Capítulo 2

Mi sonrisa se enchancha con solo verla, ese vestido veraniego que lleva puesto la hace ver tan encantadora, le sienta muy bien, sus cabellos moviéndose en un vaivén causado por el viento, los lentes de sol cubriendo sus hermosos ojos verdes jade, la espero en el restaurante que está en el puerto, cuanto ama el mar, la vista es espectacular.

Me levanto y voy a su encuentro, su sonrisa ilumina el lugar, la tomo de la cintura y la acerco a mi cuerpo en un abrazo, y la beso, la he extrañado tanto y apenas la vi ayer.

—Qué hermosa estás —digo, y la beso de nuevo.

—Señor Fontaine, está usted muy meloso —sonríe y caminamos  hacia la mesa con nuestras manos entrelazadas.

—No puedo evitar serlo cuando estoy contigo. —contesto apartando la silla para que se siente.

La veo y pienso, llevo seis meses saliendo con ella y han sido los mejores de mi vida, y ahora no puedo negar, ni ocultarlo, estoy enamorado de ella

.

La alarma me saca del sueño, el sonido estridente me regresa de nuevo a la realidad, una donde ya no estoy con ella.

Me siento en la cama, miro un punto fijo, halo mi cabello y me paso  las manos por el rostro, frustrado.

Salgo a correr, solo necesito despejar mi mente, la tengo tan enmarañada desde que inició el mes de octubre hace una semana, y ayer, ayer la vi, pensé que era un sueño, pero es ella, solo que ahora está más madura que antes.

Cuánto tiempo me preparé para esto, sin embargo, no estoy listo, me engañé a mí mismo con eso, tampoco estoy preparado para verla comprometida, me detengo en seco al recordar el anillo en su dedo, ¿de verdad me ha olvidado? ¿Me ha dejado de amar? Sacudo mi cabeza y me inclino para tomar un poco de aire, he corrido demasiado rápido, mi corazón está corriendo un maratón, es lógico, corrí como si me persiguiera una jauría de perros rabiosos.

Con las pulsaciones más lentas, me siento en una banqueta a ver el sol salir, tomo mi celular y envió un mensaje.

Yo:

La incertidumbre me está matando. Necesito hablar con ella.

No hay respuesta aún.

Fabrizio:

No deberías presionarla, ayer no la vi con intenciones de querer hablar contigo, es más, se presentó con su segundo nombre.

Yo:

¿Qué haces despierto a esta hora?

Fabrizio:

No pude dormir pensando en ti (inserta sarcasmo), te lo debo a ti, mi hermosa esposa me preguntó sobre Kathy, otra vez, y no pude decirle nada, así que hasta que no sepa de Kathy, yo dormiré en el sillón.

Yo:

Hablaré con ella para que te de una tregua, aunque no puedo decirle nada, ¡va a matarme!

Fabrizio:

Bien, voy a levantarme a hacer un rico desayuno, espero con eso me perdone.

Yo:

Suerte, hermano.

Cierro los ojos aspirando el aire limpio, después de unos minutos, siento que alguien se sienta a mi lado.

Cuando vuelvo la mirada para saber de quién es la presencia, me encuentro con los ojos de Kathy que me ve con un torbellino de sentimientos, en ellos hay dolor, rencor y tristeza.

—Hola, señor Fontaine —me saluda con una sonrisa amarga dibujada en su boca.

—Kathy —ella rueda los ojos—, lo siento Andrea.

—Corriendo, ¿eh? ¿Cómo estás? —dice relajándose en la banca, pero sin que esos sentimientos en su mirada se vayan, como tratando de disimular lo que siente  y con sinceridad , no sé qué es lo que ella siente con exactitud en estos momentos.

—Supongo que bien —digo sin entrar en detalles.

—Supones…

—¿Cuándo regresaste? —pregunto tanteando el terreno.

—Hace una semana.

—Lo siento, de verdad, lo siento. —Mi voz es una súplica, me duele tanto tenerla aquí y no poder reparar lo que hice.

Ahora niega con frustración.

—No te disculpes más—dice levantándose y se muestra asqueada, y así se marcha dejándome peor de lo que estaba. La veo entrar a una camioneta donde un hombre alto con uniforme de chofer, le abre la puerta y la cierra al entrar.

Llego a casa y me dispongo a trabajar un poco desde aquí,  hoy  sábado almuerzo con mis padres, así que mientras se hace la hora, decido entretenerme trabajando, sin embargo, no lo logro.

Dejo a un lado la computadora para hacer una llamada.

—Hola, amigo ¿cómo estás?—contesta el receptor sin esperar a que diga algo.

No tan bien como tú, iré al grano, Arturo, necesito un investigador que sea muy prudente, y el mejor.

—¡Vaya! ¿Qué sucede?

Kathy.

—¡Oh! —Lo escucho decir— pensé que habías dejado de buscarla.

Y así fue, pero volvió y no quiere hablar conmigo.

—Yo tampoco lo querría amigo. —Bufo molesto.

¿Vas a ayudarme o no?

— ¡Tranquilo, macho! —Se burla—, yo haré esto por ti.

Otra cosa, está usando su segundo nombre.

—¿Andrea? —Se ríe, haciendo que me exaspere un poco—, odiaba ese nombre, tranquilo, en cuanto me den la información te la haré llegar.

Gracias, cuídate.

—De nada, mi vida —y escucho un sonoro beso seguido de su carcajada.

Mi fin de semana pasó rápido, aunque mi mente seguía en otra parte pude distraerme con mi familia, eso de ser hijo único ayuda mucho, la ventaja es que tengo toda la atención de mis padres y en este momento la necesito.

Conduzco hasta Fontaine, saludo a la recepcionista y subo hasta mi despacho, cuando salgo del ascensor Sammy, y las otras dos secretarias están conversando con una cuarta persona, Kathy.

—Kathy —digo en tono de sorpresa.

—Buenos días, señor, Diana me envió para revisar las distribuciones, al parecer cambió de opinión con respecto a las cantidades.

Me quedo viéndola embelesado, me estoy volviendo un pendejo.

Una aclaración de garganta me vuelve a la realidad, Sammy, me mira con extrañeza por mi actitud.

—Sí, sígueme, por favor—señalo hacia la puerta de mi oficina. Necesito hablar con ella, quiero, deseo escucharla, y si va a gritarme que lo haga, pero estar en esta situación me está matando.

Abro la puerta y dejo que, entre primero, ese olor tan rico, característico de ella, lo inhalo como cocainómano cuando pasa a mi lado. Estoy decidido, de aquí no sale hasta que no conversemos y dejemos todo claro.

—Sammy —ella se acerca a mi llamado—, si preguntan no estoy, no he nacido, no existo, es más, estoy de vacaciones en el reino cuántico —ella me mira con sus ojos agrandados por mi petición—, no quiero nada interrupciones, porque si no, te despido. —Asiente con rapidez. .

—Señor, sí señor —hace un saludo militar, entro por completo a la oficina ignorando su payasada y pongo el seguro.

Kathy está sentada frente a mi escritorio revisando en su Tablet, por mi parte, pongo el maletín sobre la silla y me acerco a ella armándome de valor.

—Katherine Andrea Becker —ella levanta la mirada al escuchar su nombre completo en mi boca—, vas a escucharme ahora. —el asombro es notorio en su rostro, sus hermosos ojos verdes jade me ven expectantes, abre y cierra la boca, sin lograr decir nada, me siento a su lado para estar más cerca de ella—, sé que fui un patán, hijo de su madre, y mi madre no creas que ha estado orgullosa de lo que sucedió, aunque no me diste oportunidad de explicártelo, corriste y sí, sé que debí seguirte, pero estaba tan… —corto mi relato al ver un marca en su labio inferior, muy bien maquillado para disimularlo, sin embargo, estoy tan cerca de ella que puedo notarlo, una cortada —¿Qué te sucedió? —pregunto tocando con la yema de mis dedos su rostro.

—¡Oh! Na…nada, eh… yo… yo estaba distraída y choqué con la puerta. —miente, sé cuándo dice mentiras, y no tardo en recriminárselo.

—Mientes.

—¿Qué? —interroga sorprendida con mi declaración.

—¿Acaso olvidas que sé cuándo mientes? —Sonrió con suficiencia ya que estoy seguro de que no lo olvidaría jamás—, ¿vas a contarme qué pasó?

—Ya te lo dije —dice seria—, no puedo seguir trabajando así contigo, haciéndome tantas preguntas. —aparta la mirada incómoda, me levanto del asiento que está a su lado y me arrodillo frente a ella.

—Lo siento —nuestras miradas chochan y con solo eso sé que quiere decirme lo que pasó en realidad, pero no lo hace—, de verdad lo siento, sé que me odias, sé que no soy alguien agradable para ti, y sé que no soy quién para pedirte que me escuches, solo quería que supieras la verdad —miro en su mano el anillo, y me doy cuenta de que ya superó eso, de que ya no me ama.

—No te odio, Valentino—por fin me sonríe, mas, es una sonrisa que no llega a sus ojos—, con todo esto estas complicando las cosas, yo… necesito este trabajo.

Hay algo más detrás de esas palabras y voy a averiguarlo, por lo que asiento y me levanto, quito el seguro de la puerta y empezamos el trabajo.

No debo presionarla estoy consciente de ello, si lo hago, solo voy a alejarla de nuevo y no es algo que deseo.

La vi tres veces esta semana, las cosas están un poco más pacíficas, menos tensas, una que otra pequeña broma y sonrisas, siendo viernes, decido que es bueno ir a tomar un trago en compañía de Arturo.

—Quiero bailar —sentencia Arturo, estando  sentados frente a la barra.

—No pretenderás que yo baile contigo —sorbo un poco de licor.

—¡Dieras brincos de emoción! Ya tengo en la mira telescópica a una morena con cuerpo de diosa —dirige su vista hacia un punto en la pista donde están dos mujeres bailando, una de ellas llama mi atención.

—Vamos. —le ordeno, me levanto de golpe, y camino directo hacia la pista.

—Pero que agresivo, amigo —se burla siguiéndome el paso—, ¡oh, ya entiendo!—exclama al ver a la otra chica.

—Creo que dos mujeres tan bellas no deberían estar tan desprotegidas —susurro en la oreja de ella y esta da la vuelta sonriendo.

—Señor Fontaine, ¿ahora se convertirá en Superman para ir en mi rescate? —Se burla

—Por ti sería el puto Flash o Hulk, si prefieres.

La tomo de la cintura y me contoneo al ritmo de la música que suena, rodea mi cuello con sus brazos siguiendo el ritmo, se ve tan relajada. Con mi frente pegada a la de ella, cierro los ojos retrocediendo mucho tiempo atrás cuando nos divertíamos juntos, ama bailar y no podía decirle que no, porque siempre he amado ese contacto con ella.

Le doy la vuelta abrazándola por la espalda, no perdemos el ritmo de no sé qué canción, sin embargo, permanecemos juntos, el mundo a nuestro alrededor se detiene, hasta que una voz nos saca de la burbuja.

—Kat —dice su amiga mostrándole su celular, ella solo rueda los ojos exasperada, toma el celular de su amiga y cuelga la llamada.

—¡Apágalo!—ordena, y su amiga asiente, Kathy me mira y hace seña de que salgamos de la pista, la sigo—, tengo sed—grita por sobre la música.

Voy a la barra por una bebida para ella y para mí, cuando regreso a su lado, la toma sonriendo y agradece, me gusta verla así, tan ella. Me siento tan cerca, que puedo sentir su aroma.

—¿Cómo está, señor Fontaine? —pregunta sonriendo.

—Feliz de verte —tengo que ser sincero con ella—, pero tengo que repetirlo, lo siento.

—Deberías de dejar de disculparte cada vez que me miras, en serio es muy incómodo.—dice removiéndose en su asiento

—Lo siento, digo, ¡mierda! No sé qué decir cuando estoy frente a ti. —me remuevo contrariado.

—Ahora no estás frente a mí, estás a mi lado —bromea, haciéndome sonreír, sigue siendo la misma.

Mira su celular.

—¡Asshhh!, pensé que lo había apagado—cuelga  la llamada entrante y lo apaga de inmediato

—Es tu… —asiente, afirmando que es su prometido, observo incomodidad al mencionarlo, pero ¿por qué? Su mirada ahora es distinta a la de antes de mencionarlo, me mira como si quisiera decirme algo. Pero no lo hace.

—¿Qué pasa Kathy? Y no me reproches por llamarte así, tú me hiciste odiar tu segundo nombre tanto como tú lo odias, y ahora vienes y lo usas. —Aprieta sus labios y niega, no va a hablar.

—No quiero meterte en esto Valentino, lo siento.

—Ahora eres tú la que se disculpa—sonríe sin ganas—, solo quiero divertirme esta noche, contigo.

Me pierdo en sus ojos, y no quiero estar con ella solo esta noche, sino todas y cada una por el resto de mis días, pero el anillo en su dedo me impide decírselo.

No tardo en volver a la pista de baile con ella, es como si nunca nos hubiésemos separado, como si nunca hubiera pasado nada malo entre nosotros y se convierte en la mejor noche de mi vida, después de que ella se fuera.

Las llevamos a su apartamento, bueno, llevo a Kathy a su apartamento y Arturo, no sé dónde llevo a su amiga, según me comentó viven juntas, ella no paga renta porque su amiga es dueña del apartamento, pero comparten gastos.

Cuando me estaciono frente al edificio, su semblante se endurece al ver una camioneta estacionada y un hombre esperando fuera de este.

—No te bajes —me advierte—, por favor, no te bajes. —me vuelve a advertir cuando sale.

La veo caminar hasta el hombre que me parece conocido, pero no sé dónde lo he visto antes. Este toma el cigarrillo y lo lanza al piso, veo que ella hace ademanes entre molesta y frustrada, él la observa y dice algo a lo que ella calla. La toma de la muñeca y le señala el anillo, Kathy  se suelta de su agarre con violencia y yo aprieto mis manos en el volante con ganas de salir de auto, pero si él es quien yo pienso, puedo meterla en problemas, así que me trago toda la rabia que eso me provoca.

Ella le grita algo y él da la vuelta, se sube al auto y arranca, cuando la camioneta se va, ella saca un suspiro y baja su mirada. Me bajo del auto y su sorpresa es evidente al verme.

—¿Qué fue todo eso? —la veo sobar la muñeca que ese tipo sostuvo con fuerza.

—Pensé que te habías ido.

—No lo haré. ¿Quién es ese hombre?

—Valentino, me divertí, pero necesito descansar.

—Te lastimó. —Tomo su mano, veo las marcas y aprieto mi mandíbula, ahora  su mano acariciando mi rostro, la veo a los ojos y me regala un sonrisa, cierro los ojos ante su tacto, ¡Dios mío! está matándome, muero por besarla, así que tomo su muñeca lastimada y la beso, con eso apenas me conformo.

Me conformo.

—Debes descansar—resuelve apartándose de mí—, gracias por esta noche, buenas noches, señor Fontaine. —se va, no sin antes dejar un beso en mi mejilla, que se siente muy bien.

—Buenas noches, Katherine.

Me quedo viéndola perderse en el lumbral del edificio y me maldigo por no seguirla, no quiero meterla en problemas.

Ahora quiero saber quién es ese hijo de puta que ha lastimado a mi Kathy, y juro que lo voy a hacer pagar si me entero de que fue él quien le hizo esa cortada en su labio el otro día.

Lo haré pagar.

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