Reencuentro

La familia Gutiérrez y Mars siempre tuvieron buenas relaciones, en especial con los negocios. Cada cierto tiempo se reunían a compartir y empezar o dar seguimiento a nuevos proyectos. Incluso tenían un club campestre. Claro, tardaban años en reencontrarse. Kevin solo asistió una vez en su adolescencia, ya que cada vez que su padre tenía esas reuniones, casualmente, él estaba con su madre en el extranjero. Y cuando ella estaba en el país, no le gustaba asistir, puesto que no se llevaba bien con esa familia, en especial con Clara Gutiérrez (la tía de Laura).

Las vacaciones de verano habían llegado y los preparativos para un nuevo viaje comenzaron.

—En dos días nos reuniremos en el club con los Mars —avisó Clara mientras desayunaban—. Pasaremos las vacaciones allá. —Las hermanas Gutiérrez gritaron de la emoción.

—¿Y por qué tanta algarabía? —preguntó Laura con poco interés.

—Pues porque el hijo del señor Mars, Kevin, va a venir a la reunión, ya que él está viviendo con su padre —contestó la mayor mirándola como si fuera un bicho raro.

—¿Y? —respondió Laura. Todas se miraron maravilladas. 

—¡Que Kevin es el chico más guapo que hemos visto jamás! O sea, querida, estás perdida en la ignorancia —exclamó como si fuera la información más importante del mundo. Laura sintió ganas de reír. ¿Acaso había escuchado bien? «Pobres chicas sin neuronas», pensó.

—Kevinsito no es solo un chico muy atractivo, también es hijo de uno de los hombres más influyentes del país, tiene clase y es un ente social muy importante. Ah… —suspiró—. ¡Cómo me gustaría que una de ustedes se casara con él!

—¿Por qué querría casarme con un playboy…? —murmuró entre dientes.

—Ja, ja, ja —rio Claudia con un tono burlón—. ¿Acaso creíste que te incluyó, querida? Un chico como Kevin jamás se fijaría… —la recorrió con desprecio en la mirada— en alguien como tú, ¡ubícate! —dijo haciendo ademanes descalificativos con sus manos. Laura solo bufó sin interés en el asunto. Los días volaron y la familia Gutiérrez emprendió el viaje. Fueron dos horas de tortura en una miniván; por un lado, las tres hermanas la tenían mareada con sus habladurías y suspiros por alguien que solo habían visto unas cuantas veces años atrás, como si este fuera una celebridad, y, por el otro, su tía Clara dando sermones y advertencias. El único que no se hacía sentir era su tío, ya que desde que el vehículo arrancó se echó a dormir.

—¡Salgan del auto con gracia, niñas! ¡No olviden dar buena impresión! —dijo Clara mientras se arreglaba su ajustada falda. Su cuerpo delgado se esculpía sin problemas en aquella prenda de tela gruesa color naranja, combinada con una blusa blanca y fina que llevaba dentro de esta. Su lacio y castaño cabello siempre estaba recogido en un moño, nunca se le había visto un peinado diferente. Las hermanas vestían jeans con rotos y camisetas cortas mostrando una parte de su cintura; sus cabellos rubios y abundante estaban sueltos. Parecían mellizas, ya que siempre escogían ropas similares. Las tres nacieron un año después de la otra. Su madre desapareció cuando estas eran muy pequeñitas y fueron adoptadas por su tía clara, quien siempre las mimó y cuidó como sus propias hijas. Claudia era la mayor, luego le seguía Jimena y la menor Cecilia. Todas eran delgadas con piel bronceada, ojos azules y cabello dorado y abundante. Esos rasgos lo sacaron de su madre, ya que la familia Gutiérrez tenía el pelo y ojos castaños. Laura sacó los ojos miel de su progenitora, su cabello era lacio y largo, su cuerpo esbelto y voluptuoso; siempre fue la envidia de las hermanitas, envidia que expresaban con burla y desprecio.

Laura salió del auto con nervios y sentía como la acidez subía de su estómago a su garganta, le asustaba lo que aquel verano le deparaba junto a personas desconocidas y su amada e insoportable familia. no puso mucho empeño en su apariencia, vestía unos jeans azules desgastados con una blusa de manga corta color rosa y su cabello tejido en una trenza hacia atrás. Estaba sin maquillar, solo con el rubor natural de sus mejillas rosa pálido y la pequeña gargantilla que siempre llevaba puesta, que había sido un regalo de su madre. Fueron recibidas por los sirvientes del lugar y el señor Mars. Para la sorpresa de Laura, otras personas hacían presencia. Después de dar la cálida bienvenida, el señor Mars anunció:

—En esta ocasión, nos acompaña la familia Castillo. Ellos también serán parte de nuestra alianza. Más tarde nos reuniremos a discutir su oferta de negocios.

El asunto no podía empeorar para Laura. Aparte de tener que pasarse el verano encerrada en aquel lugar con su familia y esas personas desconocidas, también tendría que soportar a Frank. La presentación terminó y a cada uno se le indicó hacia dónde dirigirse. Laura estaba impactada por aquel lugar. Recordaba ciertas cosas, ya que estuvo una vez cuando tenía quince años, es decir, nueve años atrás. Era como una mansión en el campo, con piscina y ríos a su alrededor. El suelo verde y bien cuidado con decoración de piedras, árboles y jardines embellecían el lugar.

Las hermanas Gutiérrez lamentaban no ver al chico de sus sueños en los alrededores, estaban muy decepcionadas, realmente esperaban que él asistiera esta vez. Las tres fueron dirigidas hacia donde sería su lugar en la mansión, sus tíos se quedaron conversando con el señor Mars y los señores Castillo. Cada familia tenía un lado de la mansión con sus respectivos dormitorios. Las cuatro chicas fueron guiadas por una ama de llaves por la parte de afuera. Si la mansión se veía tan espectacular por el exterior, no podría ni imaginarse cómo sería por dentro. A pesar de que la idea de aquel viaje no le gustaba, ya empezaba a emocionarse.

De repente, las tres hermanas se quedaron paralizadas. Laura dirigió su mirada hacia la causa de aquella reacción. Vio a dos chicos venir hacia ellas, ambos eran altos y con cuerpo firme y fuerte. Vestían casual, pero con elegancia. Uno de ellos tenía pelo negro y escaso, parecía que no se lo dejaba crecer, sus ojos marrones eran oscuros y su rostro sonriente. Llevaba una camiseta azul cielo con vaqueros negros y unos sneakers. El otro resaltaba, ya que era muy apuesto. Su cabello abundante y ondulado color negro cubría parte de su frente, sus ojos eran verdes claros, un verde poco común. Su nariz era pequeña y sus labios cortos pero carnosos. Nunca había visto a un hombre tan atractivo. Su rostro reflejaba despreocupación y una sonrisa descarada. Llevaba unos vaqueros azules con una camiseta blanca que se le ajustaba en su musculatura. Traía unas deportivas blancas que le hacían juego con la camiseta. Por alguna razón, este chico le era familiar.

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