Relata Eva:
Llegué a un lujoso SPA, era el único lugar donde por el momento, podía relajarme, mantenerme cuerda y serena, terminaba mi registro y el pago, cuando escuché unos gritos muy conocidos a mi espalda, lo que me hizo tensarme.
— ¡Ahhhhhhh! ¡No puede ser! ¡¿Eva?! ¡¿Eva, eres tú?! — Vociferaron unas voces chillonas. Me giré lentamente.
— Hola… — Respondí, volteando mis ojos con hastío.
Las tres mujeres saltaron de alegría, como si hubieran encontrado a alguien muy importante, una hija perdida o algo así.
Ellas se abalanzaron sobre mí, abrazándome todas al mismo tiempo, sin darme tiempo para reaccionar. Unos segundos después, supongo que notando mi disgusto, finalmente me soltaron.
— ¡No lo puedo creer! ¡Qué coincidencia! ¡¿Qué haces aquí?! — Abigaíl, una de mis antiguas amigas, me preguntó con emoción.
— Lo mismo que ustedes, vine por un tratamiento para relajarme… — Asentí sin mucho ánimo. — Bueno, ha sido… — Me tragué mis palabras, porque no encontré un término mediana