un par más de «te quiero». Van a conseguir que me den arcadas con tanto amor.

Le doy una palmada en el trasero a Alyssa, haciendo que se levante para que yo puedo hacerlo. Casi de manera inconsciente ya estoy marcando el número de Aiden mientras voy de vuelta al salón y camino de arriba abajo, esperando a que me lo coja.

Después de tres tonos por fin escucho su voz.

—Por fin te dignas a hablar conmigo —me espeta, mordaz.

—Estaba enfadada, también tengo derecho a enfadarme contigo —replico.

Pongo los ojos en blanco y me muerdo el labio inferior para no decirle alguna barbaridad. No tiene ningún derecho a ser él quien esté enfadado. Esta vez Sam no tiene la culpa de su cabreo sino yo; yo fui quien la cagó al haber aparecido en esa fiesta.

Lo oigo suspirar y caminar de un lado a otro.

—Si tú estás enfadada yo debo estar montando en cólera. Creo que fui yo quien se llevó una paliza por decirle las cosas claras cuando tú eres incapaz de decirle que yo también te gusto —dice con indiferencia.

—Aiden, no me vengas con esas, fuiste tú quien se metió con él. Además, no deberías haberle contado que seguíamos acostándonos —contraataco.

Acabo en un pequeño salón con vistas a la parte delantera de la casa. Me dejo caer en el sofá, intentando controlar lo que voy a decirle. Francamente, me pone de los nervios cuando se pone en plan gallo de pelea.

Me muerdo las cutículas de las uñas y bufo exasperada.

—De verdad, estás insoportable —mascullo entre dientes. Me paso la mano por la cara y sacudo la cabeza—. Te pasaste con lo que le dijiste, además, lo habíamos arreglado y estábamos bien, hasta que tú lo estropeaste y después acabo diciéndome que me quería y eso fastidia más las cosas y... y estoy harta de esta mierda —divago.

Aiden se ríe con sarcasmo y puedo adivinar que ha puesto los ojos en blanco.

—Pues cuando vuelva a hacerte daño, no vengas a mí llorando y contándome tus problemas, porque estoy harto. Ahora te dice que te quiere y luego te dirá la primera barbaridad que se le pase por la cabeza, así que lo siento, pero no voy a seguir participando en vuestra relación suicida.

Lo escucho atónita y antes de darme tiempo a contestar ya me ha colgado. Miro el móvil con rabia y aunque me apetece estamparlo contra la pared y chillar de la frustración, me contengo.

De acuerdo, me da igual lo que diga, si así quieren que sean las cosas... también puedo ser una cabrona y mucho peor que él.

Vuelvo a el salón donde Maica y Amanda por fin han dado señales de vida. Alyssa está sentada en una de las barras, la que está horizontal, creo que es la de las bebidas; detrás de Maica hay un montón de botellas.

Alyssa mira la tele mientras se bebe su bebida con pajita.

—¿Tienes algo para mí? —le pregunto a Maica.

—Malibú con piña —ofrece.

Asiento con la cabeza con poco entusiasmo y suspiro resignada. Nada me sale bien, estoy harta. Tal vez si me emborracho esto acabe antes; ahora lo que necesito es dormir, dormir mucho.

Maica me pasa el Malibú y yo le doy un trago, está buenísimo y muy fresquito: justo lo que necesitaba. Prácticamente me lo bebo a largos tragos y le pido otro.

Alyssa me da un codazo suave y enarca una ceja inquisitiva.

—¿Puedes ir a buscar a Sam para cenar? —me pregunta.

Exhalo un largo suspiro y asiento levemente con la cabeza. No ha salido de su habitación en toda la tarde y comienzo a preocuparme; no me gusta verlo así. Subo las escaleras y cruzo el pasillo, no sé cuál es su habitación, así que pruebo en la más cercana.

Giro a la derecha y pico a la puerta. No hay ninguna respuesta, pero oigo ruido dentro, así que estoy segura de que no me he confundido. Vuelvo a picar unas tres veces, pero en ninguna me abre y eso comienza a tocarme las narices de verdad.

Intento abrir la puerta, pero está cerrada por dentro.

—Sam, por favor, ábreme la puerta —pido.

Sólo hay silencio por su parte.

—No puedes pasarte todo el día ahí encerrado —añado.

Sigue sin dar señales de estar dentro de la habitación, así que intento algo nuevo para sacarle de ahí.

—Oye, no puedes enfadarte cada vez que la gente se confunda; fue un accidente. —Me siento en el suelo, apoyando la cabeza en la puerta—. Dijiste que ibas a darme tiempo y si haces esto me preocupas y no me dejas relajarme —murmuro.

Sigue sin hablarme y yo comienzo a perder las ganas de hablar con él, pero necesito que me comunique lo que está pensando, así que hago lo único que se me ocurre.

—Estoy en una cabina telefónica, tratando de llamar a casa, todo mi cambio lo gaste en ti. ¿Dónde se han ido esos momentos? Cariño, todo está mal, donde quedaron los planes que hicimos para los dos.

—Sí, yo, sé que es difícil recordar las personas que solíamos ser, es aún más difícil imaginarse que no estás a mí lado. Dices que ya es muy tarde para lograrlo ¿Pero es muy tarde para intentarlo? —prosigue por mí con su voz profunda.

Me relajo cuando lo escucho cantar detrás de la puerta. Justo cuando Sam para, yo continuo.

—Y todo nuestro tiempo que desperdiciaste, todos nuestros lazos se rompieron ¿He desperdiciado mis noches? Tu apagaste las luces... Sigo estacando en el tiempo, cuando lo llamábamos «amor». Pero hasta el sol se pone en el paraíso.

—Si «felices para siempre» existiera, seguiría abrazándote así. Todos esos cuentos de hadas están llenos de basura, una puta canción de amor más, no soportaré.

— Le diste la espalda al mañana, porque olvidaste el ayer —cantamos a la vez.

Deja de cantar, pero yo aún no he terminado; es como si realmente estuviéramos hablando por teléfono.

—Así que espera y no cuelgues, así puedo decirte lo que necesitas saber. Cariño, te estoy rogando... que por favor, no te vayas, así puedo decirte lo que necesitas saber.

Todo vuelve a su silencio anterior, y sé que ya no habrá más respuesta que esta. Me ha sorprendido que conociera Payphone de Maroon 5, no me parece muy de su estilo, pero la ha cantado de maravilla; me gusta su voz profunda.

No sé cuánto tiempo me quedo sentada a la espera de que diga algo más, cosa que no sucede y comienza a dolerme el culo de estar sentada en la oscuridad. Finalmente, me levanto y miro la puerta con insistencia, como si fuera a darme la respuesta a mis problemas, pero no es así, nada ni nadie va a darle soluciones más que yo misma.

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