8. Lección número cinco

Layla

No puedo evitarlo. Mis ojos viajan hasta la nota que Ana le pasa a Thiago y Leo las palabras que hay escritas en ella. No me sorprende en absoluto que mi padre haya mandado a preguntar eso, honestamente ya pasó mucho tiempo desde que su falta de humanidad dejó de sorprenderme.

Pero el rostro de Thiago es un poema. Entruja la nota en la palma de su mano y yo sostengo esa mano, la abro, saco el pedazo arrugado de papel y lo echo a un lado mientras atrapo su cara y lo obligo a que me mire.

— Lección número cinco, D´cruz: No permitas que nada te afecte.

Paso por su lado y me voy a la habitaci&oac

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