A pesar del Tiempo
A pesar del Tiempo
Por: Eris MorningStar
Capítulo 1

Veo un punto fijo en la oficina, con un vaso de whiskey en la mano, mi cuerpo está ahí acompañando a mi mejor amigo mientras habla de los innumerables y raros antojos, que debemos cumplir a mi mejor amiga Diana, pero mi mente está unos años en el pasado. Pronto será su cumpleaños.

Pronto…

 —Y así fue, como terminé en otra ciudad… Valentino, ¿me estás escuchando? —pasa sus manos frente a mi rostro, lo que me devuelve al presente.

—Claro —digo dando un sorbo del embriagante líquido.

—Estamos en octubre, siempre estás en las nubes en este mes. ¿La has tratado de localizar?

Niego con la cabeza, y le respondo.

—Dejé de hacerlo hace un tiempo.

—¿Crees que esté bien?

—Las malas noticias son lo primero en saberse —Me consuelo a mí mismo.

—Cinco años, ¿eh?—asiento, un poco ausente—¿Aún piensas en ella?

—Cada maldito día —sale un suspiro resignado—, no obstante, supongo que eso se supera algún día.

—¿Hablas de la culpa? —pregunta sin miramientos y lo veo mal.

—Mejor vámonos a casa, necesito descansar.

Me despido de él y de Diana, que ha llegado a Fontaine, hoy es uno de los días en los que viene a mi empresa con su asistente Alison o Ali, como ella la llama, y ese es el día cuando más dolor de cabeza me da, con sus extraños antojos, no sé si saldrá un bebé o algún ser de otro planeta. ¿Quién mierdas come aguacate con Panela[1]? ¡Qué asco!

Hasta Samuel huye cuando la ve.

—Ciela, y ¿dónde voy a encontrar mangos maduros a esta hora?—escucho la voz de Fabrizio quien intenta mediar—, no estamos en temporada.

—No lo sé, solo sé que quiero jugo de mango maduro con sal —hago una mueca de asco igual que mi amigo.

Me subo al auto y lo pongo en marcha, dejando a esos dos con su locura. No voy a casa, prefiero quedarme en un club nocturno al que acostumbro a ir  solo cuando me siento así de distante, así de vacío. Mi mente está en aquel día y es que quizás Fabrizio, tiene razón, y es parte de toda la culpa que aún cargo.

Quizás…

Con  unos cuatro tragos de más,  siento al levantarme de la silla vuelvo  a caer, me iré a casa en taxi o quizás si pueda conducir, después de unas horas aquí sentado, viendo las horas pasar con un par de chicas sobre mis piernas, manoseándome y siendo manoseadas, me dispongo a salir del establecimiento.

Me tambaleo al levantarme, estoy más que mareado, aún sigo pensando si es buena idea conducir.

Salgo del lugar y el aire fresco golpea mi rostro, apenas puedo caminar hasta el auto. Me recuesto en la puerta de este y cierro los ojos, respiro profundo y me deslizo hasta llegar al suelo. ¡Estoy hecho mierda!

Las imágenes de ese día llegan una y otra, y otra vez. Culpa, es exactamente lo que siento, si tan solo pudiera volver al pasado, pero estoy borracho y sé que eso ni sobrio pasará.

Pasado un rato, o unos minutos, ni idea, una silueta se acerca a mí.

—Oye, oye, ¿estás bien? —se inclina, me toma de la mandíbula y la levanta para poder verme mejor.

—¿Kathy?

—No, no soy Kathy, soy Daniela, Valentino, si Diana se entera de esto va a matarte… ¿puedes ayudarme? —pregunta a no sé quién puta, porqué si es a mí, no, no puedo ni con mi alma—, no creo que pueda conducir así.

Me sientan en una banqueta, y me ofrece un poco de agua, de hecho, me la lanza encima y maldigo mientras ella ríe con su novio, al cual ya me mencionó y no puse atención a su nombre, porque me vale dos mil hectáreas de mierda.

Una hora después, estoy camino a casa en un taxi, prometió cuidar mi auto, mi bebé. ¡Maldita Daniela! Voy todo mojado.

Llego a casa con esfuerzo, me quito la ropa mientras camino tambaleante a mi habitación, me tumbo desnudo en mi cama y aunque la cabeza me da miles de vueltas, logro quedarme dormido.

Me despierto con un dolor punzante en la sien, la resaca es la consecuencia de haberme pasado de copas anoche. Con esfuerzo me levanto y arrastras llevo mi cuerpo hacia el baño, me ducho con agua bien fría para lograr despertarme un poco.

Tomo un taxi y llego a Fontaine donde ya está mi Ford Mustang Gt gris oscuro, Daniela cumplió la promesa de enviármelo sano y salvo.

Entro a mi despacho y ahí me espera mi amiga embarazada, con cara de pocos amigos.

—Mira qué cara tienes, debería darte vergüenza —me está regañando, la chismosa de Daniela, le contó todo.

—¡No me grites! —Le grito y me siento a la espera de su respuesta.

—No me grites tú a mí, que estoy embarazada de tu sobrino o sobrina.

—Bien, panza, y dame esa maldita sopa de una buena vez.

Me da un beso en la cabeza y sirve la sopa que, según ella, hará que me recupere. Y sí, me recupero un poco, al menos ya la resaca ha pasado.

—Ali, se va al extranjero —me comenta—, puse un anuncio en un periódico para solicitar asistente, necesito a alguien como ella o mejor, si es que se puede. —Se sienta frente a mí.

—Te sienta bien esa barriga, te ves muy hermosa. —me levanto y arrodillo frente a ella, y pongo mi oreja en su panza de cuatro meses de embarazo.

Estando en esa posición, la puerta se abre y una voz que reconozco reclama de manera inmediata.

—¿Qué haces con mi esposa? —hace drama como es su costumbre Fabrizio al entrar. Lo ignoro y sigo en mi posición—. Te pones bien marica en este mes, ¡deja a mi esposa! —me advierte más cerca de nosotros.

Sigo ignorándolo, y siento la panza de Diana moverse por la risa. Su celular suena y lo contesta aun conmigo en la misma posición, mientras Fabrizio gruñe.

—Está bien estaré ahí en media hora —la aprieto más a mí, para que entienda que no está pasando—, o quizás más. —dice sonriendo al ver a su esposo en tanto trata de quitar mi agarre sobre ella.

—¡Déjame, maldito! ¿No ves que esto me reconforta? Estoy deprimido, necesito mimos —hago un puchero.

—¡Que te reconforte tu santa abuela! ¡Quítate! —pide mi amigo alterado.

—Son celos —dice Diana, riendo, me aparto de ella y me lanzo a abrazar mi amigo quien se retuerce sobre el sillón conmigo rodeando su cintura. Cuando lo suelto le sonrió, beso a Diana, y me dispongo a seguir trabajando.

Fabrizio aprisiona a su esposa unos segundos antes de salir de mi oficina, dándome una mala mirada y mostrando el dedo medio, lo que me hace reír.

—¿Quién es Kathy? —Pregunta cuando Fabrizio ha salido, mi mirada seria se posa sobre la de ella—, nunca me has hablado de ella.

—¿Y por qué te dio por preguntar ahora? —tecleo en mi laptop no sé qué puta, porque no estoy prestando atención a mi trabajo.

—Un día dormido la mencionaste, pensé que me dirías algo después—se encoje de hombros, en su tono hay algo de reproche—, y no lo hiciste. Fabrizio dijo que era una ex novia de la universidad. ¿Era especial?

Le doy un suspiro cansado, y solo asiento.

—¡Bien! No preguntaré más. Debo irme, tengo que entrevistar a algunas chicas, Ali, se va dentro de dos semanas y si logro contratar a alguien antes de que se vaya, será mejor.—Me da un sonoro beso en la mejilla y se va, me conoce tan bien que sabe cuándo no quiero tocar un tema.

Si le cuento la historia va a matarme.

Después del día de trabajo, llego a casa y sostengo entre mis manos aquella cajita gris aterciopelada, la abro y me encuentro con una cadena de oro con un dije de corazón que, al abrirlo, se puede apreciar una pequeña fotografía de ambos, juntos, sonriendo, enamorados.

Se la obsequié en su cumpleaños y pidió meter esa foto ahí, la encontré en el piso del departamento que tenía cerca de la universidad después de que se fuera, la lanzó cuando salió corriendo lejos de mí.

Me quedo en el sillón de mi sala con la cadena en las manos y relleno el vaso de licor embriagante, pensando como todas las noches en ella, en Kathy.

Si tan solo ese día hubiese prestado más atención —aprieto el vaso entre mis manos—, si hubiese visto las señales, si tan solo…— me levanto, y lanzo el vaso con toda la fuerza que tengo, y este estrella contra la pared haciéndose añicos.

Si tan solo…

Cierro los ojos, me siento frustrado, aun así, no me permito llorar.

¡Maldita resaca! Una semana, una maldita semana llena de mierda, donde no puedo dormir sino me emborracho, y Diana está llamándome al celular seguro para darme una enorme plática, sobre lo que no que no debo hacer y que no debo seguir así. La ignoro por completo, seguro Sammy le fue con el chisme, lástima que no puedo despedirla, es la única que me ha soportado estos años y ni hablar de que Diana me termina matando.

Las intenciones de mi asistente no son malas, según ella que está preocupada por mi bienestar, y por eso le contó a Diana.

No sé si agradecerle o mandarle un sicario por chismosa, lo que si me reconforta es que al menos hoy es viernes.

Una notificación me quita la concentración en el trabajo, Sammy me dio una cosa asquerosa, para la resaca y bueno a pesar del aspecto y olor, me ayudó mucho.

Di:

Tengo asistente nueva desde hace dos días, llegaré hoy por que ella será mi mano derecha igual que Ali, y quiero que tenga acceso a Fontaine. Su nombre es Andrea, mira con A también J y tiene ojos verdes como los de Ali, pero más lindos.

Yo:

Me alegra por ti, panza, te espero y no te preocupes tendrá todo el acceso que quiera.

Di:

 te amo

Dejo el celular a un lado y sigo con mi trabajo. Me reúno con Fabrizio y Samuel para ver las nuevas órdenes de las demás empresas. El cliente que Murphy lleva a cargo expandió sus productos y necesitamos que él visite las tiendas para que planee su distribución.

El día pasa como siempre, ajetreado, mientras espero a Panza, o sea, a Diana. Desde que está embarazada no puedo evitar llamarla así, dejó de mirarme mal porque no pienso decirle su nombre hasta que salga el pequeño extraterrestre de su vientre.

—Tengo antojos —la escucho decir cuando entra, y los tres maldecimos por lo bajo, veo a Samuel correr y cerrar la puerta de un portazo ante la mirada de molestia de mi amiga, huye cual cobarde.

—¿Ahora qué se te antoja, Ciela? —pregunta su pobre esposo resignado.

—Un beso de mi amado —este le sonríe y le da lo que quiere como siempre—, Andrea, ven acá déjame presentarte a mi esposo Fabrizio, vicepresidente y al presidente Valentino Fontaine.

—Un gusto… —Fabrizio deja la palabra en el aire, tengo la vista en unos documentos, y el repentino silencio llama mi atención.

Cuando levanto la mirada hacia los tres, mi vista se queda estupefacta en un par de ojos verdes jade, que me ven con seriedad. No estoy seguro de como descifrar su mirada y su seriedad, solo estoy seguro de una cosa… No estoy preparado para esto.

Me quedo congelado, quieto, olvido por un instante como se respira. Entonces extiende su mano hacia mí, en su mano izquierda resguarda su Tablet acunada en su pecho, y miro que tiene un anillo de compromiso adornando su dedo anular izquierdo.

Siento que no tengo vida, que todo se torna oscuro, ahora estoy cayendo más profundo y esta vez no habrá quien me saque, no habrá quien me salve. Al comprender las implicaciones de ese anillo en su dedo.

—Valentino —Diana, me saca del shock, vuelvo mi mirada en pánico hacia ella, quien me observa molesta por dejar la mano de Andrea, en el aire.

Sacudo mi cabeza y extiendo mi mano hacia ella, y le doy un leve apretón viéndola directo a los ojos, y me pierdo de inmediato en ese verde jade que tanto desee ver y que siguen teniendo ese efecto hipnótico en mí.

Su tacto, Dios mío, su tacto es tan suave, es un instante que no deseo que termine, Diana y Fabrizio carraspean devolviéndome de nuevo a mi maldita realidad.

—Un gusto señor, Fontaine. —su voz, esa dulce, y ahora madura voz.

—El gusto es mío. —Logro decir y aclaro mi garganta, las manos me  sudan y quiero apretarla contra mí.

¡Maldita sea! Aun siento de todo por ella.

—Andrea, vendrá siempre que sea necesario con, o sin mí, igual que Ali, lo hacía.

Asiento viendo a la persona que tanto ha estado presente en mis pensamientos. Su mirada es tan penetrante, lleva su cabello largo, rizado y rebelde, ahora trenzado.

—Bueno debo irme, Andrea, por favor quédate con ellos para establecer las nuevas órdenes, yo voy a comer algo, muero de hambre y me llevaré a Sammy conmigo, necesito comida y chisme.

—Ciela, hace media hora que comiste. —ella le da una mirada de reproche que lo hace retractarse—, no he dicho nada. —se apura a decir haciendo el gesto de poner un Zipper en su boca.

—Kathy… —digo con mi garganta cerrada.

—Andrea, soy Andrea, señor Fontaine.

—¿Por qué?

Aclara su garganta, ante mi pregunta.

—Estas son las nuevas órdenes, nuevos estilos, necesitamos las distribuciones de las tientas y las cantidades. La señora D´Angelo, quiere que la marca para tallas especiales sea para la tienda del este. —responde seca ignorando mi pregunta.

Esta aquí, Kathy está aquí, tanto que pensé en este momento y ahora, ahora no sé qué decir.

Ella habla sobre trabajo, su mirada no me dice nada, Fabrizio, la observa y me observa a mí, como en un juego de Ping Pong, no reacciono y estoy apendejado por su sola presencia. Él pone atención a lo que ella explica, porque yo no estoy en este planeta.

Vuelvo mi vista al anillo, compromiso, ¿Qué esperaba? ¿Que su amor durara todo este tiempo después de lo que le hice? Maldigo en lo bajo por no insistir en buscarla.

—Disculpen —dice Fabrizio, antes de contestar al escuchar el sonido de llamada de su celular—Valentino, debo ir a la cafetería, mi esposa está pidiendo huevos revueltos y hará un desastre si no voy a que le cumplan su antojo. —Frunzo el ceño extrañado con lo que me dice.

—¿Huevos revueltos? Eso no es un antojo raro.

—¡Con cerveza! —dice saliendo de la oficina.

Una sonrisa se escapa de los labios de Andrea o Kathy como quiera llamarse.

—He escuchado en estos dos días antojos fuera de este mundo. —Le sonrió de vuelta más relajado.

—Aún sigo pensando si será un alienígeno lo que dará a luz —y sin poder esperar más tiempo exploto—. ¿Por qué usaste tu segundo nombre? —Levanta su mirada para responder altiva.

—Ahora me gusta más.

—Te busqué… —mi voz es un susurro.

—No quiero hablar de eso —me corta—, estoy aquí para trabajar, eso es todo, por favor, no compliques más las cosas.

¿Complicar las cosas? ¿con su prometido?

Me resigno en ese instante y seguimos trabajando. Tengo sentimientos encontrados, alegría, angustia, tristeza, todo es un revoltijo dentro de mi pecho. Por que aunque no lo diga en voz alta, sigo amandola.

Ella regresó, ella está aquí, pero no está sola.

[1]) Panela: Azúcar sin refinar obtenido de la caña de azúcar, que se comercializa en panes compactos de forma rectangular, redonda o prismática, según las regiones.

"la panela es típica de algunos países hispanoamericanos"

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo